Pablo Nieto
La frágil memoria de los alimentadores de filias y fobias, es también débil moralidad (y/o sentido crítico), que si bien debe ser observada con paciente sonrisa, no tiene porque dejar de causar vergüenza ajena. Por supuesto, John Powell ha sido el primer plato favorito de aquellos “caníbales” de la verdad suprema. Alimentadores de un ego consumista que ha conseguido saciar el espíritu crítico (maniático) a cambio de una elevación a los altares, cuyos excesos siempre han sido aplaudidos por el pueblo. Pan y Circo.
Ni tanto ni tan poco, quiero decir, una trayectoria profesional debe ser medida, valga el perogrullo, desde ese prisma profesional. Todo lo demás es confeti flotando en un cubo de agua. Confeti que en muchas ocasiones nos ha regalado este compositor británico, con sus trepidantes scores de acción (reconcibiendo el género) para “Paycheck” o “The Italian Job”.
En 2002, Powell ponía los cimientos musicales de la trilogía de Bourne. Tres formidables películas de acción y espionaje sin excesos, desarrolladas con admirable pulso por Doug Liman y Paul Greengrass (directores fetiche de Powell, con quienes repitiera en “El Señor y la Señora Smith” y “United 93” respectivamente).
Ritmo y percusión son la principal obsesión de un Powell, que a su vez consigue dotar de una línea melódica retentiva a la mayoría de sus trabajos, con fraseos admirables y perfecta fusión entre orquesta y electrónica. Por supuesto, el universo Bourne comparte estos principios fundamentales del estilo del compositor. Sin embargo, no estamos ante la música referencial que muchos han querido ver en esta saga. Powell no ha reinventado nada, en todo caso ha tenido que contener su estilo y adaptarlo a unas necesidades cinematográficas donde la música es una parte más de esa atmósfera fría y letal que impregna las imágenes. Esa sensación de búsqueda del protagonista, que sólo encuentra acomodo conforme va dejando atrás rastros (y restos con forma de cadáver) de un pasado truculento. Un score solvente y aceptable en los tiempos que corren, pero cuya indudable calidad ha de ser valorada desde el prisma de la falta de originalidad. Es la tercera parte de una saga, que nadie lo olvide.
Para “El Ultimátum de Bourne”, Powell rescata toda la temática previa, el sonido Bourne, buscándole acomodo en nuevos pasajes dramáticos, como lo demuestra el corte introductoria “Six Weeks Ago”. Mucho más inspirado se muestra en “Tangiers”, logrando una exótica fusión de percusión occidental con la marroquí, por supuesto sin disminuir en ningún caso el ritmo y la intensidad de la música. Casi ocho minutos de acción sin respiro, sólo igualados por los adrenalíticos diez minutos de “Waterloo”, ejemplar pasaje donde la acción en ningún caso tapa las necesidades musicales de tensión que requiere el thriller, y por supuesto “Assets and Targets” otros siete minutos sin tregua alguna.
Omnipresente el tema de amor de Marie. Nostálgico y pasional a la par. Introducido en “Thinking of Marie”, y recordado a modo de breves apuntes en el resto de la partitura (“Jason is Reborn” entre otros).
El disco concluye con la estupenda canción de Moby “Extreme Ways”, que ya escucháramos en “The Bourne Supremacy”. Un grupo habitual en finales de muchas películas, no sólo en esta saga. Así, no olvidemos su presencia en “Heat” o “El Dilema”.
James Bond ya tiene un competidor, y este no es otro que Jason Bourne. Sólo la extraordinaria “Casino Royale” ha conseguido hacer olvidar los últimos fiascos del agente secreto más famoso de todos los tiempos. Musicalmente hablando, también la última versión de Bond ha ido acompañada de una acertada partitura de otro compositor de capa caída: David Arnold. Aún así, John Powell se sitúa como el nuevo referente musical del thriller contemporáneo.
12-septiembre-2007
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