Ignacio Garrido
El dueto artístico que configuran Gabriel Yared y Anthony Minghella, parece ser uno de los más sólidos en el panorama audiovisual de nuestros días. Esto se debe tanto por la férrea capacidad musical del compositor para adaptarse a todo lo que le echen encima y salir de ello fortalecido, creativamente hablando, como por el talento de un director capaz de asomarse al alma humana desde prismas tan dispares como atractivos, sin caer en lo evidente o lo superficial. Es de esperar que la colaboración entre ambos perdure durante muchos proyectos más, pues el que ahora nos ocupa supone el cuarto de los films conjuntos entre músico y realizador, ofreciendo en el mismo, un poco más de esa elegante conjunción de formas que previamente llevaron a cabo con brillantez en "El paciente inglés" o "Cold mountain".
En el film que ahora nos ocupa, el director vuelve a contar con la presencia de varios actores conocidos, como Jude Law o Juliette Binoche, que dan vida a los personajes que deambulan por sus propias existencias sin un rumbo determinado y que llegado un punto de inflexión en las mismas, deberán reconstruirse a través de pasajes difuminados, perfectamente ilustrados por Yared y sus colaboradores para la ocasión, los integrantes del grupo de música electrónica Underworld. Estos son Rick Smith y Karl Hyde, más conocidos por el aficionado mayoritario y el público en general, por ser los responsables de la famosa canción "Born Slippy" que inmortalizaría la escena final de "Trainspotting".
Bebiendo, como parece ser costumbre últimamente en el drama actual, de cierto cáliz minimalista, Yared y cía., basan su creación en una reducida paleta temática y acústica. Se introducen desde el inicio de la banda sonora, elementos de sobra conocidos por el oyente habitual de estos ambientes introspectivos, como son las reiteraciones rítmicas con apuntes percusivos, voces solistas o familiares efectos electrónicos como el que se puede apreciar en el corte "Sad Amina". No obstante todo este juego de tonalidades, es abordado con el singular planteamiento de alguien (el compositor libanés, obviamente) que desea llevar esas facetas conocidas hasta un terreno no convencional, arrastrarlas hacia un planteamiento propio basado en la búsqueda de la esencia misma de esas sonoridades.
El discurso del autor de "Camille Claudel", se plantea inicialmente como poco audaz e incluso acomodaticio con un tono distanciado en "A thing happens" con gélida cuerda y sintetizadores, para acto seguido anunciar la fusión de la modernidad electrónica con el clasicismo del piano y el cello en "St. Pancras". Esta declaración de intenciones, se va ampliando en expresividad según vamos profundizando y avanzando en una escucha atenta, con pasajes más afortunados como el fascinante "Hungerford Bridge" o su sosegante continuación en "We Love Bea", que esconden en la intersección de sus líneas melódicas y su percusión todo el regusto de Yared. El sonido romántico y relajante del compositor se imprime plenamente en el tema para piano "Will and Amina" probablemente el mejor del disco, con todo el sabor del buen jazz como poso de una pieza excelente. El teclado seguirá teniendo una importante presencia en otros momentos como "Primrose Hill", aunque su factura new age busque un ambiente más fugaz y etéreo.
También encontramos pasajes como "So-Ree" cuyo cromatismo de sus texturas recuerdan en parte el ambiente ensoñador del grupo islandés Sigur Ros, referencia que Minghella buscaba para la partitura según declara él mismo en las muy extensas notas del cd. Otros momentos resultan algo más convencionales, como el animoso pero tópico "Happy Toast" o "Monkey Two", pero se trata de pecata minuta en un conjunto cohesionado y lúcido a la hora de plasmar lo contemporáneo de la historia y los sentimientos que en ella se transmiten. De este modo los cortes se suceden hasta el tour de force final "Counterpoint Hang Pulse", de más de trece minutos de duración, donde a modo de resumen, se expone toda la variedad temática e instrumental de la que Yared, Smith y Hyde, han hecho gala a lo largo de la banda sonora.
Pocos compositores de música de cine en la actualidad, pueden cambiar de registros con tan pasmosa habilidad como lo hace Yared. Menos aún pueden conseguirlo, manteniendo con inusitada fuerza su propia personalidad en cada uno de esos proyectos, permaneciendo la música en ellos con la firma de su estilo, incluso en partituras de sonido tan preestablecido (no para el cine obviamente, pero si muy familiar para con otro tipo de audiciones más relajantes) como la que aquí encontramos. La impronta invariable de su carácter se hace palpable tanto en dramas como "Breaking and entering", así como en artísticos films animados de enorme potencia visual como "Azur et Asmar", sus dos trabajos más recientes y dos pruebas más del talento de un músico intachable.
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