Pablo Nieto

Aunque por regla general, las adaptaciones cinematográficas de obras literarias siempre suelen ser bastante decepcionantes, el caso de "El Nombre de la Rosa" quizás sea la excepción que confirme la regla. La película de Jean Jacques Annaud deja a un lado las profundas reflexiones existenciales y las alegorías monacales del libro de Umberto Eco, y se centra más en la recreación de la atmósfera gótica, la descripción de la corrupción de la sociedad medieval y la trama policíaca tan brillantemente planteada, desarrollada y resuelta por la obra maestra de la novela contemporánea concebida por el escritor piamontés.

El film se beneficía y mucho de su reparto, con Sean Connery en el papel de Guillermo de Baskerville, F. Murray Abraham como el padre Bernardo Gui, Christian Slater como el joven monje Adso de Menk, y Ron Perlman como “Salvatore”.

Para la música, se contrató a un joven y prometedor por aquel entonces, talento de la música de cine: James Horner, que había alcanzado cierta fama gracias a su participación en la segunda y tercera parte de "Star Trek", "Cocoon" y "Límite 48 Horas", se enfrentaba a un ambicioso y complejo proyecto. La forma de afrontarlo quizás hoy en día cause todavía mayor sorpresa que en 1986, puesto que Horner realizó una banda sonora utilizando casi en su totalidad la electrónica. La asfixia de los sintetizadores que sufrió la década de los 80, afectó de lleno a un compositor especialista en el manejo de la orquesta.

El resultado fue un score efectivo con las imágenes, que trata de reflejar el aire viciado del convento y la peligrosa trama que hay detrás de las extrañas muertes de monjes, que investiga el padre Guillermo. Pero sin embargo, un score de valores musicales muy cuestionables, que evidencia las carencias de Horner con los sintetizadores, y que a buen seguro orquestalmente habría ganado muchísimos enteros.

El principal problema lo tenemos en el uso de los samplers de cuerdas, que al ser utilizados masivamente como parte de una misma pieza, llegan a saturar al resto de instrumentos (también electrónicos) a los que recurre Horner. La sincronización de la música también deja mucho que desear. Hay momentos en los que la entrada de nuevos acordes se retrasan inexplicablemente, rompiendo el ritmo y la armonía de la propia composición.

Abstrayéndonos de los fallos técnicos y compositivos de esta obra, conviene resaltar el interesante uso de coros de monacales, que dan un apropiado aire “religioso” a la música. Es necesario remarcar también, el oscuro e intrigante tema central (“El nombre de la Rosa”) escrito por Horner, donde sobresalen unas notas de cymbalion que serán repetidas durante toda la partitura.

Aunque sin duda, el tema estrella de la banda sonora es la preciosa melodía de la rosa, escuchada por primera vez en “La Confesión”, con protagonismo de la guitarra y el whistle, que le dan un aire folk a la música. La melodía volverá a tener protagonismo en el corte número doce, también titulado “El Nombre de la Rosa”, de seis minutos de duración y con un apasionado uso de las cuerdas (electrónicas); así como en el último corte del disco, que da nombre a la melodía ("La Melodía de la Rosa"). Aquí, se introduce también otro tema de corte folk, utilizado previamente por Horner en “El Descubrimiento”.

Una lástima que la calidad musical de "El Nombre de la Rosa" no rallara a la altura de otros dos trabajos con los que James Horner se consagró como músico de primer nivel en el año 1986: "Aliens" y "Fievel y el Nuevo Mundo". Scores por los que recibió nominaciones a los Oscars como mejor banda sonora original, en el primer caso, y como mejor canción original, en el segundo.