Miguel Ángel Ordóñez
Desde que en el 2002 estrenara la extraña, absorbente y un tanto surrealista “Dirty Pretty Things”, nada hemos vuelto a saber del director de Leicester Stephen Frears. Ahora vuelve al primer plano con un filme, pendiente de estreno en nuestro país, que aborda los excéntricos años de vida de una visionaria del teatro: Laura Henderson. Bajo su piel la veterana actriz Judy Dench ha obtenido la nominación en la categoría de actriz principal a unos Oscar de próxima entrega, acto ya habitual en su carrera desde que lo ganara en la categoría de reparto gracias a sus intensísimos ocho minutos en “Shakespeare in Love”.
Corre el año 1937 y tras la muerte de su marido, Laura siente la necesidad de aprovechar el tiempo que le queda de vida. Perteneciente a la clase alta, y en contra de la opinión de sus adineradas amigas, adquiere un teatro, el Windmill, ¡en pleno corazón del Soho! (excentricidad que no pasará desapercibida a todo conocedor de la capital de Inglaterra). Al frente del negocio colocará al experto Vivian Van Damm (Bob Hoskins), revolucionando la escena teatral de variedades de Londres al establecer un horario de funciones continuadas las 24 horas del día, copiado por los demás teatros ante el éxito de público cosechado, al que seguirá el primer espectáculo de muchachas desnudas bajo el trasfondo de un Londres bombardeado por la aviación alemana. Como resulta previsible, el amor maduro surgirá entre ambas personalidades.
Hacía nueve años que George Fenton no volvía a encontrarse bajo las órdenes de Frears, tras las exitosas “Las amistades peligrosas” (1988), “Héroe por accidente” (1992) y “Mary Reilly” (1996). Sin duda, para el que les habla, es uno de los grandes compositores actuales. Una figura reivindicable a la que, como a otras de su misma generación (Basil Poledouris, Bruce Broughton), el paso del tiempo y un inexplicable olvido han sacado del primer plano musical cinematográfico. No es que Fenton haya corrido con una suerte tan sangrante como en los dos casos expuestos, pero no deja de ser cierto que lleva cinco años de reclusión en comedias sin chicha (“Lucky Numbers”, “Sweet Home Alabama”, “Hitch”, “Bewitched”) o bajo la realidad social británica a las órdenes de Ken Loach, donde su hábil mano de prestidigitador no puede lucir lo necesario (“Sweet Sixteen”, “The Navigators”, “Fond kiss…Ae”). Contadas ocasiones le han permitido alejarse de este ghetto artístico, lo que ha servido a multitud de iconoclastas ponzoñosos para negarle el pan y la sal.
Lo cierto es que resulta raro encontrar en el panorama de la música de cine un compositor tan versátil e ilustrado como Fenton, capaz de tocar todo tipo de estilos e introducir en ellos su particular personalidad musical, aquella que se cimienta sobre sólidos conceptos sinfónicos deudores de su país de nacimiento.
Con “Mrs. Henderson presents”, Fenton acude al terreno del vodevil, moviéndose con una soltura descarada y vitalista. De este modo, la edición del score se abre con una “Overture”, indudablemente charming, donde conjuga sabiamente ritmos entregados a una big band junto a elementos claramente sinfónicos, tan atractivos como amenos.
Construido el disco sobre cuatro bloques temáticos, el primero de ellos, The Early Years, apela a los ritmos añejos del fox y el rag, con cortes de cierta comicidad como “Bored with Widowhood” o “Revuedeville”, donde realiza una amable variación del tema compuesto por Noel Gay, “Letting in the Sunshine”.
Con Naked Girls, Fenton juega astutamente a dotar de cariz inocente y clásico un espectáculo previsiblemente sucio para los años treinta. En este sentido “Persuading Tommy” se muestra deliciosa en su diestra introducción de violín, chelo y piano, tanto como romántica y nostálgica puede entenderse la canción compuesta por el propio Fenton y su orquestador Simon Chamberlain (decisiva su aportación en el acabado final de la partitura), “Sweet Inspiration”, que acaba derivando en un encantador blues donde sobresale la trompeta de Mike Lovatt. Precisamente el blues y el rag, con claras notas de sarcasmo, serán los estilos que el compositor asocie al director del teatro, “Vivian Van Damm”. La comicidad y el slapstick serán los signos distintivos de “A Shilling for the Hour”, acudiendo Fenton para acabar esta sección a un corte dramático y trágico, presagio de la guerra que se cierne sobre el país, entregado a la orquesta (“Joyride”).
War es un bloque musical mucho mas rotundo entregado a la orquesta, donde Fenton se muestra conmovedor y enérgico en su particular acercamiento al himno francés (“The Fall of France”), en sus notas ascendentes a la cuerda, marca de la casa, con “The Blitz”, o en su sombrío epílogo final “Elegy”. We Never Close, por último, sirve de desenlace a medio camino entre lo festivo y lo melancólico, en especial por la estupenda canción “The sails of Windmill”, una muestra mas del delicioso talento de un compositor siempre fiel a sí mismo, un músico que lamentablemente no alcanzará el gran reconocimiento que se merece antes de haber muerto. Viejas historias que se repiten.
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