José-Vidal Rodriguez
Jonathan Alfred Clawson Redford (o J.A.C. Redford, como se le conoce en el mundillo), es uno de esos profesionales del Hollywood reciente cuya carrera siempre se ha desarrollado en un segundo plano de repercusión popular, aun cuando su filmografía no se halle precisamente exenta de obras tan interesantes como casi desconocidas, por desgracia, para la mayor parte de los aficionados.
Conductor en sesiones de grabación de conocidos scores (“La Sirenita”, “Pesadilla antes de Navidad”) y miembro desde hace unos años del equipo de orquestadores habitual de James Horner, Redford aglutina en su curriculum más de 70 bandas sonoras escritas para diversos medios desde mediados de los años 70. Aunque sin duda alguna, ha sido la televisión su principal radio de acción y el hábitat natural para que este californiano de 54 años desarrolle sus cualidades compositivas.
En uno de sus escasas incursiones para la gran pantalla, el compositor formó parte en el 2006 del equipo creativo del filme ”One Night with the King”. Biopic libre del mítico personaje bíblico de Ester, aquella bella mujer que por azares del destino se convertiría en Reina de Persia (y salvadora del pueblo judío ante los deseos de exterminio del pérfido Haman), la cinta reúne un plantel de viejas glorias venidas a menos (Peter O´Toole, Omar Shariff...) que deambulan en una producción en la que su cuidado apartado musical sobresale muy por encima del resto de aspectos técnicos. No en vano, la acertada publicación por el sello Intrada de su score, nos descubre una obra de formas ampliamente sinfónicas, de cariz abiertamente melódico y temáticamente bien estructurada en sus diferentes y variados leitmotivs. Lo que ya es decir mucho, la verdad, vistos los tiempos que corren.
Mientras que su longeva colaboración al lado de James Horner se deja notar en algunos instantes puntuales, Redford compone por otra parte un sobrio trabajo que poco o nada tiene que ver con esa desidia horneriana actual que a muchos desespera. El gran soporte sonoro que le ofrece la prolífica Orquesta Sinfónica de Moscú, es aprovechado por el autor para desarrollar un color orquestal ampuloso pero nunca sobrecargado, sobre todo porque confía a las cuerdas, en mayor medida que los metales, la amplitud armónica con la que dotar de esa rotundidad sinfónica al trabajo. La habilidad de Redford en su función de orquestador, resulta importante a la hora de apreciar esas floridas instrumentaciones, que a la postre se verán favorecidas por un sentido compositivo que enfatiza, de manera francamente eficiaz, aquella épica pasional que se revela intrínseca al episodio histórico relatado.
De este modo, girando la trama en torno al mencionado personaje de Ester y su amor por el Rey Jerjes, resulta disculpable -y hasta cierto punto lógica- aquella constante revisión de su leitmotiv por parte de Redford. Motivo éste basado en una hermosa frase de tintes épico-románticos, mediante la cuál el compositor trata de transmitir tanto la dulzura de la bella joven, como su valiente compromiso con el pueblo judío al que ella misma pertenece. Precisamente, el toque hebreo lo equipara hábilmente el músico con las diversas apariciones de dicha frase siendo interpretada a solo de violín (“A Single Act of Disobedience”, la segunda parte del “Esther of Sousa”...), o recurriendo al lema de liberación íntimamente ligado a la protagonista, la pegadiza canción “Kingdom of Love” (tan deudora, por otra parte, de esa moda post "Gladiator" de incluir una sintonía étnica con voz solista femenina), cuya letra corre a cargo de Paksima Zakipour.
Más destacado si cabe resulta el bloque de pistas orientadas a describir las magnificencias del reinado Persa, cortes que sólo pueden calificarse de excelentes. La fastuosidad del “The Emperor of the World”, la energía y atractivo oriental del “War Games“, así como el comedido dramatismo del “The Plunder of the Empire”, confirman el oficio del compositor a la hora de ahondar en el costumbrismo de una de las civilizaciones más poderosas de la historia de la Humanidad, sin caer casi nunca en el artificio de la sobrecarga o estridencia.
En esta impecable distribución temática, Redford contrapone al sentido ampuloso y por momentos ceremonial de su música, una serie de fragmentos inscritos en la incidentalidad virulenta, que son precisamente los tendentes a potenciar el caracter maléfico del mayor enemigo de Ester, Haman, al que se aplica un oscuro leitmotiv a maderas y metales en cortes tales como “The Descendants of Agag”, “Haman´s News” o el presagiante “A Mockery”.
Después de atender al popurrí de motivos que configuran los magníficos y rotundos “End Credits”, podemos afirmar sin genero de dudas que la audición del compacto deja un muy grato sabor de boca al aficionado. De fácil y agradecida asimilación, se trata de un inspirado trabajo nacido de ese autor acostumbrado a ver su nombre ligado a muchas películas de consumo fácil en sobremesa, y si este ”One Night with the King” se convierte en uno de los proyectos más notorios de J.A.C. Redford, no sólo lo será por su imponente acabado y holgura de medios, sino también por la elegancia y gran oficio que desprenden buena parte de sus pasajes. No se la pierdan.
15-febrero-2008
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