Miguel Ángel Ordóñez
¿Músico de cine, artista, hacedor de éxitos o astuto abanderado de la comercialidad? Quizás todos ellos. Muchos ríos de tinta se han vertido sobre la figura de Francis Lai, denostado por los puristas, alabado por los nostálgicos de una época donde todo cambió para empezar de nuevo: los 60.
Un compositor que genera encendidas pasiones, opiniones tan contrapuestas que en ocasiones hacen perder la perspectiva de las cosas. Sin duda, Lai pasará a formar parte de la historia del cine como un gran melodista capaz de rivalizar con los músicos de la canción ligera de su época en cuanto líder de ventas: siete millones de copias para “Bilitis”, seis para “Love Story” y cinco para “Un hombre y una mujer” no son cifras a la altura de cualquiera en una disciplina minoritaria como la cinematográfica. Datos objetivos para un europeo que conseguía rivalizar e incluso superar a los grandes nombres americanos del momento: Mancini, Schifrin o Jones.
El éxito de “Love Story” ha jugado más en su contra que a favor, poniéndose en tela de juicio por parte del aficionado medio las verdaderas actitudes del compositor de Niza. Trabajos que se ajustaban a las normas musicales de la época pero que hoy día pueden parecer trasnochados ante el auge de la música sinfónica, por sus texturas simples y comerciales. Lo cierto es que la carrera de Lai abarca mucho mas que un par de títulos reconocibles y su estilo supo adaptarse a obras de mayor complejidad que deberían ser rescatadas del olvido. Vienen a la mente trabajos como “El pasajero de la lluvia”, “13 jours en France” o “Doble triunfo”, donde Lai se amparaba en estéticas más cercanas al sinfonismo, demostrando capacidad para inquietar o para enamorar siguiendo cauces más clásicos.
Obra cumbre del romanticismo en la carrera del francés, “Mayerling”, es sin duda uno de sus grandes legados musicales. Bombástica y grandilocuente, la música de Lai acompaña la trágica historia de Rodolfo de Habsburgo, heredero del trono austrohúngaro, y su amante María Vetsera, una oscura baronesa húngara, hallados muertos el 30 de Enero de 1889 en el caserón de Mayerling por un acto de amor, ante la negativa del padre relativa a su divorcio de Estefanía de Bélgica.
Lai centra su atención en un tema que le sirve para reflejar un paisaje de pasión y tragedia. Una melodía central omnipresente, de brillante romanticismo, que aúna lirismo y ampulosidad, para una historia de amor y realeza. Emergente en modo mayor con “Ouverture”, es acompañada de líricos y pausados interludios para piano y cuerda en temas tan afligidos como “La rencontre”, “Venise” y el funesto “Mort de Rudolphe”, alcanzando cotas de paroxismo lírico y de magistral elegancia con “L´arrivee de Maria”, con un romántico empleo del metal.
Otros momentos estupendos del score son, sin duda, “Chevauchee dans la neige”, una dinámica pieza a ritmo de danza rusa resuelta con brío y atrevimiento, así como dos valses straussianos refinados y aristocráticos presentes en cualquier historia regia que se precie (“Valse de cour” y “Le grand bal”).
Junto a “Mayerling”, Universal France acompaña dos trabajos mucho menos interesantes del compositor francés. “La leçon particuliere” es un drama dirigido por el poco conocido Michel Boisrond (su segmento para “La francesa y el amor” es de lo peor que uno recuerda, sobre todo si se compara con los dirigidos por Clair o Delannoy) con trío amoroso incluido.
Partitura kistch que rezuma beat y pop por sus cuatro costados. Órgano Hammond, baterías o guitarras acompañan las olvidables “Olivier” y “Night in Avoriaz”, mientras Nicole Croisille se encarga de poner su voz a la versión cantada del tema central (“La leçon particuliere”) con “Where Did Our Summers Go” y a una floja fusión de jazz y pop en “I Don´t Know Why”, ambas vendidas al más comercial estilo de la época. Sin embargo, “La lettre et la promenade” es un interesante corte que nos recupera al Lai más melancólico y apasionado en su clásica utilización de piano y cuerda, no exento de cierto punto dramático en la introducción de los chelos.
“Le Soleil des Voyous” (El imperio de los canallas) nos presenta a un Lai más comedido con los excesos comerciales. Un policiaco donde se dan cabida cortes entregados a la big band: ligeros y poco dramáticos (”Le soleil des voyous”, “Jim”), mas cercanos a la comedia (“L´adieu aux voyous”) o que acompañan de manera sugerente la acción (“Poursuite pop”). El mejor corte del score es una pausada y romántica melodía a la que Lai insufla halo jazzístico en el uso de la guitarra y el piano (“Denis et Marie-Jeanne). Nada destacable dentro de una obra menor y dispersa.
Una interesante adquisición si se quiere descubrir uno de los mejores trabajos de Lai (“Mayerling”), junto a dos olvidables muestras de su estilo. Argumentos suficientes para que la polémica en torno a su figura siga viva.
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