David Serna
La implicación de Christopher Young en “An Unfinished Life” era más que probable desde el momento en que Miramax encargó el proyecto al director que mejor podría identificarse con este tipo de melodramas tranquilos y fáciles de digerir, Lasse Hallström, quien ya había trabajado con Young en su anterior película, “The Shipping News”, y había quedado profundamente satisfecho con la música, nominada al Globo de Oro. “An Unfinished Life” sería la tercera y última película de un contrato que Hallström había firmado con Miramax tras el éxito de “The Cider House Rules”, pero el proyecto se vio desbordado de problemas desde antes del rodaje. La decisión inapelable de Harvey Weinstein, co-fundador de Miramax y productor ejecutivo del filme, de imponer a Jennifer López como protagonista frustró todas las expectativas de Hallström, quien la consideraba totalmente inadecuada para el papel pero nada podía hacer para convencer de lo contrario a un jefe tan irascible y salomónico como Weinstein. La absoluta falta de química entre la actriz y el director perjudicó su interpretación y consiguió hacer de un proyecto tan apetecible para alguien como Hallström (historia amable y sencilla, donde la naturaleza tiene una fuerte presencia, donde los personajes chocan en su manera de enfrentarse al mundo...) una película ciertamente por debajo de sus posibilidades, aunque consiga mantener esa naturalidad típica de un cuentista como Hallström a la hora de ubicar a los personajes en el entorno que les debe pertenecer y extraer la moraleja más apropiada, además de obtener buenas interpretaciones de sus actores (en este caso, de los protagonistas masculinos, Morgan Freeman y Robert Redford).
Tras un rodaje de lo más conflictivo, con Hallström peleándose continuamente con su productor y con su actriz, llegó el turno de la música. Christopher Young ya había tenido problemas con Weinstein durante la posproducción de “Rounders”, cuya banda sonora no gustaba nada al pez gordo de Miramax y el compositor tuvo que reescribir de principio a fin. En el caso de “An Unfinished Life”, Weinstein quería una música típica de western, que fuera opulenta y grandiosa, así que decidió enviar a Young a Londres para que grabara la banda sonora en esa línea y la montara en algunas escenas. Según cuenta Young, la situación no era agradable y fue un proceso muy duro, hasta que Hallström le felicitó por su trabajo y el asunto parecía tener un final feliz. Pero no: la película acabó cogiendo polvo en las estanterías de Miramax hasta que dos años después, cuando Hallström y su equipo lógicamente ya se habían desentendido de ella, alguien volvió a visionarla y pensó en cambiar su música antes de decidirse a estrenarla. Como es normal, había pasado el tiempo y Young ya había cobrado por un trabajo que consideraba finiquitado. En cualquier caso, si la música no era de su agrado, nunca llamaría de nuevo al responsable de la misma, sino a otra persona. ¿Quién? A Deborah Lurie, alumna aventajada del propio Young cuya trayectoria hasta entonces era de lo más discreta y a la que encargaron deprisa y corriendo escribir una nueva banda sonora, la cual (por ironías de la vida) tampoco resultó muy diferente de lo que había escrito su profesor, convencido de que Lurie hizo un gran trabajo pero reacio, ante lo doloroso del rechazo de su música, a siquiera escucharlo.
“An Unfinished Life” se estrenó finalmente con música de Deborah Lurie y no hubo manera de conocer lo escrito por Young hasta que Varèse Sarabande editó una tirada limitada a 1000 copias que se agotó, como es habitual, unas horas después de salir a la venta en su página web, lo que tampoco ha permitido a muchos aficionados acercarse a la música original y poder compararla con el trabajo de su alumna, aunque seguramente haya sido el único camino viable para que una banda sonora de estas características haya visto la luz, convenientemente rebautizada (en la línea de los “Timeline” y “Alien Nation” de Goldsmith) como “Music Inspired by the Film”. Para la edición discográfica, además, se incluyeron junto a los 50 minutos de partitura una serie de temas a piano donde se incorporaban algunas piezas inéditas y que Young, en una triste alusión a lo inacabado o “interrumpido” de su música (como expresa el encabezamiento de las notas de Jerry McCulley en la carpetilla del disco), tituló “14 Unfinished Lifes”, 14 movimientos que elevan la duración del compacto a 78 minutos pese a que la única presencia del piano en todos ellos contraste abiertamente con el ecléctico choque de sonidos de la partitura, donde el piano y las cuerdas característicos de Young se entremezclan con guitarras evocadoras del más puro country y con una ligera sensibilidad jazzística en la ejecución de ese sonido “americano” que impuso Weinstein al compositor, por mucho que la música quede muy lejos de los clichés asociados al western tradicional.
Lo que hizo Young para dotar a la película de ese toque de western, teniendo en cuenta los tiempos actuales y esquivando, por tanto, un sonido a lo “The Magnificent Seven”, fue interiorizar el country hasta el punto de tenerlo presente en el concepto de la mayoría de los temas, ya sea expresado en forma de hermosas melodías para cuerdas (como el tema principal, presentado en el primer corte, “Unfinished Life”) o ejecutado de una manera más directa y acorde con la personalidad de Young (esto es, fundiendo su esencia con el sonido jazzístico propio del compositor de “Rounders” en cortes como “Kick the Bucket”, “A Subtle Shift” y “Scars on Scars”). Mediante el tema principal, una sencilla pero efectiva melodía de aroma “americano” expuesta por cuerdas y guitarras, el compositor comenzó a extender sobre la película un sentimiento melódico que sería necesario (como así también lo entendió Deborah Lurie en la partitura final) en el viaje que emprende Jean Gilkyson (Jennifer López) junto a su hija de 11 años al huir de los malos tratos de su novio y refugiarse en el rancho de su suegro Einar (Robert Redford) al noroeste de Wyoming, donde lleva viviendo y trabajando durante 40 años junto a Match Bradley (Morgan Freeman), su ayudante y su mejor amigo. Young introdujo ese bello tema aportando cierto optimismo y esperanza en lo que sería la búsqueda de una nueva vida para Jean y su hija, reincidiendo después en lo positivo de su llegada al rancho de diferentes maneras (el agradable desarrollo para cuerdas hacia la mitad de “Cats With No Names”, la tranquila guitarra de “Bittersweet Sorrow”, los suaves violines de “Kick the Bucket”) pero sin abusar de la utilización del tema y reservando su componente emocional para la parte final (con un tono feliz y complaciente en “Sins of Happiness” y “We Begin At The End Again”).
Sirviéndose de cuerdas, piano y varias guitarras, Young compuso otras melodías secundarias, más intimistas y dramáticas, para ambientar la historia sin mayores pretensiones (temas tan suaves y melancólicos como “Speak Softly”, “Butte, Montana”, “Pain Undisguised” o “A Father´s Greatest Loss”), pero poniendo lo mejor de sí mismo en pasajes como “Sea Dreams” (una notable melodía para piano que curiosamente no repite en ningún momento de la partitura) o en la manera en que alterna, hacia el final, el desarrollo del tema principal con una de esas melodías (la presentada en “Pain Undisguised” y luego repetida en “A Subtle Shift” y “Thoughts of M´Lady”) en el corte “Sins of Happiness”, donde deja que las cuerdas y las guitarras reemplacen al piano en una variación más hermosa y agradecida, la cual, pese a su brevedad, ensalza de alguna manera esa naturaleza melódica que ha podido permanecer oculta en forma de suaves piezas para cuerdas y piano y que vuelve a encontrarse a sí misma en el epílogo, con los poderosos arreglos para orquesta del tema principal (en “We Begin At The End Again”). En cualquier caso, es evidente que “An Unfinished Life”, pese a ser un trabajo sensible, bien desarrollado y de una factura muy competente, no es el tipo de banda sonora cuya edición discográfica (fuera de esas imágenes a las que una vez acompañó) vaya a hacer las delicias de los aficionados, aunque ciertamente resulte un agradable caramelo para los (cada vez más numerosos) seguidores de Christopher Young.
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