Pablo Nieto
Es conveniente partir de “Alicia en el País de las Maravillas”, viaje de iniciación a la lógica desde el onírico punto de vista de una niña y su ausencia de mal, para comprender mejor el sentido de la obra de John Boyne, quien eso sí, a diferencia de Carroll, opta por imprimir de realismo socio-político la voz y la "mirada" de ese niño, en su caso, que actúa como espejo de la conciencia de la humanidad y que, sin saberlo, poco a poco va descubriendo uno de los mayores horrores jamás concebidos y ejecutados por el ser humano, amparado por su padre, silenciado por su madre y compartido en silencio con Shumel. “El Niño del Pijama a Rayas” da título a un inesperado best seller, cuya adaptación cinematográfica es previsible desde su primera página. La historia de amistad, desengaño y sufrimiento de Bruno y Shumel. Una obra que enriquece la memoria histórica del vil genocidio Nazi, pero cuya precipitada adaptación (movida por un, eso sí, respetable interés económico), tiene como consecuencia el sinsentido de entregársela a un director de telefilms como Mark Herman (“Brassed Off”, “Puddle Springs”), cuyas limitaciones son proporcionales a la paupérrima puesta en escena de la producción.
Y hablando de puesta en escena, conviene detenerse en la parte musical del film, encomendada a James Horner, a quien parece que Hollywood le ha dado la espalda en los últimos años (algo recíproco), y cuya apatía de sus más recientes scores no hacía presagiar nada bueno. Y es que el californiano opta por “solidarizarse” con la sensación de vacío del film, limitándose a escribir una partitura llena de clichés, autoreferencias y una narración paralela tan obvia como innecesaria. Construyendo su propuesta alrededor de un sencillo tema a piano y cuerdas, contrapunteado por los sintetizadores, asociados a la amenazadora presencia nazi alrededor de Bruno. El tema, escuchado en la overtura del film “Boys Playing Airplanes”, se identifica con la inocencia del niño, aunque eso será lo único inocente que presente, porque el mismo es una traslación nota a nota de una melodía ya escuchada en 1992 en la película “Los Chicos del Swing” (se recomienda reproducir el corte de aquélla titulado “The Letter”). Una película sobre la persecución de un grupo de jóvenes alemanes amantes de la música y contrarios al Nazismo, musicada por el propio Horner, quién como los grandes maestros del marketing relacional contemporáneo, opta por repetir tema en otra película con el mismo trasfondo social e idéntica amenaza. Una buena forma de aprovechar la venta de un producto para introducir otro en escena. Algo, por otro lado, muy habitual en la filmografía de este compositor (inolvidable su dark motif de “Willow”, reutilizado en “Troya” o “Enemigo a las Puertas”, o su mathematic theme de “Sneakers”, “El Hombre Bicentenario” y “Una Mente Maravillosa”).
La partitura se retroalimentará de las diferentes variaciones que se realizan del tema central. En ocasiones, es un pequeño ajuste en la paleta orquestal del compositor como podemos apreciar en “The Train to a New Home”, donde se potencia la ilusión por descubrir el nuevo hogar del protagonista a través de las cuerdas, y por otro lado, tenemos “Black Smoke”, donde los sintetizadores someten a la melodía, a la necesidad de identificar metafóricamente el humo procedente del campo de concentración con la responsabilidad Nazi. También encontraremos pasajes pastorales, muy cercanos al Horner de “The Spitfire Grill” y “El Nuevo Mundo”, que ayudan a acompañar los paseos de Bruno por el Bosque para ver a su amigo (cortes como “Exploring the Forest” o “The Wind Gently Blows Through the Garden” son un buen ejemplo). Y todo ello sin olvidar la siempre interesante aportación vocal de una habitual de la obra de Horner, como es la cantante Charlotte Church, a quien escuchamos en “An Odd Discovery Beyond the Trees”
La sorpresa llega con el final. Desgarrador e inevitable. El juego de un niño llevado fatalmente a sus últimas consecuencias. Tanto “Strange New Clothes / An Impending Storm” como el corte “Remembrance, Remembrance”, preparan dramáticamente al espectador para lo que se avecina, a través de una elegía para cuerdas cuasi-minimalista, rompiendo la música en “An Impending Storm”, un experimento cacofónico del compositor (algo novedoso desde su “Brainstorm” de los 80), donde se entremezcla el sonido grave de un piano que marca el tempo a una ensordecedora combinación de sintetizador y cuerdas atonales, tan insufribles como el dolor que provoca la propia escena, aunque mucho menos que la fluida narración de Boyne, quien no necesita de efectos emocionales para trasladar al espectador al drama de 1940. Precisamente, si Horner hubiera tomado como referencia el libro antes que la película, su partitura habría salido muy beneficiada. Hace tiempo, que es difícil es escuchar una propuesta realmente original de este autor. Y sintiéndolo mucho, su hastío termina contagiando incluso a aquellos que todavía lo veneran como su gran iniciador en el descubrimiento de la música de cine.
6-noviembre-2008
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