Ignacio Garrido
Lejos de innovar, ni apenas sorprender con su último discurso musical, Christopher Young parece encontrar en el thriller de suspense y terror que le ha acompañado y dado fama durante toda su carrera, el perfecto refugio curativo tras su plena incursión – un tanto estrellada por su cercenado empleo final en las imágenes – en la franquicia de Spiderman con su tercera parte. Esta formidable obra, que le debiera haber supuesto una inyección de autoestima y quizás reportado una elevación de caché dentro de una industria que siempre le ha sido algo esquiva, no ha encontrado edición oficial en disco donde poder disfrutarla en condiciones tras el vaivén al que se vio sometida en la sala de montaje. Por ironías del destino, el que podía haber sido el definitivo espaldarazo de Young para con el gran público, se ha perdido una vez más en la tumultuosa corriente que domina las aguas de la banda sonora.
Ahora con “Untraceable”, el autor de “Huracán Carter” encuentra el vehículo perfecto para lamerse las heridas y afirmar contra viento y marea quien es el auténtico maestro contemporáneo del género que este film aborda una vez más. Cinta dirigida por el eficaz Gregory Hoblit (repitiendo en un terreno que ya les es de sobra conocido como atestiguan sus anteriores incursiones en el mismo; "Las dos caras de la verdad", "Frecuency" o "Fracture"), donde asistimos de nuevo a la persecución de un asesino, que usa esta vez internet como medio de difusión de sus crímenes. La estupenda Diane Lane demuestra su solvencia polivalente, también otra vez (recordemos “Jaque al asesino”) en este campo, haciendo gala de un protagonismo absoluto que sabe sostener con aplomo.
“Untraceable” supone musicalmente el paradigma de la sencillez a la hora de abordar una trama formulista y por abuso de clichés por completo predecible, cualidades que en absoluto se ven extendidas a su apartado sonoro, en el que se consigue la cuadratura del círculo del estilo del compositor en su vertiente más pura y destilada. Si nos fuese ajena por completo la personalidad musical de Christopher Young, estaríamos asistiendo aquí a una de sus clases magistrales y por ende a todo un compendio de los guiños y aportaciones que ha ido realizando a lo largo de bandas sonoras tan destacables como “Jennifer 8”, “Judicial Consent” o “The Glass House”, hasta alcanzar la brillantez de títulos como “Copycat”, “Urban Legend” o “The Gift”.
El disco, editado escuetamente pero con minutaje apropiado por la compañía - cada vez más al tanto de estrenos de interés – Lakeshore, se abre con "Untraceable", un corte que ya desde sus primeros acordes de filiación inconfundible (piano, violines, cellos conjugándose armónicamente como solo Young sabe hacer) presenta toda la atmósfera de la cinta y la base orquestal de lo que será su tema central. Este, plenamente desarrollado en la siguiente pista "Missing Flowers", resulta ser una hermosa y afligida melodía que dará juego para emplearla en posteriores fragmentos de tensión y misterio como "Death After Life After Death" o "Net Nuts", donde se ejecutaran sinuosas variaciones de su frase inicial, un motivo recurrente en la carrera del compositor del que aquí se extraen infinitas variantes y matices.
El empleo de la electrónica resulta especialmente lúcido en su fusión con la orquesta durante el desarrollo de pasajes como "Session Locked" o el citado "Death After Life After Death", mientras que momentos más reflexivos como "Gouldylocks" (con uno de esos títulos broma/homenaje que el responsable de "Hellraiser" dedica a músicos de cine en su bandas sonoras; Morton Gould), con esas inquietantes cadencias marca de la casa, operan como interludios de falsa calma para dar paso a la intensidad de "Viewer Executioners", con ominosos metales y obsesivo empleo de la percusión, o de "Incinerated in Cement" donde el empleo de la celesta contrasta con la contundencia de los contrabajos, en un alarde de orquestación y polifonía que se extiende durante más de siete minutos en la pista de mayor duración del CD.
No obstante, los grandes momentos del score los encontramos en "Acid Decomposition" y "Blinking the Code", sin duda los dos pasajes más destacables de este trabajo. El primero se abre con cuerdas sostenidas y una nueva cita del tema principal interrumpida por desasosegantes golpeos de los arcos y angustiosos violines llevados hasta su asfixia, que preceden a un ejercicio de polirritmia digno del mejor Goldsmith donde la melodía se retomará alternativamente sobre piano y cuerda, mientras la percusión y una precisa electrónica se funden hasta conseguir un climax admirable. El segundo se inicia otra vez con el susurro del tema sobre una persistente base rítmica para dar paso a una arrolladora danza sincopada donde el dialogo entre percusión, viento y cuerda - con el piano como elemento unificador - culmina una de las piezas más sólidas creadas para un thriller en años.
Para cerrar de forma circular la narración, Young acude a la melodía central en "Kill With Me" con una exquisita variación para piano en el meridiano de la pieza, en la que de modo liberador se roza el ambiente pastoral con un lirismo contenido y melancólico. Un estupendo broche para un recorrido musical ejemplar, donde la madurez de un músico intachable se hace notar a cada momento, con su elegancia y sabiduría habitual.
En resumidas cuentas, se trata de un trabajo impecable, sin errores ni fisuras y cuyo único pero posible lastre podría ser la ausencia de innovación o sorpresa alguna dentro del conjunto, aunque como obra salida de la pluma del máximo exponente contemporáneo de este campo no necesite de excusas ni justificaciones. La solidez y firmeza de su lenguaje, así como la honestidad y pulcritud de una escritura cargada de detalle, no solo hacen de “Untraceable” una partitura de exquisitas cualidades musicales cinematográficas, sino que ejemplifica la calidad máxima a la que cierto tipo de productos fílmicos deberían aspirar en todos sus apartados.
9-abril-2008
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