José-Vidal Rodriguez
En un último intento por salvar los trastos, Menahem Golan y Yoran Globus (o lo que es lo mismo, el tándem responsable de esa infame productora llamada ”Cannon Films”), se lanzaban en 1987 a apadrinar uno de sus proyectos más ambiciosos y fructíferos en taquilla, con el que ni más ni menos convirtieron en carne y hueso a una conocida colección de muñecos que hizo furor entre los jóvenes a mediados de la década. Con una trama repleta de todos los tópicos posibles, ”Masters of The Universe” narra la clásica confrontación entre el bien y el mal, representada por dos fuerzas galácticas que trasladan sus escaramuzas al planeta Tierra, por obra y gracia de una peculiar llave interestelar. Pese a los continuos despropósitos de una cinta absolutamente fallida, de la que sólo se salvan ciertos aspectos técnicos de la misma (los adecuados efectos visuales de un Richard Edlund que trabajara en ”El Retorno del Jedi” o ”Poltergeist”), la capacidad de medios hizo posible la contratación de un músico de primera fila, así como la concepción del consiguiente score en términos de absoluta exaltación sinfónica. Así las cosas, Bill Conti consigue a la postre que ”Masters del Universo” sea al menos recordada por contar con una sobria y disfrutable banda sonora, muy por encima del nivel artístico ofrecido por el largometraje.
Por aquél año 1987, ya se hacía evidente el dominio demostrado por el autor en la composición de partituras netamente sinfónicas, rompiendo así con su tópico rockyniano que tantos años estigmatizó su carrera. No obstante lo anterior, el presente largometraje suponía una de sus primeras incursiones en el género épico-fantástico, así como uno de esos trabajos en donde todo compositor debe multiplicar sus esfuerzos para conseguir que la música palie de algún modo las evidentes carencias narrativas de la cinta (no en vano, nos hallamos ante un grueso de música incidental de unos 80 minutos, para una duración total del filme de poco más hora y media).
Para ello, Conti opta por la solución previsible y arquetípica por excelencia, no exenta sin embargo de las mismas virtudes que convierten el álbum en un producto francamente entretenido -y entrañable- para gran número de aficionados. Debiendo acudir a última hora a la interpretación de la Graunke Orchestra of Munich (agrupación de la que el compositor, por cierto, no quedó nada satisfecho), el de Rhode Island, que esta vez incluso se permite planificar las orquestaciones, dota de un gran empaque orquestal a la partitura siguiendo aquellas directrices -más o menos veladas- propias de trabajos fundamentales en el género, tales como ”Superman” o ”Star Wars”. De este modo, la recreación del autor en la construcción de leitmotivs rápidamente identificables, resulta patente desde el “Main Title”, en el que ya una fanfarria de cuatro notas introduce el fragmento heroico asociado a las fuerzas del bien y, por ende, al protagonista He-Man. Un motivo del que, contra lo que sería previsible, el compositor realiza un comedido uso (tan solo aparece puntualmente y a modo triunfal, en algun que otro fragmento de acción), hasta tal punto que probablemente tengan mayor peso sonoro en la obra las otras dos ideas fundamentales de la misma:
La primera de ellas, una enérgica marcha dedicada a enfatizar la malignidad del tirano Skeletor (“It´s All Mine”, “Skeletor´s Wrath”), dominada por una apabullante percusión y la lógica reconducción de la sección de metales hacia tonalidades oscuras, violentas y preferentemente ominosas. Pese a sus paralelismos rítmicos con cierto movimiento de ”Los Planetas” de Holst, Conti consigue dibujar un agresivo reflejo musical con la evidente función de contraste ante el calado homérico del tema de He-Man.
El segundo motivo con marchamo de reiteración, lo hallamos en aquella delicada frase a cuerdas-maderas (“The Cemetery”) con la que Conti representa el dulce poso de amargura intrínseco al personaje de Julie (una desconocida Courtney Cox), la joven que ayudará al héroe en su precipitado desembarco a la Tierra, pero cuyo valor no oculta sino un gran tormento por la reciente muerte de sus padres en trágicas circunstancias. Es curioso el hecho de que el autor reutiliza este motivo como clave musical que abre la llave cósmica (“Cosmic Key Music”, “Kevin Remembers The Tune”), como si se tratara de la famosa sintonía de cinco notas usada en ”Encuentros en la Tercera Fase”.
En rededor de este grupo motívico, Bill Conti desarrolla ideas paralelas con las que dota al conjunto de la suficiente pluralidad temática, así como confirman el buen hacer del autor en registros tan dispares como la comicidad (“Gwildor´s Quadrille”), la tensión ambigua (“Julie Sees Mom / Julie Takes Key”) y, sobre todo, la acción en clave bombástica y atronadora, ámbito éste en el que la partitura alcanza las cotas de calidad más notorias (“Battle in The Gym”, “The Battle Begins / The Final Battle”)
Todo este material conforma un sólido punto de apoyo musical con el que Conti debutó -y prácticamente abandonó- en este género de ciencia ficción. Y aunque la originalidad no sea precisamente el punto fuerte del trabajo, parece que aquellas claras referencias a John Williams y el neosinfonismo propugnado en las famosas obras antes citadas, ayudan a engrandecer -dentro de lo posible- las andanzas de este héroe de plástico, encarnado por el impávido rostro del sueco Dolph Lundgren.
En cuanto a la presente reedición del sello La-La Land, señalar que una vez más nos encontramos ante otro ejemplo de sobreexplotación de una banda sonora que, por otra parte, dista de contar entre lo más granado de la carrera de su autor. Con ésta, ya son hasta tres ediciones las que han visto la luz de este ”Masters of the Universe”, siendo la más popular hasta la fecha aquella publicada por Edel a principios de los años 90, la cuál ya incluía bastantes minutos inéditos. La presente ”Complete Edition” parece incluir todos y cada uno de los fragmentos musicales incluidos en el filme, resultando que faltaban tan solo unos siete minutos por ver la luz comercialmente. Por si fuera poco, para paliar este escaso -e innecesario- material nuevo, y así justificar de algún modo la publicación en formato de doble CD, la discográfica rellena el segundo compacto con el mismo tracklist de la primera edición original en vinilo; esto es, no se incluye ni un sólo corte adicional o alternativo que pudiera explicar este curioso tratamiento como ”bonus tracks”.
Visto lo visto, es obvio que para aquellos que ya posean el antiguo CD de Edel, esta reedición no debe suponer un quebradero de cabeza para sus bolsillos, ya que la misma deviene en totalmente prescindible aún teniendo en cuenta la supuesta mejora de sonido (prácticamente inapreciable) publicitada por La-La-Land.
25-septiembre-2008
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