Pablo Nieto
En este nuevo thriller producido por Jerry Bruckheimer, el dejá vu más que un acto reflejo de la mente, es la pista que inesperadamente guía al agente Doug Carlin (Washington) en lainvestigación de un terrible atentado. Al acudir a reunir pruebas tras una explosión de una bomba en un ferry de Nueva Orleans, descubrirá que lo que para la mayoría de la gente está sólo en su imaginación, es algo mucho más trascendental, capaz incluso de salvar vidas humanas.
El título no da lugar ni a engaños ni a malos entendidos. La sensación tras asistir a este brillante ejercicio de montaje, aderezado por un denso guión, y una pretenciosidad visual cada vez más acentuada, es la misma que con anteriores films del director Tony Scott. Un deja vú que funde experiencias vividas en “Enemy of the State”, “Spy Game”, “Man on Fire” o “Domino”, con un habitual en el cine del pequeño de los Scott, como Denzel Washington a la cabeza del cartel, y por supuesto con una producción musical impecable, coherente y funcionarial a cargo de Harry Gregson Williams.
Por supuesto, el sabor de boca que deja cada deja vú es distinto. Alcanzando cotas de enorme entretenimiento con “Spy Game”, fuerte personalidad como “Man On Fire” e insultante provocación como “Domino”. A Gregson Williams le ocurre lo mismo. Su música es un electrocardiograma de las constantes vitales de la película que quiere el director. Sus loops, solos de piano, elegías para cuerdas y opresivos ritmos electrónicos ayudan a teletrasportarnos de film en film, con riesgo incluso de confundir historias y entremezclar personajes. Lo cual, dicho sea de paso tampoco estaría nada mal.
Sin embargo, Gregson Williams ahora mismo está en plena efervescencia creativa, y lee como pocos compositores en la actualidad las películas. En este nuevo trabajo, encontramos dos elementos diferenciadores. Por un lado, un loop, efecto de sonido y acorde reverberado de piano presentado en “Algiers Ferry”, y que continuamente será utilizado para identificar el momento deja vú del protagonista.
En segundo lugar, debemos destacar el íntimo tema de amor, introducido en “Claire Apartment”, con arreglos para piano y arpa. Volviendo a aparecer como canto redentor en “Claire Returns”, con obvias referencias al tema “Operation Dinner Out” de "Spy Game". Ambos cortes serán el soporte de la canción "Coming Back to You", co-escrita por Harry junto a Macy Gray, cuyo registro de voz, particularmente grave y áspero, confiere al tema un aire trasgresor e independiente.
“You Can Save Her” es otro de los highlight del disco. Una trabajada pieza electrónica de profusa base electrónica y casi diez minutos de duración. Otra vez, deja vú del “Red Shirt” de “Spy Game”.
El resto del score se mueve con una calculada indefinición por los cauces que marca la trama ambulante concebida por el director, sin tomar excesivo partido por la historia. Gregson Williams se limita a describir, no a manipular musicalmente al espectador. Así pues podemos escuchar cortes como “The Aftermath”, “Dazzle Me” o “Tell Me the Thruth” con la misma sensación de reposo y contención. O atrevernos con “Humvee Chase” (cuya versión techno-remix del último corte deja bastante que desear) o “The Hideout”, donde el compositor sienta las bases percusivas de futuros samplers.
Con este score, de nuevo sale a la palestra la eterna discusión entre música para imagen o música como ente independiente. Si nos quedáramos con esta segunda postura, defendida dicho sea de paso con un fundamentalismo excesivo por algunos aficionados y críticos, trabajos como este directamente deberían ir a la basura.
Permítanme postularme a favor de la música de cine como tendencia musical con personalidad propia, donde más allá de las texturas, los movimientos orquestales y la formación del compositor, debe imperar la adecuación de su trabajo a unas imágenes, a una historia, a la dictadura del montaje. Hay un tipo de cine, que necesita una música muy específica. Una subtendencia más, con la que no hay que estar de acuerdo, y que por supuesto no ha de ser soportada si uno no quiere. Es tan fácil como no ir al cine, o no comprar un disco. “Deja Vú” es lo que ofrece. Más de lo mismo, eso sí, pero no por ello menos respetable. Y es que, con un poco más de tolerancia y apertura de miras, la convivencia entre vanguardias y estilos sería mucho más llevadera.
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