José-Vidal Rodriguez
En 1991, se cerraba la etapa cinematográfica de la saga intergaláctica “Star Trek” con la sexta y última entrega titulada ”Aquel País Desconocido”. La tripulación original del viejo Enterprise ponía punto y final a sus correrías interestelares en la gran pantalla con esta quinta secuela que, sin ser nada del otro mundo, consiguió al menos recuperar el interés perdido tras la desastrosa “Star Trek 5”, cerrando con cierta decencia una franquicia que ya daba síntomas de sumo agotamiento artístico. Algo que también acabaría sucediendo con las posteriores traslaciones al celuloide de los herederos del Capitán Kirk, aquellos remozados tripulantes de “La Nueva Generación”.
Nicholas Meyer volvía a la dirección tras su correcta labor en la segunda entrega de la serie. Vuelta que supuso además una pequeña revolución en lo referente a su apartado musical, dado el deseo del cineasta por romper con la típica impronta sonora de la saga y ofrecer al espectador una ambientación musical totalmente inédita. Desechado su singular propósito de musicar la cinta con la obra clásica de Gustav Holst “Los Planetas”, Meyer centraría su atención en una demo que cayó en sus manos, obra del joven Cliff Eidelman, el mismo músico que con tan solo 22 años escribiera y condujera la notable partitura para “Triumph Of The Spirit”.
Si Meyer deseaba un sonido nuevo para esta sexta parte, Eidelman se lo ofreció con creces. ”Star Trek 6” supone sin duda un cambio radical respecto a los acercamientos musicales tanto de Jerry Goldsmith (el cuál alabó públicamente la partitura de Cliff), los dos de James Horner, así como aquél cuasi anecdótico de Leonard Rosenman para la cuarta entrega. El joven compositor californiano no sólo rehuye cualquier referencia a este material previo, sino que presenta una partitura fresca, globalmente limpia de manidos clichés y caracterizada por su gran elocuencia en su fusión con las imágenes, convirtiéndose por méritos propios en una de las más atractivas de toda la serie.
No en vano, si un matiz caracteriza sobremanera las propuestas de Eidelman, ese es el tono crepuscular, oscuro y francamente hostil con el que el autor rehuye el heroismo lírico de las anteriores entregas. Lo épico se transforma casi en dramático, y el pesimismo se apodera de los acordes en un acercamiento ciertamente original para este tipo de cinta. Tono éste que tiene su complemento en las magníficas orquestaciones de Mark McKenzie, con las que logra además disimular la algo reducida orquesta de la que pudo disponer el compositor.
De una u otra forma, el joven Cliff ofrece a Nicholas Meyer resultados similares a lo que pretendía a priori con la inclusión de la obra “Los Planetas”. No en vano, ya en el “Main Title” percibimos las intenciones rupturistas del compositor con este feroz tema, creciente en intensidad, incisivo en las formas y que viene a enfatizar el cariz dramático antes que el colorismo épico propio de otros main titles de la saga. Su estructura incluso bebe levemente de algun que otro movimiento de aquella suite de Holst, pero manteniendo una idiosincrasia propia que evolucionará de manera más que sugerente conforme nos adentramos en el resto de los cortes. Así, mientras que en el idílico “Clear Moorings” escuchamos por primera vez el nuevo y radiante motivo asociado al grupo del Enterprise, a partir de entonces la incidentalidad convierte al album en un ejercicio musical sombrío, quizás no apto para todos los paladares, pero de indiscutible calidad artística si comprobamos sus efectos en la propia película. Aquellas orquestaciones graves y virulentas que ya se presentaban en el tema de los títulos de crédito, se convierten en la piedra angular con la que Eidelman apela a armonías huérfanas de heroicidad y mucho más orientadas a presentar un velo musical de clara hostilidad. En este sentido, véanse cortes tales como “Assasination” o “Death Of Gordon”.
Tras esta dura -pero necesaria- parte del score, la urgencia y la tensión se apoderan de dos de los highlights del álbum: las atonalidades hostiles del “Rura Penthe” y el magnífico “The Battle for Peace”, este último compuesto por tres bloques musicales diferenciados en el filme, los cuáles son aplicados a la frenética resolución del argumento. Un Eidelman totalmente entregado al ritmo de las secuencias, logra multiplicar la emoción ante el último acto heroico de los miembros del Enterprise, con un corte feroz y presagiante, bendecido por atractivas transiciones rítmicas y una elocuente percusión, que funcionan impecablemente en pos de sustentar el interés visual ante el trepidante desenlace de la cinta.
La emotiva despedida de la saga, con esa secuencia en la que sucesivamente aparecen las firmas de sus protagonistas principales, tiene en el track “Sign Off” su acompañamiento musical perfecto, a modo de coda triunfal que al mismo tiempo funciona de espléndido contraste a la oscuridad y violencia del resto del score. Aunque no era la intención inicial del compositor, el tema se caracteriza por ser el único (junto con el “Clear Moorings”) en el que oiremos la mítica fanfarria de TV escrita por Alexander Courage, sirviendo además como melodía puente a la popular suite final de los títulos de crédito, en la que Eidelman despliega su buen hacer para reunir todos los motivos importantes del trabajo, al fin en un tono épico más disfrutable para su escucha aislada. El excelente acabado ha convertido esta suite (al igual que el conjunto de la obra), en una de las más populares de la cada vez más decadente filmografía del californiano, que precisamente en aquel 1991 era todavía una de las grandes bazas musicales de un Hollywood que ya pedía sangre nueva.
11-noviembre-2007
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