Ignacio Garrido
"El gran miércoles" fue durante mucho tiempo una de esas bandas sonoras míticas y esperadas con expectación por el aficionado que se resistía a editarse de forma oficial, con la presentación y características que merecía. Un disco pirata incompleto y con sonido irregular, había hecho las veces de píldora sustitutiva a los seguidores de Basil Poledouris para poder disfrutar de una de sus creaciones más queridas y uno de los trabajos sinfónicos de finales de los setenta más emocionantes e inspirados.
La belleza de esta partitura procede de la propia nostalgia y sentimiento de amor y amistad que tan poderosamente destila la película. Creada con cariño, la delicadeza y la grandiosidad son sus mejores bazas, explotadas por el desaparecido compositor de origen griego en forma de maravillosas melodías románticas y momentos épicos arrebatadores que supondrían las bases de su inconfundible estilo y el comienzo real de una carrera plagada de éxitos y joyas de la música cinematográfica que siempre serán recordadas.
Precisamente sería colaborando con John Millius, director de esta cinta que nos cuenta la vida y el paso a la madurez de tres amigos surfistas en el marco de la guerra del Vietman, donde Poledouris encontraría lugar para regalarnos algunas de sus más imperecederas obras maestras como "Conan el Bárbaro" o "Adiós al rey". El compositor, amigo de Millius desde su época universitaria, da lo mejor de sí mismo en este trabajo, aun siendo una de sus composiciones más primerizas para cine donde podemos apreciar en prácticamente cada compás y cada acorde el talento, la pasión musical que el autor de "Los señores de acero" vertía en las historias, que como esta, le llegaban al corazón desde el que nos lanzaba su respuesta emocional en forma de música en el estado más puro que era capaz de concebir.
Puede que no se trate de una de sus obras más populares o celebradas, pero "El gran miércoles" contiene la toda frescura y desparpajo que se derrocha a raudales en las obras iniciáticas de los grandes autores con buen material entre manos y mayores ganas aun de hacerlo lo mejor posible. Partiendo de un tema de cariz melancólico, pero de una creciente intensidad épica cercana a la de una especie de marcha, se desarrolla en el primer corte "The South Swell/Main Title/Three Friends Theme" la melodía asociada a los tres reyes hawaianos del surf, tal y como se describe a los protagonistas, una hermosa composición que pronto desborda un triunfalismo conmovedor no exento de cierta tristeza propiciada sobre todo por el maravilloso punteo final a guitarra que ofrece un nuevo tema, el dedicado a la amistad de los personajes y que en su construcción evidencia la formidable capacidad melódica del compositor.
Con esta línea expresiva abierta se desgrana el grueso del score aun encontrando otros cortes volcados en la comedia como "Matt Surfs/Kaliponi Slack Key/Bear´s Shack" o el drama de "Cemetery" que ratifican la polivalencia y maestría de un músico con amplitud registros. Mientras, la evolución del score se torna más intensa y trágica en la ilustración de la historia de cada uno de los amigos y el paso del tiempo en sus existencias, con nada menos que cuatro pasajes dedicados a esta progresión apreciable en el salto de uno a otro de los cortes llamados "The Passing of the Years" que acaban por culminar en el gran final que suponen los cuatro últimos temas de la partitura. Preludiado el climax por precisamente el ominoso "Matt Morning and Ominosity", aparece aquí un momento brutal para metales in crescendo y reverberaciones fanfárricas que anuncian un desenlace mítico, sugiriendo un destino entre glorioso y trágico. A partir de aquí Poledouris desata su vena épica y se vuelca en el primero de esos aspectos, ejecutando en "The Challenge/Big Wednesday Montage" la variación más emocionante del tema de la amistad y dando paso con ella a la fanfarria del gran miércoles, ese día legendario en el que los amigos surfistas vuelven a cabalgar juntos las olas más espectaculares de sus vidas. Los metales toman ahora el protagonismo de forma desatada en un juego polifónico sobre base rítmica realizando motivos fanfárricos continuos que se suceden con una fuerza imparable hasta culminar en el siguiente corte "Matt´s Rite of Passage" en el que el heroísmo y la grandiosidad se aúnan con una belleza mística dando por resultado el mejor momento del score y uno de esos cortes que consiguen hacer saltar las lágrimas.
Tras esto, la conclusión calmada y sosegante que nos deja el atardecer con la bajada de la marea, la tenemos en "Passing of the Mantle/Song of the Three Friends" que de forma lírica y contenida se despide de los temas en el desarrollo más emotivo que la cuerda y la madera dibujan sobre ellos. La canción con la melodía de los tres amigos "Only Good Times" se introduce en los títulos finales a modo de melancólico adiós.
Por supuesto, existen a lo largo de la partitura momentos que suponen cierta interrupción en el trabajo que el compositor realiza sobre el material temático importante, como los instantes diegéticos, discutiblemente colocados en su lugar preciso dentro de la narración musical del film, pero quizás no tan apropiados para su audición en CD. Asimismo la sonoridad mejicana de alguno de estos (con versión de la archifamosa "Golondrina" incluida) sugerida por los cortes que acompañan el viaje de los amigos al otro lado de la frontera es efectiva pero algo plana y tópica en su desarrollo, así como los plenamente deudores de la música pop de los setenta que aparecen en "Liquid Dreams" por ejemplo. Otras pistas más curiosas entresacadas de este saco son la pieza en la que a ritmo de una desnuda percusión militar los amigos intentan evadir el servicio militar que les llevará a la guerra en "Preparation March" (destacando también su versión previa de "Drums Montage" entre los bonus) y la escena cómica en la que a modo paródico de las meditaciones hippies de la época hablan sobre el universo en "Cosmic Indifference".
En cualquier caso todo ello pasa por ser material imprescindible para apreciar hasta que punto el compositor se esforzó en construir con solidez una obra que resiste con firmeza el paso del tiempo y que puede salir airosa, pese a quien pese, en la comparación con las grandes bandas sonoras del responsable de "La caza del octubre rojo".
De la mano de Lukas Kendall y su FSM, nos llega por lo tanto un disco imprescindible para cualquier aficionado a la mejor música de cine que se precie de serlo y una banda sonora inolvidable para muchos una vez que se ha escuchado y calado en esa parcela de profunda sensibilidad a la que Poledouris llegaba, casi sin proponérselo, con toda facilidad. La edición es sencillamente insuperable, con toda la música del film (incluso la del trailer del film), temas alternativos, pasajes extendidos, un cuadernillo extensísimo con comentarios del propio autor, pero ante todo con un cuidado que hace más doloroso si cabe la reciente pérdida de ese enorme músico, de ese genio, del gran Basil Poledouris.
|