Ignacio Garrido
Bruce Broughton pertenece a ese selecto club de autores queridos y admirados como pocos por el aficionado a la música de cine, compositores que elevaron la calidad de la música cinematográfica al nivel de arte para toda una generación. Basil Poledouris, Michael Kamen, Alan Silvestri o Trevor Jones son algunos de esos nombres llamados a permanecer en el recuerdo de todos aquellos que crecimos con su música en las pantallas.
Sin embargo al mismo tiempo que su música nos fascinaba y resonaba en nuestros oídos una y otra vez, también se hacía cara de encontrar editada en cualquier formato que permitiese disfrutarla. Los últimos tiempos están siendo más que benévolos con muchos autores injustamente olvidados en lo que a ediciones discográficas se refiere, como Bill Conti o Michael Small que comienzan a colocar su obra en el lugar que merece dentro de la música cinematográfica. Broughton fue durante mucho tiempo uno de los peor tratados en este sentido, de no ser por la deferencia mostrada hacia su obra por Douglass Fake, valedor principal y casi único del grueso de su carrera y por supuesto de sus mejores trabajos. Gracias al exquisito gusto de Fake y su sobresaliente casa Intrada, el autor de “Silverado” ha visto editadas pequeñas y olvidadas joyas de su filmografía que, para muchos, resultaba imperdonable su ausencia en el mercado. Los dos films de suspense del otrora estupendo Peter Hyams a los que Broughton puso música, eran para el que esto suscribe dos títulos del autor a reivindicar, muy en especial el que ahora nos ocupa, el magnífico thriller de acción “Testigo Accidental”, protagonizado por Gene Hackman y Anne Archer.
Broughton es además un enorme compositor de suspense y acción, lo que no es decir nada nuevo, pero lo que sí supone una delicia es poder disfrutar de nuevo de las infinitas posibilidades con las que un músico con genio e inspiración puede deleitarnos en un género tan denostado como es el thriller. El film rodado en 1990, cuenta con un argumento tan tópico y recurrente como el de presenciar un asesinato y huir de los culpables, pero la cinta que Hyams construye encierra más buen gusto y elegancia en su narración que todos sus tres o cuatro últimos trabajos juntos, ayudado de forma crucial en este caso por una partitura soberbia que impulsa la acción y subraya el misterio con maestría.
La fantástica edición completa de “Testigo accidental”, con sonido perfecto, presentación de lujo y con muchos extras (música no utilizada en el film, versiones alternativas de varios pasajes, interesantes notas del compositor, precisos comentarios de Douglas Fake...) convierten este disco en imprescindible ya no solo para coleccionistas de Broughton, sino para todos los aficionados a esa música de cine en la que de la orquesta se podían extraer matices y recursos ilimitados, en la que un sencillo y soberbio tema central vertebraba toda la partitura y podía pasar del misterio a lo romántico con tan solo un leve cambio en la orquestación y la interpretación, donde cada solista ejecuta de forma milimétrica cada sección de cada corte, donde no sobra un solo segundo ni falta una sola nota.
El tema central “Main Title” (que en sus distintas variaciones y versiones alternativas tiene reminiscencias al de “Más fuerte que el odio”, su colaboración previa con Hyams) es perfecto por su sencillez y Broughton recurrirá a él en momentos puntuales del score con sutiles y elegantes variaciones como la sugerida en “The Boarding”, un motivo de cuatro notas repetido en tres frases que el compositor adapta de forma brillante para situaciones de tensión y misterio, apuntándolo tan solo con sus tres primeras notas y dejando colgado en el aire el efecto de suspense inacabado con momentos como “Into the Station”, una idea tan sencilla como efectiva. Además la maleabilidad del tema central en manos del compositor, se antoja infinita en cuanto a su capacidad para convertirlo en un brevemente liberador y optimista pasaje final en “It´s That Man”. Los fragmentos de tensión y suspense son sencillamente impresionantes, destacando sobremanera la genialidad de “No Carol for Wooton” o el terror contenido de sus inquietantes “End Credits” y finalmente la música de acción absolutamente genial, que se encuentra entre la más trepidante e inspirada de toda la carrera de su autor, en la que por elegir un tema yo me quedaría con “Chopper Chase”, un carrusel de impacto sonoro trepidante y arrollador que recuerda a los mejores momentos de “Silverado”, pese a que momentos como “Freeze!” o “Fat Refuge” resulten igualmente excepcionales. Destacar en este terreno de acción y de un modo especial, toda la conclusión de la película en la secuencia climática final sobre el techo del tren, en el que los protagonistas se han subido para escapar de los asesinos, con los cortes “Wooton, Then Nelson” y “Nelson, Then Catherine”, todo un prodigio de polifonía y poliritmia.
Un trabajo que es prácticamente perfecto en su fusión audiovisual, en el que es difícil destacar unos temas sobre otros cuando la calidad de la música es tan elevada, por lo que es mejor disfrutarla, por fin, en su sobresaliente edición discográfica, aun sabiendo que una escucha poco precisa o el esperar de este trabajo un alarde de efectismos, grandes melodías ampulosas o gran variedad temática, es ya de entrada un craso error. Broughton opta aquí por una economía de medios ejemplar, por una serie de recursos, que si bien convencionales para el género en cuestión, sus resultados son brillantes y ofrecen finalmente un claro exponente del dominio de la técnica musical cinematográfica en todo su esplendor.
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