José-Vidal Rodriguez
Como decadente y momentáneo cierre a la franquicia “Tiburón” (cuatro años después se estrenaría una cuarta parte), ”Jaws 3-D” vuelve a incidir en aquella lucha humana contra el depredador marino por excelencia, que en esta ocasión se presenta ni más ni menos que en pareja (no sabemos si descendientes o colegas de aquellos dos que ya aterraron al espectador en 1975 y 1978). Dos tiburones blancos que pululan ahora amenazantes por los alrededores de un ambicioso parque acuático recién inaugurado, el “Sea World”, causando el caos y atemorizando a los cientos de visitantes en su afán por degustar un merecido banquete a su costa.
En la dirección, y como opera prima y único filme dirigido hasta la fecha, encontramos a un tal Joe Alves, quien ya formó parte del equipo técnico de las dos anteriores entregas en su condición de director de segunda unidad. También repite en el guión Carl Gottlieb, al que se une el destacado escritor Richard Matheson (autor de relatos tan conocidos y cinematográficos como ”Twilight Zone”, “The Omega Man” o “Somewhere in Time”). Por otra parte, ya sin el recientemente fallecido Roy Scheider encarnando al jefe de policía Brody, el reparto se conformaría con profesionales de indudable enjundia, tales como Dennis Quaid y el recién oscarizado Louis Gossett Jr. (ese buen actor que nunca ha sabido escoger sus papeles). Todo hacía presagiar, pues, unos cuanto menos decentes resultados en esta segunda secuela. Pero visto el acabado final, aquél flamante equipo artístico se vio abocado a intentar dar forma a una nefasta trama, entregada casi en exclusiva a propiciar los suficientes planos y efectos de cámara para justificar al espectador el formato 3-D con que fue rodado el filme.
Dentro del descalabro artístico de la cinta, esta vez su música no se salva demasiado de la quema. El semidesconocido compositor británico Alan Parker (no confundir con el cineasta de idéntico nombre), fue el encargado, con tan solo 28 años de edad, de continuar aquella mítica tradición musical de John Williams, abierta en 1975 por la imborrable partitura para ”Jaws” y continuada con la correcta ”Jaws 2”. De función globalmente ambiental, y huérfana del encomiable ramillete temático que caracterizó el score original, la banda sonora de este Jaws 3-D parecía un reto demasiado grande para un autor tan novato por aquél entonces.
Ya de entrada, el score arrastra el enorme -e inevitable- lastre del condicionamiento creativo, casi total, a la colosal sombra musical de la saga. Un auténtico sometimiento manifestado en la necesaria recuperación de aquel inolvidable ostinato amenazante a dos notas, símbolo del terror humano ante la aparición del temido escualo. Su constante reutilización, de manera expresa o parcialmente sugerida, se antoja ciertamente lógica e insalvable; algo similar al fin y al cabo, a lo que le ocurriría a Michael Small en la cuarta entrega ”Jaws: The Revenge”, aun cuando aquélla fuera resuelta musicalmente con un punto más de fortuna.
Pero fuera de esta disculpable circunstancia, el compositor inglés no termina de convencer en este su debut en la gran pantalla, con un score que lejos de ofrecer una visión minimamente personal y estilística de Parker, acaba por depender en exceso de aquellos acordes originales de Williams, los únicos además que rescatan del tedio absoluto a la obra frente al generalmente olvidable -y escaso- material musical propio de Alan Parker. Al respecto, dos son las ideas totalmente originales del británico: la primera de ellas, la hallamos en aquella fanfárrica frase asociada al ambiente lúdico e imponente del moderno parque acuático en el que se sitúa la trama. Presentada en el último minuto del “Main Title”, un tono en clave dinámica se apodera de este motivo extremadamente simple en su concepción, pero que al menos cumple su función de contrario temático al resto de material musical incluido (el cuál incide, de manera casi exclusiva, en el comentado envoltorio puramente atmosférico y presagiante). También actuará de contratema la segunda idea netamente original de Parker, una pieza que por su continua revisión a lo largo de la partitura, parece convertirse además en la idea casi central de la misma (si exceptuamos claro está, el uso abundante del “Jaws Theme” williamsiano). Apuntado en la primera mitad de los “Main Titles” y escuchado en su versión triunfal de cierre en los “End Titles“, el tema se desmarca del cariz global del score por sus intencionalidades melódicas, resultando interesante su empleo como evocación de la grandeza y atractivo del fondo marino, concretamente en el corte quizás más rescatable de la obra: “Underwater Kingdom”.
Fuera de estos dos bloques temáticos, el trabajo de Alan Parker no sólo deviene francamente despersonalizado, sino que lo difuso, artificioso y a la vez desangelado de muchos de sus cortes, no auguran en modo alguno el posible disfrute del CD de forma desligada de las imágenes. Sirva como ejemplo de este acabado rutinario y falto de garra, el corte “Kay and Mike´s Love Theme”, un intento absolutamente insustancial por reflejar al pentagrama los escarceos amorosos de la pareja protagonista. Por si fuera poco, el sonido un tanto “hueco” de la orquesta (probablemente por su escaso tamaño), así como los puntuales -pero evidentes- errores de ejecución en la sección de metales, conforman otro punto negativo que añadir a una de por sí poco sugerente banda sonora.
No cabe duda que continuar una destacada saga musical por otro autor, que además es presidida por un tema tan trascendental en la historia del cine como lo es el “Jaws Theme”, resulta ya de por sí un hándicap altamente condicionante para el nuevo compositor entrante. Pero es que además, la destreza de un Alan Parker cuya carrera no es precisamente estimulante, brilla por su ausencia en muchos momentos del trabajo. Por ende, este Jaws 3-D es de largo el peor de los cuatro scores escritos para la franquicia, y una de esas obras cuya calidad, siendo sinceros, “chirría” dentro del nivel medio que últimamente viene ofreciendo el sello Intrada en su recuperación de obras comercializadas en su momento en LP. Eso sí, la magnífica presentación del compacto y su libreto con abundante información, conforman ese tipo de detalles con los que la discográfica parece no hacer discriminaciones entre scores claramente menores como el aquí analizado.
4-julio-2008
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