José-Vidal Rodriguez
En otro de las soberbios lanzamientos a los que nos tiene acostumbrados el sello Film Score Monthly, nos llega al mercado la edición íntegra de una olvidada partitura de los 70 que hasta la fecha se hallaba inédita en cualquier soporte, presentada en un magnífico sonido y con el incombustible Lalo Schrifrin como el autor rescatado en esta ocasión por la discográfica norteamericana.
”La Ira de Dios”, filme estrenado en 1972, continua esa corriente de producciones bélicas con tintes de western, en las que de alguna u otra forma aparece la América latina “salvaje” como trasfondo argumental (caso de “Los Profesionales”, “Viva Zapata!” o “Grupo Salvaje”). Robert Mitchum se enfunda aquí los hábitos de Oliver Van Horne, peculiar sacerdote con especial predilección por predicar la palabra divina a golpe de revólver, que deberá formar equipo junto a otros dos desterrados para enfrentarse a un cruel tirano (Frank Langella) y su nutrido grupo de seguidores, incluida su anciana madre (el último papel interpretado por la inolvidable Rita Hayworth, poco antes de caer presa del terrible Alzheimer que acabaría con su vida una década más tarde).
Situada la acción en una República ficticia de Centroamérica, parece obvio que el filme debía nutrirse en su apartado musical, de una serie de sonoridades latinas que reflejaran al instante el marco localista en donde el rol de Robert Mitchum no cesa de pegar tiros mientras se ajusta su alzacuellos. Así las cosas, por aquellos inicios de los 70 no existía seguramente ningún compositor latino tan acomodado en el star system hollywoodense como el gran Lalo Schifrin, qién además ya había trabajado con el director Ralph Nelson en “Once A Thief”. Elección perfecta para abordar una interesantísima partitura, nada convencional (como tampoco lo es el largometraje para el que sirve de soporte), y que aúna en sus más de 50 minutos de duración un amplio y rico abanico de registros temáticos, como comprobará el lector a continuación.
Lo cierto es que hallándonos ante un violento filme de acción con continuas alusiones a la cultura latinoamericana, Schifrin dedica gran parte de sus esfuerzos a recrear musicalmente el ambiente popular de aquella república simulada, mediante melodías con base instrumental de guitarras, flautines, bongos, etcétera, que copan temas tales “Musicos” o “Guaracha/Bolero”. De hecho, el aficionado podría llevarse una idea equivocada del score si sólo escuchara sus tres primeros cortes, todos ellos de amplio calado localista -actuando casi como source music-.
En este sentido, mención especial merece el peculiar efecto logrado con el primer “Máscaras”, una vivaracha danza latina que sirve de soporte a la dura secuencia inicial, ni más ni menos que el explícito fusilamiento de tres proscritos. Algo que ya da muestras de los impulsivos derroteros por los que se moverá la cinta, así como de los puntuales (y rupturistas) contrastes sonoros, hábilmente planificados por músico y director a la hora de resolver ciertas escenas violentas.
Paralelamente a este lógico enclave músico-popular, el compositor escribe un más que adecuado tema principal de estructura levemente épica, pero tratado en sus distintos arreglos orquestales con inusitada serenidad, sin acabar de explotar nunca en formas plenamente trepidantes. Un acercamiento con el que, muy probablemente, el argentino intenta potenciar el singular carácter de Van Horne, uno de los “héroes” más atípicos que ha dado la historia del cine. No en vano, el tema no aparece sugerido sino hasta el corte 5 “El Viaje/Cordona“, además de manera muy breve y soterrada.
Precisamente, este comedido tratamiento del motivo central, casi siempre ejecutado sinuosamente por maderas, ocasionalmente por apagadas trompas e incluso por bajo y batería -algo que nos trae a la memoria la impronta del spaghetti western-, se erige como una de las características más originales de la partitura. Y es que, aún cuando las posibilidades enfáticas del tema podrían ser enormes, Schifrin acaba por sugerirlo o presentarlo en rendiciones introspectivas (“La Confesion”) antes que desarrollarlo en toda su vigorosidad intrínseca (hecho que tan sólo se produce parcialmente en la preciosa versión a cuerdas del epílogo “Campanas”). Por ello, es en su siempre delicada presentación y en su sabio uso alejado del exceso, en donde acierta de lleno el músico argentino con este main theme.
El personaje de la bella india muda Tecla, viene reflejado por un delicado y sensual tema a flauta escuchado por primera vez en “Chela/Tacho”, y retomado posteriormente en forma de alusiones en diversos cortes. Leitmotiv que en su dulzura y recogimiento pudiera perfectamente enlazarse con otro bloque de temas en clave espiritual, con los que el compositor ahonda los aspectos religiosos de la historia (el hermoso “Plegaria”, “La Iglesia” o “San Rafael de los Mineros”).
Lo que posteriormente nos depara el compacto, fuera de estos recursos comentados, se resume en una concepción de la acción por parte de Schifrin sumamente atrevida, encontrando en la técnica del anacronismo (los arreglos de soft-rock setentero del “Padre Van Horne”), las bases de esta “osadía musical” que dinamiza de manera chocante -pero sensacional- las persecuciones y tiroteos de un filme situado a comienzos de los años 20 (presten atención a la impagable rítmica fusionada con el suspense a cuerdas del extenso “Jennings / El Ataque / La Cruz”).
Y como bonus tracks, merece la pena destacar la breve pero socarrona “We Like To Kill Each Other” incluída en el último corte del compacto, una canción de pícara letra y plagada de carcajadas que no encuentra otra forma más curiosa de concluir, que con la versión a guitarra española de una estrofa de la conocida “Marcha Fúnebre”.
”The Wrath of God” es un trabajo de una intachable sobriedad, tan osado y acertado en su acercamiento a la curiosa estética del filme, como desconocido hasta ahora para gran parte de los aficionados. Al igual que obras similares de Schifrin de mayor calado popular (caso de su “Joe Kidd”), el álbum que nos atañe acumula los suficientes alicientes como para satisfacer plenamente al oyente con cierta predisposición, conformando otro ejemplo más de la indudable clase y personalidad musical del autor bonaerense, un auténtico creador que durante décadas supo mantenerse en la primera línea de Hollywood sin renunciar a su particular e identificable impronta.
13-abril-2007
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