Ignacio Garrido
Con la marcha de Basil Poledouris a finales del 2006, se perdía uno de los auténticos iconos musicales cinematográficos de nuestro tiempo. Mucho más sentida, si cabe, fue su desaparición para todos aquellos que vivieron la gloria de su continua reinvención sinfónica, a medida que se producía, durante las décadas de los ochenta y noventa. El genio de ascendencia griega entregaba finalizando ya su carrera, trabajos cuando menos discretos en los que perduraba, pese a todo, el saber hacer y condimentación de un auténtico gourmet de la banda sonora.
Si bien los títulos dejaban bastante que desear en relación a la calidad de un músico que forjó joyas de la talla de “Conan el Bárbaro”, “Robocop”, “Adios al Rey” o “Los Miserables”, codo a codo con nombres como Paul Verhoeven, John Millius o Bille August, Poledouris todavía fue capaz de mantener intacta y hasta el final, su solidez compositiva y sostener su ética de trabajo, acercándose tan solo a proyectos que le interesaban personalmente o como medio de mantener las habituales colaboraciones / relaciones de amistad con realizadores a los que acompañó periódicamente como Simon Wincer, John Waters o Randal Kleiser.
“The Legend of Butch & Sundance” del 2004, fue la definitiva despedida del autor de “Los Señores del Acero”, una cinta televisiva dirigida por Sergio Mimica-Gezzan (ayudante de dirección de Spielberg) donde se revisionaba la historia de dos de los más famosos forajidos de la cultura y el folclore americano de finales del siglo XIX, llevados a la gran pantalla de forma inolvidable por Robert Reford y Paul Newman bajo la batuta de George Roy Hill en la mítica “Dos hombres y un destino”. Sin entrar en comparaciones cinematográficas, la partitura no puede sino entroncar con una de las vertientes musicales más queridas por el compositor, la de raíces americanas, con el referente primario de Aaron Copland a la cabeza, junto a las tonalidades country y folk, que se traducen en una orquestación que incluye fiddle, banjo, acordeón o mandolina a lo largo del grueso de la obra. Desde luego un lenguaje nada ajeno a la carrera del músico como evidencian exitosos trabajos de sobra conocidos y admirados como “Un Vaquero sin Rumbo” o “La Paloma Solitaria”.
Durante casi una hora, la mano de Poledouris se muestra firme y arquitectónicamente recia pese a los escuetos medios empleados en su producción, precisa en su descripción de la trama y los personajes, pero por encima de todo impregnada de esa fuerza y emoción tan característica y única que convirtió al músico en la leyenda que hoy es para el aficionado. El tema de amistad que predomina durante el score abre el disco de forma contundente en “Butch and Sundance: Main Title”, un pasaje rítmico, percusivo y trepidante donde los metales ejercen en la mejor línea de su autor todo el peso heroico de la aventura, pero punteados aquí de forma brillante por los mencionados fiddle y acordeón.
La sobrada capacidad melódica del responsable de “El Lago Azul” no se hace esperar, y ya en el segundo corte “Released / Butch Goes to Mike” se esgrime una melancólica y gentil pieza con la mandolina como voz principal. La épica de la historia se hace notar con la aparición del tema central en “Riding Contest”, mediante una variación de cariz puramente americano con el protagonismo absoluto del fiddle. Momentos en los que se atisba el humor como “Toast the Wild Bunch” o “No Drinking With No Coward”, sirven de alivio y puente a fragmentos más sentidos, de mayor carga dramática como “First Kill”, donde asistimos a un intenso ejercicio de síntesis emocional, con un doliente violín contrapunteado por una eficaz electrónica que da paso a un reflexivo momento de lirismo intimista.
La emotividad de Poledouris se aprecia en toda regla en pistas como “Sunrise Bonding” de una calidez y hermosura encomiables, donde la más delicada sencillez, obra -como solo los grandes son capaces de conseguir- el milagro del sentimiento. También merece especial atención el bellísimo tema de amor que surge en “What Could Happen?” con posterior desarrollo en “The Man I Love”, una melodía de filiación inconfundible con el chelo punteado por el arpa, que ofrece una demostración más de la enorme sensibilidad de un músico irrepetible.
Mientras el peligro se cierne sobre los protagonistas como atestiguan los espléndidos “Pinkertons Attack / Mike Shot” y “Not Him / The Train Heist”, de oscuras sonoridades contrastadas con la aparición del leitmotiv principal en variaciones cuasi desesperadas, el drama hace su aparición de forma contundente en el sobrio “Outlaws”, uno de los pasajes más interesantes de la banda sonora, de un efecto sostenido y ambiguo. Entonces, la acción salta geográficamente cuando la persecución de los forajidos se vuelve insostenible para su supervivencia, dato que se destaca con el cambio de registro de la partitura en varios fragmentos puramente étnicos como son “Mexico”, “Etta Takes Picture” o “Church Robbery”, donde la instrumentación y ambientación melódica sudamericana fluye bajo la batuta de Poledouris con pasmosa facilidad.
Sin perder por esto último ni un ápice su narratividad musical, el score mantiene su estructura intacta y avanza descriptivamente, al tiempo que aumenta el dramatismo en uno de los cortes más sorprendentes por el curioso empleo de la electrónica de modo polifónico y su agresiva sequedad, y del mismo modo más fallidos por su ejecución, debido esto al empleo –causado seguramente por restricciones presupuestarias– de los sintetizadores en lugar de (como la escritura sinfónica de la pieza indica) una buena orquesta. La pista “Slugfest to Durango / Sargeant” resulta ser casi el único escollo en la interpretación de las estupendas páginas del de Kansas, mientras que las siguientes pistas, aun apareciendo fugazmente este mismo defecto durante “Rescue Etta”, se resuelven de nuevo con la mejor aportación étnica en “Finale” y la rotundidad de “Wyoming”, junto al corte final “Two Weddings / End Credits”, una especie de recapitulación de los temas más destacados.
Sin aportar realmente nada nuevo a la filmografía de Basil Poledouris, ni mostrarse en el mismo en absoluto rupturista o innovador con respecto a sus trabajos previos para el género, este “The Legend of Butch & Sundance”, supone un más que correcto colofón para una de las carreras más admiradas y queridas por el aficionado a la música de cine. Contar al fin con la oportunidad de disfrutar de esta obra, supone recordar aquellos momentos de grandeza de la banda sonora y entender como es posible que, contando tan solo con un puñado de buenas ideas bien desarrolladas, un talento innegable y su maravilloso estilo, Poledouris era capaz de crear mejor música que casi cualquier compositor actual. Editado escuetamente en digipack por la casa de Mikael Carlsson, Moviescore Media, su amplia duración y correctas notas hacen del producto algo más que la excusa de la edición comercial (pese a su carácter limitado) del último trabajo de un autor tan legendario para nosotros como Butch y Sundance para la historia del Oeste americano.
14-marzo-2008
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