Ignacio Garrido
En la carrera de muchos compositores, la suerte en la elección de proyectos decide en gran parte la magnitud del éxito de sus carreras, el alcance de su nombre en la industria y a la postre su continuidad dentro de la misma. Si añadimos a esto la rápida evolución de los conceptos musicales que mueven las modas imperantes y el propio transcurso del cine, en especial el norteamericano, ateniéndonos a su progresiva perdida de entidad, calidad y emoción, el resultado de esta combinación para con músicos de la estirpe de Bruce Broughton se torna en un arrinconamiento y un olvido tan imperdonable como triste.
Pese a su categoría e indiscutible talento, nombres de la talla de Jerry Goldsmith, Basil Poledouris o Elmer Bernstein, vivieron (alguno de ellos no pocas veces) la experiencia de participar en películas infames cuya más que dudosa factura no les impedía afrontarlas con la mayor profesionalidad y el genio que les caracterizaba. El caso de la partitura de Broughton para “The Monster Squad” casi podría considerarse un paradigma de este tipo de situación, y como los anteriores ha vivido tiempos peores para ver como su muy superior capacidad se sigue desaprovechando y ha dejado de tener cabida en el medio cinematográfico.
Traducida en nuestro país como “Una pandilla alucinante” (podría haber sido peor), el film tiene firmado su guión por el propio director Fred Dekker –responsable de una serie de catastróficas desdichas– y Shane Black (genial guionista de “Arma Letal” o “El Último Boy Scout”), en el que de forma estrambótica tienen cabida todos los monstruos clásicos de la Universal, tintes de comedia juvenil típica de los ochenta o dosis de terror y ridículo a partes iguales, pese a que la balanza se acabe inclinando hacia esta última vertiente incluso con la simpatía que produce su visionado hoy día.
La única secuencia digna se corresponde precisamente con uno de los pasajes más destacados de la banda sonora, la apertura del film en “Main Title; The Van Helsing Prologue”, un extenso corte que se abre de forma ominosa con el motivo central dedicado a Drácula, una fanfarria oscura de cuatro notas repetida en una segunda frase con variación sobre un ostinato que le da cuerpo acompañado de figuras para cuerdas que recuerdan, al igual que el tema, la esencia de Herman Stein o Hans J. Salter (en todo un homenaje a los protagonistas musicales de los films clásicos del género). Acto seguido a completarse el tema con sugerentes arabescos en los violines, aparece un sincopado fragmento de acción en la mejor vena de su autor que se intercala con la aparición de un nuevo leit-motiv de cierto peso dentro de la narración, al estar asociado a un amuleto mágico que se identificará con un angelical coro femenino y que sirve como oposición luminosa con su melodía y orquestación a la oscuridad dominante de los monstruos en general y del conde en particular.
Momentos de suspense y acción tan breves como poderosos hacen su aparición en “Bat in the Hold”, “Let it Begin” o “Monster Music”, con ideas que se irán desarrollando hasta alcanzar estallidos épicos de terror como “Class Reunion” con la aparición del tema de Drácula o soberbios pasajes descriptivos, donde la poderosa personalidad del músico se aprecia en todo su esplendor, como “Mr. Alucard; Making Plans” y “At the Mansion; On All Sides” por ejemplo. La vertiente dulce y amable de la película en la relación de la niña del grupo con Frankenstein –habitualmente y aquí no es una excepción– el único monstruo tratado positivamente, tiene su homóloga descripción sonora por parte del autor de “Tombstone” con un delicado y sencillo tema de amistad que hace su primera aparición en “Phoebe Meets Frank” y que más tarde se retomará con mayor protagonismo en “Walking Dead Guy” o “Scary Mask”.
Por otro lado Broughton no consigue escapar del yugo estético de la década de producción del largometraje en las pistas “At Phil´s”, “Phil´s #1” y “Phil´s #2”, en las que cumple con los sintetizadores y ritmos poperos pertinentes. Estos instantes son en cualquier caso los menos y enseguida dan paso a la recta final del score con la reaparición del tema del amuleto en “Recovering the Amulet” y otro de los bloques más largos y elaborados; “At Sean´s House; The Vampire kKilled; Kill a Woman”, todo un compendio de la elegancia, robustez arquitectónica y polifonía de un compositor en plena forma.
“Creature Carnage” igualmente estupendo precede al tour de force “Phoebe and the Count; The Final Vortex & Finale”, un fastuoso recorrido de casi diez minutos donde todos los temas se retoman y consiguen revitalizarse hasta conseguir sonar aquí en sus mejores y más espectaculares versiones, además de construirse las piezas de acción más trepidantes y arrolladoras de todo el trabajo, demostrándose con ello la evolución y dosificación de la intensidad emocional de la composición hasta alcanzar un climax imponente, en el que por otro lado se apreciarán por momentos algunos retales de “Silverado”.
Sin aportar dentro del conjunto ningún elemento novedoso, ni poseer una brillantez no contrastada anterior o posteriormente en otras creaciones suyas de la misma calidad (“El chico que podía volar”, “Testigo accidental”), “The Monster Squad” destaca más que nada por el carácter mítico de ser una partitura inédita muy querida por el aficionado, en la que Broughton aplicó todo su buen hacer en un momento, para él y para la música de cine, en el que era muy difícil que nada de lo que hiciese fuese como mínimo destacable. Sin embargo sí que cabe apreciar algo sobre su ansiada edición en CD por parte de la casa Intrada; su exquisito acabado, destacando su excelente sonido y las abundantes notas llenas de interesante información, algo que en definitivas cuentas transmite la sensación de cuidado y cariño por un producto tan deseado como satisfactorio.
31-octubre-2007
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