José-Vidal Rodriguez
Dentro del poblado mercado de recopilatorios dedicados a música de cine, el presente ”Music For A Darkened Theatre" ha tenido siempre un lugar preferencial en el gusto de muchos, desde su publicación allá por el año 1990. Una colección de indudable interés no sólo a los ojos de los ávidos seguidores del genial Danny Elfman, sino también para todo buen aficionado a las soundtracks en general.
Y es que el álbum reúne las claves de toda compilación para satisfacer plenamente al posible comprador: su intachable calidad de sonido (la gran mayoría de cortes son extraídos de los scores originales), así como la espléndida selección del material, destacando la inclusión de trabajos de muy difícil adquisición o incluso totalmente inéditos a fecha de hoy. Como necesario complemento a este magnífico compacto, seis años más tarde se editaría un ”Volumen 2” ampliado a dos CDs, que contando con similar aceptación popular, lo cierto es que incluía gran cantidad de scores muy comerciales, esto es, de mucho menor atractivo a efectos de coleccionismo.
Ni más ni menos que 73 minutos de música -estructurados tanto en formato de temas aislados como en suites de considerable duración-, nos ofrece el sello MCA para regocijo del aficionado más exigente. Exceptuando algún que otro corte cuya audición resulta más anecdótica que verdaderamente interesante (caso del cortometraje “Face Like a Frog“, la totalmente electrónica “Wisdom” o el “Back To School”, obra que el propio compositor define como ”A silly piece of music”), el disco mantiene, como veremos, un excelente y equilibrado nivel de calidad, que se complementa por su impecable presentación con breves notas del propio Elfman sobre cada score.
El popurrí de temas escrito para “Pee-Wee´s Big Adventure” (primer largometraje para gran estudio de su inseparable partenaire Tim Burton), abre el compacto para presentarnos una simpática música de tono circense, en la que el compositor evoca la personalidad del excéntrico Pee-Wee Herman mediante curiosísimos “malabarismos” melódicos, temas de alocada construcción rítmica a piano y extravagantes orquestaciones (especialmente atractivo es el fragmento “Breakfast Machine”). Aproximación que repetiría en la secuela de la cinta ”Big Top Pee-Wee” -esta vez sin Burton en la dirección-, introduciendo también cortes de calado más íntimo y preciosista, así como un mayor aparato electrónico complementando a la orquesta.
La suite para ”Batman”, un score tan generalizado y popular como imprescindible en cualquier compilación del autor, nos presenta su imperecedera y apabullante marcha central dedicada al héroe, así como dos temas adicionales (aunque se eche de menos aquél pegadizo vals asociado al Jocker), que ejemplifican ese acabado abiertamente gótico con el que el autor ahonda con fortuna en el sombrío universo de la ciudad de Gotham. Escrita en 1989, la partitura fue sin duda el trampolín definitivo para el despegue de Elfman, y todo un punto de referencia a la hora de entender posteriores trabajos de similar argumento heroico. Caso del ”Dick Tracy”, un desigual score cuyo tema central bebe mucho del cariz vigoroso usado en la traslación musical del héroe murciélago.
Los trabajos para ”Nightbreed” y ”Darkman” (ésta última, una de las más estimulantes partituras escritas para su amigo Sam Raimi), mantienen ciertas similitudes no sólo en lo relativo a su año de composición (1990), sino también en el tono decadente, caótico y extremadamente crepuscular de sus notas y orquestaciones. Acercamiento que tiene su explicación en la especial personalidad de los respectivos protagonistas de ambas cintas, antihéroes desterrados a la soledad y atormentados por sus rarezas físicas.
Para dos de sus escasos acercamientos de música ajena al sinfonismo, Elfman demuestra una extraordinaria versatilidad, esta vez en su acercamiento a sonoridades country-blues, en ”Hot Trot” (con un expresivo acordeón llevando la manija del score) y sobre todo en su interesante ”Midnight Run”, afortunado ejercicio de música urbana para esta desenfrenada comedia dirigida en 1988 por Martin Brest, en la que el protagonismo musical radica en tonalidades acústicas y puntuales instantes de rock. Texturas al fin y al cabo, muy alejadas de las maneras tradicionales de composición del de Texas. De esta forma, la temática de ambas partituras entronca de alguna manera con los inicios artísticos de Elfman como miembro del grupo “Oingo Boingo”, formado junto a su hermano mayor Richard.
En lo concerniente a los encargos escritos para la pequeña pantalla, no podía faltar la sintonía de la serie de animación más longeva de la televisión, ”The Simpsons”, presentada aquí en una versión regrabada, pero de gran fidelidad respecto al original. El terror de tintes cómicos -género que no sólo explotó Elfman en cine con su histriónica ”Beetlejuice”-, tiene también cabida en este álbum con la magnífica marcha de los títulos iniciales escrita para ”Tales from The Crypt”, aquella serie de relatos cortos presentada por un sarcástico demonio, cuyo éxito originó incluso el rodaje de varios filmes para la gran pantalla.
Sin duda, dos de los principales reclamos del álbum los encontramos justo al final del mismo: el onírico ”Love Theme” a piano de ”Forbidden Zone”, supone un breve ejemplo del score escrito para esta cinta dirigida por su hermano Richard allá en 1980, trabajo de culto para muchos que, como expone el propio Elfman, supuso la primera ocasión en la que escribía un tema de amor.
En cuanto a la parcialmente inédita Scrooged, versión actualizada del “Cuento de Navidad” de Charles Dickens interpretada por histriónico Bill Murray, se incluye la grabación -conducida por la recientemente fallecida Shirley Walker-, conformada por la friolera de nueve cortes de la partitura, más que suficientes para hacernos una idea del tono global del encargo. Con ”Scrooged”, el autor ya nos presenta un buen puñado de los recursos sinfónicos que caracterizarían en años venideros el inconfundible universo elfmaniano, y de ahí la trascendencia de esta pieza. Entre ellos, podemos destacar su inmediatamente reconocible tratamiento coral, su inconfundible construcción armónica a cuerdas y la potenciación orquestal de lo grotesco, tan importante en trabajos posteriores de mayor trascendencia.
”Music for A Darkened Theatre” acierta de pleno en su propósito de acercarnos de forma rigurosa a la primera etapa musical del compositor de Texas. El paso de los años no ha restado ni un ápice de calidad al álbum, y teniendo en cuenta los ostensibles cambios formales de la impronta elfmaniana en estos últimos tiempos, el disco deviene en una obra esencial para entender la peculiar idiosincrasia del que sigue siendo -pese a sus altibajos-, uno de los autores más fascinantes y reconocibles del Hollywood reciente.
16-junio-2007
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