José-Vidal Rodriguez
No cabe duda que 1983 fue un año francamente fructífero para los intereses de uno de los cineastas palomiteros por excelencia de la década, el británico John Badham. Dos filmes con la tecnología como nexo común, “Blue Thunder” y ”WarGames”, coparían en ese mismo año los primeros puestos de la taquilla, si bien en el caso de este último, llegaría a causar verdadero furor entre toda una generación de jóvenes espectadores. En su primer papel protagonista, Matthew Broderick interpreta a David Lightman, un adolescente absolutamente fascinado por la arcaica informática de la época. Su habilidad con las computadoras no sólo se limita a cambiar la nota de sus exámenes o contratar viajes ficticios a Paris, sino que la casualidad convertirá en factible lo imposible: David consigue acceder desde su teclado al “WOPR”, una potentísima computadora experimental del Ejército norteamericano capaz de activar por sí sola un ataque nuclear y comenzar así una posible Tercera Guerra Mundial. La inoportuna curiosidad del protagonista le llevará a jugar una interminable partida contra el “WOPR” en la que se decidirá, ni más ni menos, el destino del mundo frente a un posible holocausto nuclear.
Tanto en su “Blue Thunder” como en la obra que nos ocupa, Badham confía las tareas musicales al que fue su compositor fetiche durante varios años, Arthur B. Rubinstein, quien escribe aquí una de sus partituras más destacadas y apreciadas, sólo disponible hasta ahora en formato de vinilo (con poco más de media hora de duración).
Lo cierto es que WarGames y ”Blue Thunder” presentan ciertos paralelismos musicales que no sólo se explican por la simultánea composición de ambos trabajos, sino en mayor medida por el similar trasfondo argumental que presentan sendas cintas. La tecnología contra el hombre (ya sea en forma de helicóptero futurista o de ordenador con pasión por lo nuclear), centra de alguna forma la aproximación con la que Rubinstein encauza la música para ambos trabajos, resultando que en “WarGames”, el newyorkino vuelve a ahondar (puntualmente, eso si) en aquellos ejercicios electrónicos con el añejo teclado Synclavier como principal hilo conductor, por lo que reincide en el discurso sintético que tanto influyera en su inmediatamente anterior filme con Badham.
Pero más allá de leves semejanzas, “WarGames” es una partitura ciertamente más elaborada y atrayente, no sólo por su ambiciosa resolución orquestal (con la sección de metales viéndose casi doblada para la ocasión), sino porque Rubinstein nos deleita con una brillante complejidad temática (inusual, todo hay que decirlo, en un filme claramente destinado a un público juvenil sin pretensiones). Circunstancia que, sin duda, logra engrandecer una partitura perfectamente integrada en el filme y de sumo atractivo en su escucha desligada de las imágenes.
El “Main Title”, nos ofrece ya connotaciones suficientes como para apreciar a un autor que, a lo largo del score, va a ir mucho más allá de la mera electrónica efectista. Su prólogo en clave amenazante (describiendo un simulacro nuclear, en el que se demuestra la duda del ser humano a la hora de ejecutar una orden de ataque de esas características), se convierte posteriormente en una espléndida marcha militar con la que Rubinstein introduce inmediatamente al espectador en el marco pseudo-bélico de la trama (marcha ésta planificada con una cierta comicidad a la Bernstein, donde “Stripes” emerge como referente), así como en uno de los secretos mejor guardados del Ejército estadounidense: la avanzada computadora capaz de analizar y solventar todas las reacciones posibles frente un hipotético ataque nuclear -soviético-. El poderío de tal artefacto es representado en el corte “WOPR”, incluyendo aquellos idénticos acordes marciales, si bien el verdadero motivo asociado a esta especie de ”HAL 9000” de los 80, comenzará a desarrollarse en otros cortes posteriores.
Para el personaje de Matthew Broderick, Rubinstein escribe aquellos comentados bloques electrónicos que entroncan de alguna forma con su score coetáneo para ”Blue Thunder”. La habilidad del autor a la hora de planificar la música sintética caracteriza de lleno los primeros temas del álbum, destinados precisamente a mostrar en su ambiente natural al susodicho hacker, un despreocupado adolescente que sólo parece vivir para y por aquella primitiva informática de inicio de los 80. El desenfado y ligereza -tanto estructural como melódica- de esta serie de malabarismos electrónicos (incluidas las eclécticas canciones “Video Fever” y “History Lesson”), contrasta con las robustas rendiciones sinfónicas con las que Rubinstein integrará más adelante varios de los motivos, tan pronto como la trama se centra en los desesperados intentos del protagonista por remediar su involuntaria acción, desencadenante de una auténtica crisis mundial.
No en vano, una de las más gratas sorpresas del score radica en atender a un Arthur B. Rubinstein que se muestra tan pletórico como expresivo en la recreación de las escenas de tensión y urgencia, siempre con ese trasfondo militarista explicando las razones de lo apabullante de ciertos tramos percusivos. Así las cosas, el devenir del score de su parte media hasta el final (con bloques del calado frenético de “Helicopter Pursuit & Launch Detected“, “Closing The Mountain” -todo un ejemplo musical de paulatina intensidad- o el magnífico referente ruso del “Confidence Is High”), refleja una progresión excelente, tornando la música en un vigoroso discurso apegado con expresividad a esa situación límite del argumento, cada vez más inexorablemente cercana. Por tanto, el mismo autor que años después deambularía por telefilmes de escasísima enjundia, demuestra aquí grandes dotes para la acción adrenalítica, sustentada en todo momento por una magnífica orquestación que aprovecha al máximo las posibilidades sinfónicas de la amplísima orquesta utilizada.
Si los temas mencionados consiguen un alto grado de cohesión visual, en cuanto a su rítmico proceder y su planteamiento como recursos de trepidante acabado, el clímax final del score no puede ser más clarificador del buen hacer que empapa todo el trabajo: el impecable corte “No Winners” (de tal trascendencia que se incluyen dos versiones grabadas del mismo), viene a constituir la consecuencia musical lógica a todo el compendio de material agresivo y obcecado con el que Rubinstein preparaba al espectador para el emocionante -y previsible- desenlace de la cinta. El compositor crea aquí un tema de vistosa energía in crescendo, en el que las continuas disonancias a metales y una aplastante percusión, sumergen perfectamente al espectador en estos dos asfixiantes minutos de lucha intelectual entre humano y máquina.
Como muestra final de la innegable diversidad de la partitura, que parece siempre huir de lo monocromático, la película también concede momentos al autor en los que relajar este estresante tono, y trabajar sobre una música introspectiva, sin florituras y no excesivamente destacada en cuanto a lo melódico, pero digna al fin y al cabo. La apabullante fiereza musical en la que se convierte la resolución del filme, encuentra en la agradable sintonía de los “End Credits” (versión orquestal del “Edge of the World”, antes sugerido en clave introspectiva en “David´s Concern”), su opuesto temático de referencia, a través de una melodía vocal en la que sus acordes soft y la entrañable intervención de la armónica, le otorgan un poso de placidez rotúndamente idóneo, teniendo en cuenta su clara función de contratema destinado a edulcorar el desenlace feliz de la cinta.
La excepcional calidad de sonido que logra el sello Intrada en el presente álbum, no es sino otro aliciente más que añadir a la estimulante audición de este “WarGames”, una partitura de mayor complejidad y riqueza temática de lo que aparentaba su parca edición anterior en LP, y que se sitúa por méritos propios entre las mejores obras comercializadas de un creador tan tradicionalmente ninguneado como lo es Arthur B. Rubinstein.
2-junio-2008
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