José-Vidal Rodriguez
Si uno atiende a la cartelera de los últimos años, parecería como si los héroes de los 70 y 80 se resistiesen a abandonar la primera línea cinematográfica de este bien entrado siglo XXI. Al reciente regreso de personajes tales como “Superman” o “Rocky”, se han venido a unir los proyectos anunciados para resucitar viejos conocidos del celuloide tales como “Indiana Jones” o “Rambo”, en lo que parece ser otra de las muestras de la “tremebunda” originalidad de los guionistas norteamericanos actuales.
El último de los caracteres rescatados del olvido es el de John McClaine, aquel agente de policía con especial predilección por hallarse siempre en el lugar y momento equivocados. Después de tres entregas de decreciente calidad, todas ellas rodadas eso sí con oficio por John McTiernan, "Life Free or Die Hard” conforma la cuarta parte de la famosa saga “Jungla de Cristal”, en la que ya un entradito en años Bruce Willis, se enfrenta de nuevo a un grupo terrorista que quiere dominar el país. Como los tiempos cambian, en esta ocasión se trata de delincuentes cibernéticos empecinados en sabotear la estructura tecnológica que sustenta la economía de los USA, por lo que McClaine contará en su misión con la ayuda de un joven hacker informático.
Tras la trágica desaparición del músico oficial de la franquicia Michael Kamen, el director de la nueva cinta, Len Wiseman, encarga las labores musicales a un Marco Beltrami con el que ya colaboró en la post-producción de “Underworld: Evolution”. Pese a esos estimulantes inicios que denotaban la presencia de un nombre muy a tener en cuenta, el autor lleva encadenando una serie de títulos tan olvidables fílmicamente hablando, como francamente flojos en lo relativo a su contribución musical (la horrenda “The Omen” o la mencionada secuela de “Underworld” son buenos ejemplos de lo antedicho). Para desconsuelo de sus seguidores, esta nueva entrega de “La Jungla de Cristal” no supone en absoluto una excepción a dicha tónica, ni por descontado una redención a la cansina automaticidad y desidia con la que Beltrami está empañando últimamente su filmografía.
Sin ánimo de ser injustos, pero apelando a la frase-reclamo con la que Varése oferta el álbum ("Marco Beltrami has done an outstanding job of both scoring the new film as well as paying tribute to Kamen´s memory"), resulta en este caso inevitable contrastar los resultados obtenidos por el gran Michael Kamen en la saga, con los aquí alcanzados por el nuevo compositor que recoge su testigo. Con sus virtudes y defectos, Kamen acertó en su acercamiento a la tensión argumental desde una incidentalidad particularmente expresiva, favorecida incluso en su variedad temática por las alusiones al periodo navideño en el que se desarrollaban las dos primeras partes de la saga. Igualmente, el newyorkino escribiría estimulantes ejercicios de frenetismo sonoro para determinadas secuencias de acción, en las que el dinamismo no sólo descansaba en lo visual, sino que de forma imprescindible bebía del trepidante soporte sonoro escrito por el autor (en este sentido, acertada -e infravalorada por muchos- fue su “Die Hard 2”). Beltrami por contra, no parece encontrar el punto exacto de estímulo para la nueva partitura, perfilando sus propuestas hacia un acabado que, fuera de sus fuegos de artificio orquestales, rítmicos y electrónicos, no esconde sino una marcada ausencia de inspiración -y ante todo, innovación- del compositor italo-americano.
Pese a que atendiendo al arranque del primer corte “Out of Bullets“, pudiera parecer que Beltrami opta por el continuismo de la eficaz línea kameniana -sobre todo por esa alusión al sinuoso motivo de cuatro notas utilizado durante toda la saga-, muy pronto comprobaremos que el score gira radicalmente a terrenos mucho más convencionales, así como rápidamente identificables en el estilo adrenalítico, ya algo hastiado, propio de Marco Beltrami. Al respecto, si una virtud tiene la partitura, esa es la de ofrecernos la visión netamente personal del autor (en este caso, desacertada) sobre su peculiar manera de entender la tensión policíaca y la dinámica de la acción frenética, mostrándose cuanto menos congruente, salvo puntuales excepciones, con sus postulados propios.
De este modo, en una sucesión de cortes vigorosos, que bien parecen reciclados de sus scores para “Terminator 3” o “I, Robot”, el compositor apela a fieras e incisivas estructuras rítmicas y a la reiteración de figuras, acudiendo de nuevo a aquéllas cadencias mecanizadas que ya parecen haberse convertido en marca de la casa. Sobre esta premisa rítmica, fundamental durante los 60 minutos de álbum y que parece convertirse en el único nexo de cohesión del trabajo a falta de leitmotivs reconocibles (salvo esa simplona frase del “Life Free or Die hard”), Beltrami construye desde la aparatosidad una serie de texturas de acción aferradas al caos orquestal, puntualmente a la estridencia malentendida, y sobre todo a la excesiva y a veces innecesaria ofuscación en lo disonante (“Leaving The Apartment”, “Traffic Jam”). Recursos que sirven para finiquitar decentemente los momentos dramáticos (It´s A Fire Sale”), pero con los que, de forma francamente ”tramposa”, el compositor intenta hacer pasar por vibrante lo que en términos estrictamente musicales, no parece serlo demasiado.
¿Cuál es el resultado final de este cúmulo de irregulares y previsibles propuestas del italiano? Pues ni más ni menos que un score de acción sin chispa (la principal razón de su escaso interés) y claramente falto de desarrollo, más preocupado ante todo por las formas que por el verdadero fondo. No dudo que la partitura podrá encajar con cierto oficio en la cinta, soterrada entre explosiones y efectos sonoros varios, pero deviene en francamente aburrida en su audición pormenorizada en compacto (perjudicado, si cabe, por una duración excesiva del mismo, atendiendo en este caso a la monotonía y similitudes de varios cortes). Baste sólo señalar que los escasos instantes en los que el oyente encuentra vestigios de música realmente interesante, son precisamente aquellos fragmentos en los que Beltrami homenajea de forma velada a la aproximación musical de Kamen en la saga, caso de las cuerdas iniciales del “Hurry Up!” o las alusiones al comentado tema central de la saga en “Landing” o el explosivo “The F-35” (que junto con el “Cold Cuts”, constituye el corte más entretenido del trabajo). Algo que da buena muestra de la tibieza de ideas propias del italiano.
Es por ello que una vez acabada la escucha del CD, muchos aficionados no podrán evitar esa sensación de añoranza al correctísimo trabajo de Michael en la franquicia, principalmente porque Beltrami no convence en esta incursión en el género de acción pura y dura que parece resistírsele. Algo que, unido a los flojos resultados cosechados en partituras inmediatamente anteriores a la presente, no hacen sino confirmar el notable bache creativo en el que se halla sumido el mismo autor que levantara en sus inicios fuertes expectativas en la crítica. Quizás necesite una nueva colaboración con Guillermo del Toro para remontar la crisis, al igual que ocurriera anteriormente con su redentora y magnífica “Hellboy”.
28-junio-2007
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