Ignacio Garrido
Con veinte años de edad recién cumplidos y tras otras tantas temporadas de emisión, convirtiéndose de este modo en la serie de animación más longeva de la historia de la pequeña pantalla, "Los Simpsons" han dado por fin el salto al celuloide. Con suficientes alicientes como para atraer a toda su legión de seguidores, así como para captar definitivamente a aquellos despistados mortales que no conociesen de su humor ácido y balsámico, este entrañable y variopinto núcleo familiar disfuncional, acompañado de los cientos de geniales secundarios que les han ido saliendo al paso de sus desventuras año tras año, nos hacen disfrutar de nuevo y de forma alargada en el cine, con chispazos de pura genialidad que entran por derecho propio a formar parte de lo mejor de su antología.
De forma redonda –nunca mejor dicho– se completa un film sólido y compensado, donde la nutrida cantidad de guionistas responsables ha obrado el milagro de elevar a más del triple la duración de un episodio convencional y no perecer en el intento. A base de exprimir al máximo un humor tan codificado e irreverente a estas alturas, tan solo sus creadores y de la forma en la que lo han hecho (respetando por completo el espíritu de la serie e incluso estirándolo un poco más si cabe), podían culminar la –quizás– última gran aventura de la familia Simpson.
El homólogo sonoro de esta larga cadena de responsables de gags, chistes y sucesión de secuencias delirantes, lo podemos encontrar sin hacer bromas baratas en el responsable de su partitura, el alemán Hans Zimmer, otro codificado autor tan capaz de sorprender y ser brillante como de cumplir bajo mínimos de forma poco o nada arriesgada. La, también, legión de ayudantes, arreglistas y orquestadores del compositor, parece haber campado a sus anchas más que nunca dentro de un trabajo disperso por necesidad dadas las características de la música (en esencia un amable y funcional mickey-mousing melódico en el que todo vale). Su aportación reciente en el tratamiento de la cuerda o la depuración en el empleo de las secciones de la orquesta brilla aquí por su ausencia, consiguiendo resolver un trabajo tan fácilmente digerible como una rosquilla; momentáneamente placentera, pero inevitablemente pasajera.
Sin entrar en las sempiternas disquisiciones sobre la idoneidad del proyecto para con otros autores (Elfman, Clausen) dada la autoría de su archiconocido tema central o de los propios episodios, la presencia de Zimmer en la cinta no deja lugar a dudas tras leer las notas del interior de la carpetilla del disco que Jim Brooks (productor del film y recordemos director de trabajos previos del alemán como “Spanglish”, “Mejor imposible” o "Aprendiendo a vivir") le dedica amablemente. Así pues en el score podemos encontrar un sencillo y efectivo tema de aire circense en “Trapped Like Carrots” que hará las veces de motivo central a lo largo de la exposición temática, animosos y dinámicos fragmentos de acción anárquica como “Release de Hounds”, así como momentos heroicos en “... Lead, Not to Read” o un scherzo para piano y pizzicatos rematado en un exagerado vals en “World Fattest Fertilizer Salesman” por ejemplo.
El sutil empleo y variación del tema central de Elfman en “What´s an Epiphany?” o “Thank You Boob Lady” resulta entrañable y su versión rítmica en uno de los cortes más extensos de la edición, “You Doomed Us All... Again”, introduce además potentes percusiones marca de la casa. Otros instantes más sorprendentes surgen en los breves “Bart´s Doodle” y “Spider Pig”, que dan cierto color al conjunto, mientras que por el contrario la versión electrónica con el tema principal creado por Zimmer que cierra la banda sonora, no hace sino estropear la concepción que se había establecido con el desarrollo ideario anterior y afea en exceso el final de la obra.
Tenemos pues una partitura a medio camino entre el cliché predecible y el destello resultón, entre el convencionalismo funcional y la elegancia comedida, que sin llegar a cuajar del todo consigue arrancar momentos de cierta inspiración pese a que su vis cómica general se reduzca a la efectividad simplista de unos conceptos en exceso manidos y previamente utilizados muchas veces antes. Se podría decir que no existen errores, pero los aciertos no son en absoluto meritorios. Quizás hubiese merecido la pena apostar por ideas o nombres algo más originales para con esta película (pues sin duda Homer, Marge, Bart, Lisa y Maggie merecían algo más en su apartado musical) pero a buen seguro la tranquilidad que siempre asegura el autor teutón en los productores y el éxito de ventas del disco no habrían sido tan indiscutibles.
El viaje sonoro que, en resumen, nos propone “Los Simpsons: la película”, no deja de ser un agradable recorrido por lugares comunes que cualquier seguidor, no ya de Hans Zimmer, sino de la serie de animación en general, reconocerá sin problemas, sin sorpresas y puede que con cierta decepción en el caso de ser aficionado además de a la genial familia, a la música de cine.
6-agosto-2007
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