Miguel Ángel Ordóñez
“Huye rápido, vete lejos” es un sórdido relato policíaco escrito por la novelista francesa Fred Vargas. Acudiendo a su personaje más emblemático, el comisario Adamsberg, le enfrenta a una extraña plaga que asola las calles de París. La peste en pleno siglo XXI parece querer rememorar aquellas viejas historias del medievo, pero esta vez acecha bajo el control de un enigmático personaje que pinta cuatros invertidos en las paredes de los maldecidos y que amenaza con implantar el caos sin un mínimo de escrúpulos.
La asociación profesional que han mantenido el director francés Regis Wargnier y el músico escocés Patrick Doyle ha dado lugar a trabajos de pleno dramatismo romántico, anteponiendo una calculada elegancia a los propios resortes de la trama convencional con la que Wargnier ha solido campar a sus respetos, preocupado más por la forma que por el fondo. Un cine, el del francés, que con el tiempo se ha vuelto aún más insulso y plano. Esta particular visión cinematográfica ha permitido a Doyle desplegar un lírico conjunto de obras que fluctúan entre el romanticismo más exacerbado (“Indochine”, “Une femme francais”) y la epopeya cuasi operística (“Est-West”).
La quinta colaboración del tándem, “Pars Vite et Reviens Tard”, supone como novedad, la entrada de lleno en un cine de género marcado por el suspense y el policiaco. Algo extraño para Wargnier y atractivo, a priori, para los aficionados al escocés (recordemos sus irregulares “Donnie Brasco” o “Killing me softly”, pero también sus magníficas “Dead Again” y “Carlito´s Way”, éstas últimas siempre abrazadas a un menor o mayor contexto romántico).
Si de una manera u otra, Doyle había hallado la fórmula de librarse del corsé formalista de Wargnier, la partitura para “Pars Vite et Reviens Tard” resume bastante a las claras el cine del francés, al mostrarse elegante en el envoltorio, plana en los resultados. Un concepto musical demasiado estático que convierte la escucha de esta obra en un ejercicio rutinario atrapado entre las obsesivas notas a piano del Tema de Camille y un color orquestal reducido a una tenue e introspectiva sección de cuerdas ligada a un importante predominio en el empleo de la sección de maderas que, sin progresión, describen las funestas consecuencias de la plaga (aunque dentro de estos cánones se desplieguen bellísimos cortes como el inicio de “L´erudit”, melodía que se apodera de la acción en “L´archeologue”).
En el fondo, Doyle se preocupa en exceso por interconectar la plaga del actual París con formas musicales más propias del medievo. El predominio en la partitura del empleo de intervalos de cuarta y quinta, forzando así una huída del acorde, pergeñan un panorama desolador que se atisba atrayente por extraño, pero que esconde sonoridades algo primitivas, flojeando Doyle al amparo de unas armonías poco lustrosas y complejas. Logra con ello, por tanto, recrear hábilmente un paisaje desolado pero a costa de evitar que su propio discurso atraiga lo suficiente despojado de su contexto fílmico.
A ello tampoco contribuye su descafeinado tema de amor, de hálito impresionista (“Adamsberg & Marie”), el uso de golpes de efecto percusivo (incluyendo loops sintetizados de escaso interés) que rompen la coherente visión apocalíptica y turbia desarrollada cuando la trama detectivesca tiende a su fin (“Chasse a l´homme”, “Le semeur”, “La coupable”), o un convencional uso vocal cuando la escena se traslada a un paraje ignoto (“Afrique”).
“Pars Vite et Reviens Tard” es fiel reflejo de la crisis que atraviesa el sector dedicado a la música audiovisual. Por un lado pretende aportar cierta creatividad centrada en lo teórico, mientras por otro se vislumbra su atroz convencionalismo en el desarrollo temático. Ese vano intento de adoptar nuevas formas en el sustrato a costa de ofrecer lo de siempre en la superficie.
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