Miguel Ángel Ordóñez e Ignacio Garrido
RESEÑA MIGUEL ÁNGEL ORDÓÑEZ
La apuesta de Sony para estas Navidades se zambulle en la leyenda y en lo desconocido. Un niño escocés descubre un extraño huevo del que emerge una criatura mitológica, un Caballito de Mar que con el tiempo adquiere un volumen monstruoso. Ante la imposibilidad de ocultarlo, deciden él y su familia encontrarle una nueva morada: el lago Ness. El mito bajo simbología infantil. Película para toda la familia que en Estados Unidos ha sido calificada PG (recomendada a menores con la guía de sus padres), por la utilización de alguna palabra malsonante y por la aparición de un personaje, fumando (¡dónde vamos a llegar!). Lo de los censores americanos sigue siendo de traca.
A bote pronto, este “Water Horse” supone el reencuentro de James Newton Howard con el género de la aventura fantástica tras “King Kong”, salvando las lógicas diferencias argumentales (la turbiedad de la obra de Jackson nada tiene que ver con las buenas intenciones de la presente). Un género donde el compositor ha dado muestras de ser referente directo (junto a Williams, por supuesto), gracias a su magníficas dotes para el empleo de una gran orquesta sinfónica. En este sentido, “Water Horse” continúa con la tradición de scores ampulosos y grandilocuentes que apelan al gran espectáculo, con el ingrediente añadido del marcado cariz celta e irlandés con el que Howard no sólo delimita los muros geográficos de la trama, sino que constituye en lenguaje articulado a través del cual conecta la propia acción con la mitología y lo desconocido.
No cabe ninguna duda que bajo esos parámetros, la obra no puede resultar más atractiva para el oyente. “Water Horse” quiere ofrecer espectáculo y del bueno, pero es tal el formulismo de su propuesta que sus notas no inspiran “verdad”, no provocan un sentimiento real. Escuchando este score, uno parece sumergirse en un inmenso parque temático de enrevesadas montañas rusas o de costosos divertimentos interactivos donde todo está calculado al milímetro. Bajo el sencillo paraguas de una célula motívica de cuatro notas, que Howard aplica tanto a los momentos íntimos (para cuerdas, para guitarra, a las maderas….) como a los de fuerte contenido épico (al metal o en tutti orquestal), la narración se sucede a través de la aplicación descriptiva del color, de la orquestación y el ritmo.
Si la edición arranca con una atractiva ráfaga de notas de corte intimista (“Main Title”) donde Howard parece apostar por la sutilidad en su aproximación a lo mágico, al mito, pronto el score deriva hacia pasajes atmosféricos donde la orquesta sirve exclusivamente de apoyo al desarrollo de melodías celtas que conducen la obra a terrenos más propios del folk (“Angus Feeds Crusoe”, “You Didn´t Even Get Wet”). Ello no es óbice para que Howard nos conecte fugazmente con el verdadero trasfondo del relato, su adscripción a la aventura, con el uso, cuando es preciso, de acordes mayores que dinamizan la propuesta (recordando aquello que un productor le dijo a André Previn al llegar a Hollywood y que sirve de base al título de su autobiografía, “No Minor Chords”). Así, la cinta deriva hacia la comedia (“Bathtub” o “The Dinner Party”, con la parafernalia que ello conlleva), asume su condición de cine familiar mostrando las virtudes del desamparado monstruo, buscando la empatía del espectador (“Swimming”), introduce componentes oscuros que hacen temer por un final nada feliz (“The Fishermen”) o entra de lleno en la acción pura y dura, cercano el desenlace (“Saving Crusoe”, “The Net”). En esa búsqueda de la comercialidad, no puede faltar la canción de éxito a cargo de una figura establecida (Sinead O´Connor), un refrito de temas, algo insulso, a cargo de los mismísimos Chieftains, o instrumentistas de primer orden encabezados por John Parricelli, Ray Cooper o nuestro internacional Carlos Núñez.
La brillantez de la puesta en escena (la introducción de las Metro Voices o la aplicación de sorprendentes palmas en el corte “The Fishermen”), contrasta con la servidumbre al temp track del que pecan algunos pasajes (“Lemony Snickett” en “Angus In Training” o “Gladiator” en “Saving Crusoe”), en un conjunto abiertamente disfrutable que remite a otras obras del autor: desde “Un Verano en Loussiana”, hasta “Waterworld” o “Dinosaurio”. Un trabajo de gran factura técnica que destila demasiados clichés como para aspirar a cosas mayores, por muy Newton Howard que uno sea.
RESEÑA IGNACIO GARRIDO
De nuevo con la premisa argumental del monstruo del Lago Ness y con el telón de fondo escocés como colorista juego étnico orquestal, nos encontramos ante otra amable película sobre amistad y esperanza revestidas de folclore y aventuras. En esta ocasión el responsable de la composición no es otro que el siempre en boga James Newton Howard, uno de los nombres fuertes del presente en el panorama internacional de la banda sonora.
Atacado, de forma un tanto injusta para el que esto suscribe, en los últimos tiempos por una serie de trabajos que respondían más a unas necesidades fílmicas que a un lucimiento estilístico, el autor de “Viven” demuestra en sus más recientes aportaciones el no haber perdido ni un ápice de su sello autoral ni su capacidad descriptiva tanto melódica como sinfónica. Incluso si cabe, el norteamericano parece haber alcanzado un superior grado de madurez y sobriedad en la aplicación visual de su música como así lo atestigua la espléndida “I Am Legend”.
No obstante lo que “The Water Horse: Legend of the Deep” ofrece es más bien un retorno a los viejos tiempos de la exuberancia orquestal, la riqueza lírica y la variedad temática. Las líneas personales de Howard se ven inmediatamente definidas en la cuerda de su “The Water Horse Main Title” con evidentes resonancias gaélicas. Desde este inicio hasta el meridiano de la obra, el norteamericano navegará por lugares comunes para maderas y violines, con acompañamiento de guitarra o cálidos efectos electrónicos, dando por resultado cortes hermosos y contenidos como “Angus Feeds Crusoe” o “The Workshop”, así como vivarachos y percusivos momentos étnicos como “You Didn´t Even Get Wet” o “Bathtub”.
Pasajes más pausados y contemplativos los tenemos en “Ann” o “Run Angus”, mientras que las situaciones cómicas acompañadas de un preciso y exquisito mickey-mousing de aires celtas se presentan en “Driving to the Loch”. A partir de aquí la segunda mitad de la obra se desliza sutilmente hacia la magia y la aventura, con el enérgico arranque de “The Fishermen” o el progresivo crescendo que se construye durante “Angus in Training”. Aunque el definitivo punto de inflexión del score lo representa el extenso “Swimming”, un corte de más de seis minutos y medio donde el espectáculo sinfónico se mezcla de forma envolvente con el ambiente etéreo coral y la agresividad característica del compositor en la acción para metales y percusión. Un auténtico tour de force que nos retrotrae a los mejores instantes de “Lady in the Water”.
Las siguientes pistas ahondarán en estos conceptos ya sea de modo conjunto o por separado, con sosegantes interludios de calma como son los delicados “The Children Laugh” y “There´s No Monster” o el acelerado ambiente circense de “The Dinner Party”. Así pues la acción más trepidante surge en “Saving Crusoe” como un apabullante ejercicio de polifonía y polirritmia que nos recuerda en su espectacularidad a la otra gran historia acuática del compositor; “Waterworld” y sin bien el gran empaque de esta pieza no presenta elementos novedosos en la carrera de Howard dentro del género, siempre es una gozada poder disfrutar de cortes como este cuyo rotundo acabado y poderosa sonoridad cautivan por su gran calidad. Su directa continuación en “The Net” remata esta vertiente para acto seguido apelar a la épica de la leyenda del lago con un imponente tema noble y heráldico, que aupado por los coros se funde de forma maravillosa con “The Jump”. Este retomará momentáneamente la acción para dar paso a la rendición más emotiva del tema central, voz solista incluida, en “End of the Story, una especie de epílogo suave y cadencioso que nos avisa de que la esperanza sigue viva.
Como colofón final, “The Water Horse Suite” se presenta como un compendio temático escocés de la obra, con The Chieftains como invitados especiales –junto a la no menos destacada Sinead O´Connor para interpretar la canción central de apertura del disco– que demuestran una vez más porque son la mejor banda de música celta del mundo. Así se completa un disco tan ameno y disfrutable como poco novedoso en todos sus aspectos, pero que representa en cualquier caso la buena forma en la que se encuentra un James Newton Howard capaz de seguir creando partituras sinfónicas y coloristas de enorme calado melódico, distinguidas con ese revestimiento orquestal tan propio e identificable que las hace en ocasiones como la que nos ocupa, un auténtico deleite auditivo si se busca una composición basada en los cánones del género de toda la vida.
24-diciembre-2007
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