José-Vidal Rodriguez
Cain y Abel son dos hermanos madrileños totalmente antagónicos que, como sus referentes bíblicos, tienen más de una disputa sin que llegue la sangre al río, eso si. La última de ellas involucra al bueno de Cain en otra de las tropelías del pendenciero Abel: ni más ni menos que el embarazo, por éste último, de la hija de un restaurador musulmán del barrio, a la cuál Abel abandona nada más enterarse para volver con su mujer e hijas. La bondad e inocencia de Cain es tal, que no tendrá reparos en mentir para proteger a su hermano y de rebote a la muchacha, casándose con ella por el rito islámico y simulando que es el verdadero padre de criatura.
Bajo este argumento, Fernando Colomo construye una simpática comedieta de enredo, empapada con ese trasfondo de choque cultural por la inmigración que vivimos en nuestra España multiétnica actual. Cinta entretenida, sin demasiadas pretensiones ni moralismos, pero que revela de nuevo el buen hacer de Colomo en estos registros, y de paso nos descubre las dotes para el humor del hasta ahora televisivo Javier Cifrián.
En lo concerniente al apartado musical, el director acude por tercera vez dentro de su filmografía, al buen hacer del músico Juan Bardem, ganador del Goya por la estupenda partitura de “Al Sur de Granada”, que además constituyó su segundo trabajo a las órdenes del cineasta madrileño. Si bien los resultados de ”El Próximo Oriente” no resultan en términos generales tan brillantes como lo fueron en aquélla, lo cierto es que Bardem nos ofrece un loable ejercicio de agradecida mezcolanza lírica, que no sólo no está a la altura de cualquier compositor, sino que incluso reserva exuberantes -y tremendamente frescos- momentos de inspiración en un tipo de registros sonoros no muy accesibles, como digo, para cualquier autor.
Dos bases bien diferenciadas conforman un score que, dada su atípica construcción temática y pese a sus defectos -que los tiene-, resulta francamente original y todo un soplo de aire fresco en nuestro panorama musical patrio:
Por un lado, el autor incide en la música étnica de arraigo árabe, con ciertos guiños a lo boollywoodiense en sus partes vocales (algo tendrá que ver que la familia de inmigrantes protagonista proceda de Bangladesh), muy bien concebidas y de rica orquestación, la cuál incluye la participación del siempre estupendo Javier Paxariño al bansouri o ejecutando brillantemente el clarinete turco.
Por otra parte, Bardem confronta, como sucede en la propia película, este estilo oriental con lo occidental, mediante la aplicación de música orquestal tradicional, reducida en esta ocasión al piano y a una sección de cuerdas ejecutadas de manera intachable por una agrupación gallega.
Dos acercamientos dispares -resueltos igualmente con distinta suerte por el compositor-, que, durante la práctica globalidad del trabajo, acabarán por encontrarse, en la medida que los dos protagonistas van cimentando un acercamiento que supone el choque y asimilación de dos culturas irremediablemente antagónicas.
En lo concerniente a la parte dedicada al sinfonismo clásico, Bardem asume el papel más secundario de esta sección, limitándose a subrayar las secuencias con leves retazos -sin demasiada posibilidad de desarrollo- y con desigual fortuna. Así, parece mostrarse demasiado dramático en ciertos instantes que, al menos visualmente, parecen no serlo (“¿Así Que te Vas?”, “Los Planes de Abel“), pero también eminentemente melódico y gentil en fragmentos tales como “La Conversión”, “Un Momento Balcón” o “Adan”, el tema dedicado al bebé por venir y en el que el músico reserva un papel preponderante al clarinete turco.
Dentro aún de esta música de intencionalidades más “occidentales”, podemos incluir los dos apuntes de obras clásicas utilizados en el filme (el “Claro de Luna” de Debussy y la “Pequeña Serenata Nocturna” de Mozart). Adaptados convenientemente por el propio Bardem, son aplicados de manera muy inteligente para sendas situaciones bien diferenciadas de la trama: la nostálgica pieza de Claude Debussy suena al principio de la cinta, acompañando a un taciturno Cain al piano que se muestra deprimido por su falta de éxito con las mujeres. Por el contrario, la Serenata de Mozart aparece de forma vivaz y airada en la resolución del filme, mostrándonos a un Cain muy distinto del principio y cuya vida al fin parece haberse visto completada.
Pero sin duda alguna, son los cortes asociados a la co-protagonista Aisha y a su entorno familiar y cultural -incluido ese expreso acercamiento al mundo islámico-, los que verdaderamente rescatan al score de la mera funcionalidad y nos redescubren a un Bardem francamente versátil, que no sólo se mueve con soltura en la recreación ambiental étnica (“¿Qué es esa Música?”, la tensión del incisivo “Un Momento Viaducto“), sino que incluso pone los acordes a las cuatro canciones iniciales del álbum, la mayor parte de las cuáles suenan en aquel sombrío restaurante árabe transformado en night club por Cain. Ese aroma -intencionado o no- a los fastuosos musicales de “Boollywood”, se patentiza de manera clara en esta fusión melódica que enriquece sobremanera la partitura.
Mientras “Abol Tabol” y “Chora Ehilefolá” conforman las dos piezas vocales más pegadizas del compacto, es la canción “Shokal Fire Ashé” la que mayor trascendencia artística parece tener para los miembros de nuestra Academia de Cine, al encontrarse entre las cuatro nominadas para la gala de este año.
Uno de los momentos estelares de la partitura son los dos minutos del “Mai Su Ro”, tema cabecera de los títulos de crédito iniciales. Otra pieza igualmente de intenciones localistas, que acompaña de forma excelente a esa secuencia en la que se nos muestra el cruce de culturas en el que se han convertido las calles del Madrid del siglo XXI, mientras de fondo oímos esa vitalista melodía conjugando el vanguardismo rítmico con la cuerda clásica, todo ello contrapunteado por la jovialidad de un coro infantil. Un tema francamente idóneo y ágil en su conjunción con la imagen.
En definitiva, música y película van esta vez a la par en calidad. Trabajos sobrios e interesantes, que pese a sus pequeños baches respectivos, confirman la vitola de auténtico artesano de la comedia de Fernando Colomo, así como la eficiencia de un Juan Bardem al que, los años y la experiencia, van ofreciéndole el suficiente grado de versatilidad y buen gusto deseables en un compositor no demasiado prolífico, pero muy a tener en cuenta para proyectos de mayor calado (como pudiera serlo la coproducción italiana “N, lo E Napoleone”, el último de sus encargos próximo a ver la luz).
|