José-Vidal Rodriguez
"Amazing Grace" es el título de un popular himno cristiano atribuido al inglés John Newton, inspirado en sus vivencias como capitán de barcos negreros durante el siglo XVIII y en su posterior arrepentimiento y lucha contra la esclavitud, que incluso originó su conversión a clérigo.
Aprovechando el 200 aniversario de la aprobación de la Ley de 23 de febrero de 1807, que ilegalizó el tráfico de seres humanos en el Imperio británico, e introduciendo incluso en la trama al mencionado personaje de Newton, Michael Apted ahonda con este relato biográfico en la vida de William Wilberfoce, el político propulsor de dicha reforma legal. Un hombre singular que, en su precoz actividad parlamentaria desde los 21 años de edad, concibió la política como el instrumento para reformar la sociedad partiendo de los valores éticos y morales proclamados en el Evangelio: “Dios Todopoderoso ha puesto delante de mí dos grandes objetivos: la supresión del tráfico de esclavos y la reforma de las costumbres”, llegó a escribir Wilberforce
Después de su última y un tanto sobrevalorada incursión en las aventuras del Agente 007 con “Casino Royale”, el británico David Arnold se embarca en este proyecto de tintes casi inéditos en su curriculum. Un encargo que le obliga a mitigar su particular estilo grandilocuente, en pos de ambientar una historia de época en clave intimista, mucho más contenida que la mayor parte de los trabajos a los que estaba acostumbrado hasta la fecha. Inteligente decisión ésta, la de ahondar en otros registros ajenos al glamour hollywoodiense, que sin embargo no parece que vaya a tener el marchamo de obra referencial en su filmografía, atendiendo a los desiguales resultados ofrecidos aquí por el inglés.
Editada por un desconocido sello en esto de las soundtracks (de hecho, parece estar especializado en música católica), una de las primeras características destacables en cuanto al acabado global de la partitura es la relativa a su estructuración y orquestaciones, que desde el arranque se presumen alejadas prácticamente de cualquier vestigio o referencia al contexto cronológico de la historia.
En efecto, situada la acción a caballo entre la Inglaterra del siglo XVIII y XIX, Arnold enfoca su música desde un tono más propio de periodos contemporáneos, utilizando texturas sinfónicas de enraizado plenamente actual, recurriendo al aderezo de sonidos étnicos con los que asimila las penurias de la raza negra (“The Slave Ship“), e incluso adicionando leves ritmos electrónicos en puntuales pasajes (el final del “Dying“). Tanto es así que, si escuchamos el score desconociendo el argumento de la película, podría perfectamente pasar por una partitura escrita para cualquier melodrama de nuestro tiempo, antes que para esta cinta de tintes biográfico-históricos. Obra concebida para un filme de época, que precisamente rehuye alusiones instrumentales y estilísticas más afínes a los inicios del siglo XIX ¿Anacronismo o propósito de originalidad? Simplemente, ninguna de las dos cosas.
De este modo, las ideas del británico pasan por crear un compendio de sonoridades altamente comedidas, de inusual serenidad para este autor asociado normalmente a la aparatosidad orquestal. Música no demasiado locuaz, imbuida de un poso netamente elegíaco en ocasiones, y otras veces de palpable dramatismo, y caracterizada en todo momento por un halo de contención necesario, pero que sin embargo ralla la planicie y monotonía en su escucha aislada. Música, al fin y al cabo, carente de chispa y de mayores matices que los aportados por la entrega casi total a maderas y cuerdas (destacada resulta la profusa aparición también del piano), en melodías muchas de ellas de simbología cuasi descriptiva. El único color musical verdaderamente destacable, radica en la suaves y certeras alusiones corales, ya introducidas en el primer “Opening Title” y de especial significación en cortes tales como “God and Nature”, “Waking The Demons”
A la anterior circunstancia, cabría añadir la obcecación de Arnold por enaltecer la lucha política del protagonista a través de un tema principal hermoso, francamente elaborado en su trasfondo bucólico, pero tan constante en su aparición que acaba por plantear al oyente la siguiente disyuntiva: ¿Realmente la partitura tiene un verdadero desarrollo temático fuera de este retentivo main theme?; o dicho de otro modo, ¿ve Arnold el principio y el fin del score en la recreación exagerada de su idea central?.
La respuesta queda obviamente a exclusiva opinión del oyente, pero lo cierto es que el error en esta supra reiteración melódica se patentiza con meridiana claridad en el epílogo del filme, cuando las secuencias finales requieren la presencia del tema en todo su esplendor. Es entonces cuando su efecto para con la trama se muestra ciertamente ambiguo. Así, durante el arrollador “Triumph” (corte de gran belleza, si lo descontextualizamos de la tónica plana del trabajo), la fuerza del main theme queda cercenada ante su “cansina” aparición a lo largo y ancho de los 45 minutos del compacto, resultando así que su pretendido efecto de emotividad y grandiosidad queda de alguna forma difuminado a estas alturas tan trascendentes -argumentalmente hablando- del largometraje.
Loable resulta la participación de Arnold en este “Amazing Grace”, en su propósito probable de no encasillarse dentro de ese tipo de cine comercial para el que comienza a dar ciertos síntomas de estancamiento estilístico. Más fuera de esta acertada apertura a otros proyectos menores, lo cierto es que el álbum revela, desde su intachable corrección, las suficientes lagunas como para calificarlo de interesante y poco más (lo que ya es mucho decir, vistos los tiempos que corren). Y es que el inglés no acaba de brillar plenamente en su aproximación a este relato histórico, género en donde tenía una oportunidad de oro para afianzar la versatilidad que se le presupone.
30-mayo-2007
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