Raúl García
El realizador británico Alan Parker dirige una obra articulada sobre la novela "Angela´s Ashes" un best seller de Frank McCourt traducido a cientos de idiomas. El argumento nos lleva a la pobre Irlanda de principios del siglo XX, donde la familia McCourt malvive como puede, con la triste meta personal de poder sobrevivir al día a día. Una familia católica que cae en la mayor de las desgracias, que sufre la muerte de los suyos, que se avergüenza de no poder comprar una barra de pan y que ve como el marido, lejos de buscar trabajo estable o administrar correctamente el subsidio, se lo gasta en espumosa cerveza negra. América es la única salida posible para el mayor de los McCourt, un sueño por el que trabajará duro y que a lo largo de sus vivencias se verá salpicado por continuas desgracias.
Junto a las grandes superproducciones a las que suele ligarse su carrera, John Williams ha demostrado estar particularmente interesado en un cine más íntimo y cercano al que ha sabido aportar obras dramáticas de igual importancia. Obviamente, la temática de “Las cenizas de Ángela”, elude cualquier reminiscencia al Williams más enérgico, vitalista o explosivo de aquéllas. La música para esta banda sonora es de tinte dramático, destacando su aire apesadumbrado, por momentos evocador y en la mayoría del metraje, afligido. Cortes repletos de finos matices que genialmente aportan un cariz personal y homogéneo a las imágenes.
Dos aspectos rompen esa unidad en la que nos sumerge John Williams con su música. Por una parte, la edición americana de la soundtrack (Sony Classical SK 89009) incorpora diálogos narrados por Andrew Bennett que dificultan la escucha aislada (recomendable absolutamente la edición europea). Por otra, y mucho más grave, ambas ediciones rompen esa unidad estilística, primero con una ordenación inadecuada de los cortes (algo en lo que Williams suele hacer especial hincapié), finalmente por la inclusión de source music que ejerce de elemento rupturista respecto del tapiz dramático creado por el compositor (¿tan difícil resulta colocar esta musical ambiental al final de la edición?).
Para la concepción de este contexto familiar devastado por desgracias incesantes, el compositor utiliza la sección de cuerdas (principalmente violines y chelos), el viento (con especial protagonismo del oboe), arpa y piano, alejando a las percusiones de cualquier protagonismo. La banda sonora se inicia con el tema principal, omnipresente –que tendrá su versión reprise en el corte de cierre del compacto-, donde el neoyorquino realiza su particular declaración de intenciones. La triste y atormentada vida de los McCourt se traslada al pentagrama, un tema sumamente afligido que pretende ejemplarizar lo cerca que se encuentran los personajes de tocar fondo.
El motivo dramático será revisitado por parte de un Williams, pletórico de recursos, que sin caer en el hastío, logrará arropar diferentes estados emocionales con el mismo. Así, en cortes como “Lord, Why Do You Want The Wee Children?” o “I Think of Teresa”, el motivo emerge de forma desgarradora, con solos de piano, oboe y chelo. No cabe duda que John Williams se sirve repetidamente del tema para su discurso narrativo. Los mismos recursos a lo largo de la banda sonora otorgan una sensación claustrofóbica, potenciando el ciclo atormentadamente pertinaz en el que se haya sumida la familia.
Lejos de encerrarse en una monotemática decadente, el compositor también se vale de cortes como “My Dad´s Stories” o “Delivering Telegrams”, con abundante uso de pizzicatos, o “The Lanes of Limerick” con un mágico uso del arpa, recordando por momentos su uso en “E.T, The Extraterrestrial”, otorgando un cierto cariz étnico a la partitura. Por último, otro de los highlights de la partitura es el maravilloso y esperanzador “Back to America”, demostrando Williams que en el uso de las armonías no encuentra rival.
No cabe duda, que “Angela´s Ashes” es la demostración palpable de cómo con pocos mimbres (un tema principal retentivo y alguna que otra idea secundaria), Williams es capaz de realizar una de las composiciones más exquisitas de su carrera. Un trabajo con el que elude tomar partido frontal por la lamentable situación de sus protagonistas, centrándose en su dolor, como un espectador que asiste impasible al descenso a los infiernos de la miseria de una familia que habita la trastienda de cualquier sociedad capitalista.
29-abril-2007
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