José-Vidal Rodriguez
No cabe duda que el arranque de la década de los 60, constituyó para el maestro Elmer Bernstein el periodo más fecundo de su carrera, en cuanto a la composición consecutiva de un grupo de partituras que por méritos propios, han quedado grabadas en la historia de la música de cine como auténticas obras de referencia. Quédense si no con títulos de la trascendencia de “The Magnificent Seven” (1960), “To Kill a Mockingbird” (1962) o “The Great Escape". Tradicionalmente, de la anterior lista se solía caer un trabajo que, quizás por su falta de repercusión discográfica (nunca se editó ni siquiera un LP con parte de su música), no acabó de popularizarse en la debida forma que merecía. Me refiero a ”Birdman of Alcatraz”, partitura escrita en 1962 para la hermosa película dirigida por un John Frakenheimer en pleno estado de gracia, que convencía a todos de su talento narrativo a través de este hermoso filme denuncia. Basado en la historia real del recluso Robert Stroud, (encarnado de forma genial por Burt Lancaster), la cinta ahonda en su casi medio siglo de encierro, periodo en el que redescubrirá su humanidad perdida gracias a sus estudios de ornitología, para posteriormente luchar contra el sistema penitenciario americano, cuando ese mismo sistema -creado en teoría para favorecer su reinserción-, le prohíbe continuar con su pasión redentora por el onírico universo de los pájaros.
Fuera de supuestos problemas externos para su lanzamiento comercial, lo cierto es que una de las posibles razones por las que el score de este ”Birdman of Alcatraz” nunca vio la luz en su día (quitando aquél posterior semi bootleg de Tsunami de horrendo sonido), bien pudiera radicar en la especial concepción, desarrollo y puesta en escena de una partitura tan estimulante como sumamente complicada y “sesuda” en su escucha aislada. Y ello porque, más que nunca, nos hallamos ante un trabajo brutalmente ligado a las imágenes, que rehuye de manidos virtuosismos en pos de ofrecer música de cine en estado puro; aquella que no se recuerda especialmente por temas pomposos o retentivos, sino que desde su brillantez de propuestas conceptuales es capaz de sumergir al espectador, de principio a fin y con sumo detalle, en las intencionalidades narrativas de la historia.
De esta forma, Bernstein no sólo se limita a actuar como ambientador musical, sino que se convierte en un auténtico narrador con sometimiento total al devenir de las secuencias. Algo que, por tanto, posibilita apreciar en su score los distintos bloques temáticos sobre los que incide el espléndido guión de Guy Trosper; bloques que, todo sea dicho, son tratados siempre, musicalmente hablando, desde una palpable economía de medios (cuerdas, vientos y diversos timbres son casi los únicos protagonistas orquestales), así como haciendo prevalecer una visión musical que, en términos globales, pasa de puntillas por el dramatismo intrínseco a la vida de Stroud (algo en lo que hizo especial hincapié Frankenheimer), en favor de una aproximación más compasiva, e incluso por momentos esperanzadora.
Entrando en materia, el “Main Title” aúna, en sus escasos tres minutos, varios de las ideas sobre las que Bernstein cimentará su trabajo. Las primeras notas a flauta y piccolo, nos adelantan el gentil tratamiento que recibirá la música dedicada a la primera hora y media de filme, con la ornitología como cauce liberador de Stroud, incluyendo una melodía a oboe con arrebatos de convertirse en el tema central del trabajo, que irá creciendo en intensidad hasta ver en pantalla la secuencia del protagonista “espiritual” de la cinta, la prisión de Alcatraz, acompañada de un contrapunto a metales destinado a recalcar lo imponente -y en cierta forma, desolador- del plano del famoso penal.
A partir de aquél “Main Title”, la partitura presenta dos partes temáticas diferenciadas que coinciden exactamente con los dos bloques narrativos en que podríamos dividir las casi dos horas y media de metraje de filme: la redención de Stroud a través de su pasión por los pájaros, y su posterior rebeldía ante unas instituciones que parecen potenciar su caracter de asesino en detrimento de respetar su dignidad de científico, de recluso modelo, y en definitiva, de ser humano.
En cuanto al primer grupo de temas mencionados, quizás el más destacado de toda la soundtrack, Bernstein se aferra a delicadas orquestaciones en las que las maderas, las cuerdas y muy diversos timbres y ligeras percusiones, le servirán para dar el perfecto ambiente de aquél mágico despertar a la vida del protagonista, enjaulado como sus pájaros pero convencido de su capacidad de “volar” hacia una cultura y unos estudios que le ha negado la sociedad desde su infancia.
En este sentido, cortes como “Bottle Bath“ o los joviales arranques ritmicos escuchados en “Canaries Arrive” y “Cage Preparations”, apelan a ese optimismo recobrado, a esa inquietud científica recién descubierta, que harán de Robert un hombre distinto. En esa recuperación de la dignidad, de una ilusión vital con la que aliviar su incomunicación, la música de Elmer Bernstein nos sumerge sutilmente en este “nuevo mundo” invadido por los pájaros, genial alegoría argumental que equipara sus jaulas a aquéllas rejas que atenazan la vida del protagonista. Esa sutileza musical, es reflejada por el compositor mediante pequeñas acotaciones armónicas en las que “juguetea” genialmente con la orquesta, haciendo primar los cálidos devaneos de las maderas, para provocar con ello en el espectador una automática asociación subliminal de aquellos sonidos con los del dulce trinar de los canarios. Incluso un hecho tan desalentador para Stroud como la extraña epidemia que parece acabar con sus pájaros (“No Cure”), es retratada con cierta asepsia musical por el autor.
Particularmente afortunado resulta dentro de este primer grupo temático, el sensacional “Godfather Feto”, un corte que fuera del filme nos revela curiosos efectos tímbricos y texturas bordeando el mickey mousing, pero que en conjunción con las imágenes (aquella bella secuencia de la eclosión de un huevo de canario), nos clarifica definitivamente el espectacular esfuerzo de Bernstein en su labor de alcanzar una sincronía visual casi absoluta.
En el instante en que el score cambia momentáneamente su tono vitalista a partir del corte “Transferred” (tan pronto como Stroud es trasladado a la prisión de Alcatraz, debiendo abandonar aquél laboratorio ornitológico en que se había convertido su celda), Bernstein amolda su impronta a un tono de lucha y frustración, siempre dentro de ese comedido acercamiento en el que la música nunca se sitúa por encima de la imagen, sino que por el contrario sigue estando a su servicio más palpario. Entre este nuevo bloque de temas (gran parte de los cuáles fueron eliminados incomprensiblemente del montaje final), encontramos ejercicios salpicados de cierta violencia sonora (“Riot”, aplicado a la famosa rebelión de los presos de Alcatraz en mayo de 1946), de grácil sensibilidad (“Saving Face”) o de tenue acercamiento bucólico (“Like A Bird”, en donde un irónico Stroud se resigna a un nuevo traslado a otra prisión), hasta que finalmente, con el reprise de temas del “End Credits”, atendemos a una afortunadísima coda que, al igual que sucedía en el comienzo del filme, nos devuelve a las secuencias del imponente Alcatraz, funcionando como cierre y conclusión lógica a la arrolladora historia de Robert Stroud.
Poco queda por decir de este trabajo absolutamente ejemplar del maestro newyorkino. Si acaso avisar a aquéllos que esperen hallar en este ”Birdman of Alcatraz”, un trabajo repleto de melodías inolvidables o temas de especial trascendencia fuera de la cinta. Lo cierto es que no los van a encontrar, porque el mayor aliciente del score radica en atender (previo visionado del filme, lo recomiendo fervientemente) a la brutal simbiosis música-imágen que consigue Bernstein desde la más absoluta sencillez orquestal, no exenta de una gran labor de planificación previa. Al fin y a cabo, lo esperado de un enorme músico de cine en su época probablemente de mayor inspiración artística. Eso sí, no podríamos concluir la reseña sin alabar la labor del sello Varése Sarabande, que nos obsequia con una excepcional edición, recuperando el score íntegro grabado para el largometraje en un cristalino sonido monoaural, que tan sólo se ve deslucido durante los dos primeros minutos del “Main Title” (el único fragmento perdido de los masters de grabación, que tuvo que ser extraído para el compacto directamente del audio de la película).
20-abril-2007
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