Pablo Nieto
No es cuestión de falta de talento, de ausencia de ideas, de carencia de preparación. Todo es mucho más simple: la constatación de que la mediocridad es envidiada e imitada, el reflejo de una sociedad asustadiza y recelosa del futuro, de los cambios, del riesgo. Por eso cada vez es más difícil encontrar propuestas artísticas que se salgan de la media. Tendemos a conformarnos con, simplemente, cohabitar, con echar por tierra las teorías de Darwin. No hay evolución.
Apliquemos nuestro empirismo al círculo social cerrado que la música de cine ha ido tejiendo a lo largo de los últimos años. Los resultados no dejan lugar a la duda: es desolador encontrarse dentro de un espacio ideal para el gozo de los pesimistas. No le faltaba razón a Goethe cuando afirmaba que: “Todas las épocas decadentes son subjetivas y por contra todas las épocas de progreso son objetivas”. En este actual y latente subjetivismo nos encontramos con un Marco Beltrami tan reivindicable por su ejemplar partitura para “3:10 to Yuma” (nominación al Oscar incluida), como decepcionante por la vuelta a sus orígenes con “The Eye”, nueva prueba de la debilidad del hombre, de su maleabilidad, capaz de pelear por un objetivo durante años y una vez alcanzado, echarlo a perder. La muestra de la indolencia como respuesta a la falta de estímulos y retos. El entorno como condicionante superlativo de cualquier avance creativo.
"The Eye" es otro remake de una cinta oriental de terror con edulcoración made in USA, protagonizada por la teen star del momento Jessica Alba; cinta con una clara preocupación por la dirección artística y por su efectista puesta en escena, que deja en un segundo plano el desarrollo de la historia o el tratamiento de los personajes. Con estas premisas, hasta se puede llegar a legitimar con benevolencia la dejadez del compositor, quien opta por aplicar la ley del mínimo esfuerzo, cuando este proyecto le debería haber supuesto una motivación extra tras el éxito de “Yuma”, dejando a las claras que su ubicación en la industria no es fruto de una buena labor de sus publicistas y agentes.
Si algo podemos cuestionar de este trabajo es la ausencia de novedades, su previsibilidad. Dolencias ya presentas en un “Main Title” carente de interés, donde la típica voz femenina apoya el desarrollo melódico del tema principal, arropada por una orquesta de tamaño medio, junto a crescendos conforme a los clichés que el propio compositor ha desarrollado en el género. El tema, nada memorable, es reutilizado tan pronto como la protagonista necesita reivindicar su ego, su posición en la historia. Pura artificiosidad.
Los golpes de efecto musicales para generar una atmósfera de terror en el subconsciente del espectador, en este ocasión son prácticamente absorbidos por molestos efectos de sonido, estridentes y cacofónicos, que idealizan ese más allá amenazador al que supuestamente se le debería teme, algo que no supone una revolución en este tipo de producciones. Recurso fácil al que acudir cuando acucian las prisas de una post-producción caótica y del que tenemos generosos ejemplos en cortes tales como “Bruja”, “Apartament on Fire”, “Takings Mrs. Hillman”, “He is Dead”, “Retribution” o el clímax final de “Roadblock”.
Llegados a este punto y sin pretender establecer un contrapunto melódico en la reseña o cambiar la “clave” de esta humilde partitura crítica, nos encontramos con un oasis creativo, que si bien breve, puede llegar a justificar la larga travesía por un desierto tan carente de ideas como de vegetación. Y no me estoy refiriendo al aceptable, pero típico, intimismo emocional de las cuerdas de “Bedrideen” y “Not my Eyes”, o acaso del piano en “The Drive Home”. Estoy hablando del corte “The Concert”, una inspiradísima pieza con la que se cierra la película, estimulante en su propuesta hasta el punto de resultar descorazonador que el compositor no haya optado por esta línea para el desarrollo del resto de la partitura. La protagonista: una violinista ciega que tras someterse a una operación para recuperar la vista comienza a ver una realidad diferente y monstruosa. La lógica de Beltrami: una variante del tema central de inicio disonante y ritmo sincopado, metáfora de esa aparición de la luz en la vida de la chica, y la explosión de la orquesta con el motivo central interpretado con virtuosismo por un violín que proyecta la alegría y el triunfalismo por su recuperación. Sin duda, la única y exclusiva razón por la que referenciar este disco, pero también una excusa para reflejar la frustración que al oyente imparcial puede suponerle el pasar de la mediocridad a la excelencia.
14-julio-2008
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