Ignacio Garrido
Jerry Goldsmith dejó tras de sí, pese a su famoso fuerte carácter, una estela de amigos en el medio cinematográfico con los que gustó colaborar asiduamente cuando estaba disponible para ello sin importarle en demasía la calidad final de los productos, una vez la relación con dichas personas se había estrechado y se habían afianzado las necesarias posiciones de confianza mutua. Lo normal a la hora de repasar las colaboraciones clave en la carrera del genio californiano es destacar sobre el resto la que mantuvo con Franklin J. Schaffner, pero también trabajaría con muchísimos otros directores de forma continuada como Tom Gries, John Frankenheimer, Michael Crichton, J. Lee Thompson, Delbert Mann, David Anspaugh, Paul Verhoeven o Fred Schepisi, seguramente debido a la amistad y buenas relaciones surgidas durante el proceso de creación.
En cualquier caso, la más longeva de todas ellas sigue siendo la que unió al creador de "La profecía" y al realizador de "Papillon", que durante veintitrés años pulió un encadenado de piedras preciosas audiovisuales dignas de la máxima brillantez y calidad en la música cinematográfica. La segunda más duradera en el podio de las relaciones amistoso-profesionales de Goldsmith sería la alcanzada con Joe Dante, un simpático artesano proveniente de la factoría spielbergiana de los ochenta; la Amblin. Con este director serían nada menos que diecinueve años los que se pasarían trabajando juntos y de forma ininterrumpida en diez ocasiones, consiguiendo el récord de continuidad y cantidad de trabajos hechos para un mismo realizador en la carrera del compositor.
De este listado de títulos en la colaboración Goldsmith/Dante no suele destacarse normalmente ninguno de forma importante. Pero lejos de tomar esta afirmación como cierta, he de reivindicar desde estas líneas la importancia capital que la comedia, la inocencia, la fantasía y por que no decirlo, la mala leche de las películas de Dante supusieron en el músico durante su última etapa. Si bien es cierto que durante los inicios de la relación, Goldsmith gozaba de una salud de hierro en su capacidad expresiva y compositiva, el film fundacional del matrimonio pertenece justo al año que supuso, para el que esto suscribe, el punto de inflexión en la trayectoria cinematográfica del responsable de "Patton", pues fue en 1983 y con "The Twilight Zone: The Movie" cuando se iniciaría la andadura propiciada por Spielberg al llamar ex profeso al compositor para poner música a los cuatro relatos de la cinta, siendo uno de ellos obra de Dante. Ese mismo año el californiano tocó techo con "Bajo el fuego" y venía dejando tras de sí una de las colecciones de obras maestras más imponente de la historia del cine, véanse: "Los niños del Brasil", "Star Trek", "Alien", "Outland", "Poltergeist" o "El secreto de Nimh" como prueba de ello. Pero a partir de aquí el enorme peso de una carrera, tan apasionante como abultada, comenzaría a dar señales de cierta autocomplacencia y repetición de esquemas que acabarían por evidenciar, a finales de los ochenta, una palpable desgana en muchos títulos, cuando no mera desidia de la que ya nunca se recuperaría del todo excepto para con las películas de Joe Dante, en las que conseguiría mantener siempre el tipo y ese saber hacer tan querido por todos los aficionados. Desde la comedia bufonesca y paródica de "The Burbs", pasando por la revisitación hipervitaminada de "Gremlins 2", hasta el cariño retro de "Matinee" o la enérgica fuerza de "Small Soldiers", en todos los títulos en los que Goldsmith regresó a las imágenes de su amigo consiguió superar el reto de no ofrecer trabajos mediocres o limitados por el pobre momento artístico del medio, que coartaba cada vez más las virtudes emocionales de la música del compositor (y de todos los compositores en general, para que negarlo).
"Looney Tunes: Back in Action" sería el décimo trabajo conjunto con Dante y el último film del compositor antes de dejarnos para siempre. En él hizo honor a esa amistad con una banda sonora estupenda, sorprendente por momentos, tremendamente divertida y juguetona en el mejor sentido del término. De carácter vitalista, en la mejor línea de sus trabajos para la comedia en general y para el director en particular, se introduce un tema central dinámico y pegadizo con reminiscencias de su "Daniel el travieso" en "What´s up Doc?". Con este motivo se vertebrará una partitura que se va enriqueciendo con cada nuevo corte, pasando de un sincopado tema del oeste en "The Bad Guys" a vibrantes e inconfundibles momentos de acción como "Car Trouble".
Además, el compositor parodia con saña trabajos anteriores propios como "Gremlins" o "Magic" y ajenos como el "Bond" de Barry. También bucea en una variedad de sonoridad y orquestación tan recurrente como cómica en, por ejemplo, el sonido tribal de "Jungle Scene" o el acordeón de "Paris Street". Sin dejar de ser una obra menor y en gran medida deudora del mickey-mousing de Carl Stalling, al que se homenajea en más de una ocasión, la partitura en manos de Goldsmith se resuelve fresca y amena haciéndose excesivamente breve en su audición discográfica (en el film y por motivos de salud que le impidieron acabarlo fue John Debney el responsable de completar el trabajo basándose en sus temas) y pese a no aportar nada al extraordinario universo musical de su autor, resulta un buen colofón para la trayectoria de una de las leyendas doradas de la música de cine.
|