Miguel Ángel Ordóñez
Como respuesta al “Motín a bordo” de la MGM, la Columbia rueda en 1962 “Damn the Defiant!” (Motín en el Defiant). De argumento muy semejante, cuenta la historia acontecida, a finales del siglo XVIII y en plena guerra de Inglaterra contra Francia, a bordo del Defiant, un navío de guerra inglés comandado por el capitán Crawford en el que un oficial impone a la tripulación una condiciones de trabajo insoportables.
El británico Clifton Parker, conocido por sus scores de trasfondo marítimo (“Treasure Island”, “The Blue Lagoon”, “Sink the Bismarck”, “Sailor of the King”) era el encargado de confeccionar la partitura dramática del filme. Compositor dotado de un acentuado academicismo, a la sombra de grandes como Walton o Vaughan-Williams, su música se adscribe plenamente en la llamada Escuela Británica. Dotadas ocasionalmente de una construcción sorprendentemente gélida, sus composiciones para la mítica “La noche del demonio” (de Tourneur) y la reivindicable “Infierno bajo cero” (del siempre eficaz Mark Robson) son sin duda los momentos álgidos de su carrera. Quizás, porque en ellas logra trascender su marcado interés por la música descriptiva consiguiendo subjetivar poderosamente ambas tramas.
En “Damn the Defiant!” (“H.M.S. Defiant” en su título británico), Parker sorprende por su acentuado tono melódico. Su arrebatador tema central (“Main Title”, “Midnight on the Defiant”), corolario de ilustres epopeyas marinas, arranca con un preludio que pretende situar la acción en pleno siglo XVIII (Roy Budd repetirá formula más tarde en su magnífico acercamiento al universo stevensoniano con “Kidnapped”), dando paso a la noble y épica melodía medular, cercana a Vaughan-Williams, que asocia directamente al espléndido navío.
Sobre esa sólida base, Parker se limita a construir a su alrededor una cohorte de motivos que bien se asientan sobre la propia temática del motín (“Vizard Theme”), a través de una tensa y asimétrica figura que precede a un poderoso empleo del metal, o que apela a una sabrosa descripción de la aventura y la acción (“Crawford at Vizard´s Deathbed”) sumido sobre deliciosos contrapuntos para cuerda y metal.
Quinta de las grabaciones de FSM sobre material editado en su tiempo por la mítica Colpix (creada por Stu Phillips a finales de los 50, su nombre procede de la abreviatura de Columbia Pictures), “Damn the Defiant!”, un score que no llega a sobrepasar los 20 minutos de duración, es presentado en su edición discográfica con cortes remontados a partir de esa limitada duración, intercalando repeticiones de los temas principales junto a música incidental compuesta ad hoc, obteniendo con todo ello un batí burrillo sonoro que favorece la escucha aislada en perjuicio de un purista acercamiento a la verdadera función dramática de la composición (correspondencia entre lo que se cuenta y lo que se escucha).
Como acompañamiento, FSM incluye otra banda sonora editada por aquel sello. “Behold a Pale Horse” (Y llegó el día de la venganza) es una película basada en el militante anarquista y antifascista Quico Sabaté, exponente de la guerrilla urbana antifranquista. Dirigida por Fred Zinnemann, centra su mirada en un antiguo maquis (Gregory Peck) que lleva veinte años exiliado en Francia y decide regresar a España debido a la grave enfermedad que padece su madre. Pese a los años transcurridos, el guardia civil Vinolas (Anthony Quinn) no se ha olvidado de él e intentará apresarle.
Musicalmente, la partitura compuesta por el francés Maurice Jarre aporta más bien poco. La misma, gira alrededor de una marcha (la de los exiliados, melodía que con ligeros cambios será el embrión futuro del magnífico tema central de "The Man Who Would Be King") que emerge en tono menor y se apodera de la acción a través del empleo de voces solistas. Arpa, guitarra (extrapolando para este instrumento parte del material grabado por él un año antes en el documental “Morir en Madrid”), clavicémbalo y maderas son el color empleado por el francés con la intención de incidir en las secuelas que la Guerra ha dejado en Sabaté.
Desde ese punto de vista la banda sonora no deja de ser ejemplar, pues logra humanizar el contexto fílmico, jugando con el contraste de su magnífica fotografía en blanco y negro y el desilusionado ánimo de los protagonistas. Pero al margen de su valiosa función, el score en su escucha aislada es bastante aburrido. Un complemento que no resta méritos a esta edición recomendable.
24-mayo-2007
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