Pablo Nieto
1. Introducción
Seguramente haya muchos aficionados a los que la secuencia del show “King Kong, La Octava Maravilla”, donde nos encontramos a un sonriente Howard Shore dirigiendo la orquesta durante el espectáculo de humillación y sorna del gorila gigante, no les ha terminado de hacer mucha gracia. Es posible que al propio Shore, una vez despedido (¿injustamente?) de “King Kong”, comprobar cómo Peter Jackson ha mantenido esa escena, tampoco le habrá hecho especial ilusión.
¿Dos humillaciones por el precio de una? Quizás, pero lo que es evidente es que si el despido de Howard Shore y la eliminación de su música de esta película ha tenido trascendencia siendo el compositor elegido para sustituirle James Newton Howard, en el hipotético supuesto de que el nombre en cuestión hubiera sido Hans Zimmer, la “propaganda” se habría puesto en marcha para convertir al alemán en el responsable de todos los males de la industria cinematográfica actual.
En fin, como suele decirse unos cardan la lana, y otros se llevan la fama… incluso con ayudas tan “sospechosas” como las de Cedric P. Bacon, que aunque cuya traducción al alemán no induce a nada, su mera y sospechosa presencia nos hace intuir una participación no declarada del Maestro de Frankfurt.
Pero bien, estamos aquí para hablar de la mastodóntica, espectacular, grandiosa y visualmente inigualable versión del clásico de Merian C. Cooper y Ernest Schoedsack de 1933. Una película, que ha marcado la vida de Peter Jackson, quien nada más acabar el rodaje de la última parte de la trilogía de “El Señor de los Anillos” se puso manos a la obra, para trasladar al cine su particular visión de esta historia.
El “King Kong" de 2005 deja en ridículo al 90% de las producciones del Hollywood actual. El grado de perfección alcanzado por los efectos especiales de WETA, es casi comparable a la perfecta combinación de aventura, romance, amistad, acción, terror, dolor y emoción del film. Aún así, “King Kong” no es un film perfecto, pero sí un trabajo colosal que nadie debe perderse por nada del mundo. Con esta película, cobra sentido la frase ¡qué grande es el cine! “King Kong” es el cine.
James Newton Howard también es cine, porque guste o no, la música es IMPRESCINDIBLE en cualquier película. Y en concreto en esta, todavía más. La película es un torbellino de emociones, una avalancha de escenas impactantes, una oda al amor imposible. No se puede dudar de la capacidad de Howard Shore a la hora de reflejar todos estos elementos en su partitura, pero lo que ha hecho James Newton Howard en menos de un mes es para hacerle un monumento. No, no es que haya escrito la mejor partitura de su vida. Decir eso sería mentir y faltar al respeto a auténticas obras maestras como “Viven”, “Waterworld”, “Señales” o “El Protegido”. El mérito de James es haber sabido captar y plasmar musicalmente la esencia del film, reflejada en cada uno de los diferentes motivos creados; adaptarse a las transiciones New York-Oceano-Isla Calavera-New York, sin romper en ningún momento el ritmo y la coherencia del todo final; y sobretodo, y más importante, tener la suficiente capacidad intelectual (el exceso de trabajo nubla la creatividad) para regalarnos algunos pasajes absolutamente inolvidables.
James Newton Howard sabe leer perfectamente las intenciones de Jackson, quien sólo utiliza a King Kong como excusa, para embarcarnos en una inolvidable aventura a bordo del Venture, a través del mundo prehistórico de Isla Calavera, la deshumanización del Nueva York del crack bursátil del 33, y por último, de la libertad representada por la ya escena mítica de King Kong sujetando a Ann Darrow encaramado a lo más alto del Empire State Building.
2. El Disco
El viaje arranca en los main titles del film con el corte “King Kong”, donde será presentado el motivo de siete notas asociado a Isla Calavera. Un tema intrigante y misterioso, de grave orquestación que parece avisarnos de la peligrosa amenaza que representa dicha isla. Aunque metaforicamente, también podríamos entenderlo como un aviso para el propio King Kong de la amenaza que se le viene encima.
Como ya ocurriera en “Señales”, y como bien enseñara el Maestro Bernard Herrmann, se predispone al espectador ya desde los títulos de presentación, para los peligros que vendrán. El destino se cruzará en la vida de Ann Darrow (Naomi Watts), cuando por casualidad se encuentre con el director Carl Denham (Jack Black). Éste, desesperado porque la actriz que tenía que participar en su película (visión) ha dejado el film, verá en la guapa y hambrienta Ann, el recambio perfecto. La desesperación llama a la desesperación. Newton Howard, opta por describir el encuentro, la situación límite de ambos, con sorprendente contención, escribiendo para ello un delicado tema para piano y cuerdas (“A Fateful Meeting”). Un tema tan atemporal y mágico, como el propio destino.
“Defeat is Always Momentary” es un excelente corte que bien podría haber firmado el bueno de Randy Newman. Una pieza omnipresente durante todo el comienzo del film, que desgraciadamente no termina de ubicarse correctamente con las imágenes. Las intenciones de la música son buenas: aire sarcástico, frenéticos scherzos de cuerdas que reflejan un poco el caos y locura reinante en la ciudad… sin embargo, un tema demasiado forzado, que parece metido con calzador en el montaje final.
Del mismo volveremos a tener noticias en “Two Grand”, correspondiente a la escena en la que el Venture está a punto de partir. Otra escena caótica, con suficientes elementos cómicos, como el engaño de Denham al guionista del film (y posterior amante de Ann Darrow) Jack Driscoll (Adrien Brody). El final del corte, nos traerá de vuelta el tema de Isla Calavera, justo cuando el Venture zarpa del puerto.
Un tema que volveremos a escuchar en “It´s in the Subtext”, donde Howard, con gran sabiduría, lo utiliza para describir la relación amorosa que está surgiendo entre Jack y Ann. Al recurrir a este amenazante tema, se está condicionando el futuro de esa relación a lo que ocurra en la isla.
La larga travesía a través del océano es resumida con el corte “The Venture Departs”. Aquí, tras un emocionante comienzo con el tema de Isla Calavera (acompañando las imágenes en las que se ve como el barco se aleja de Nueva York), se introducen motivos de corte jazzístico algo cómicos para reflejar las penurias de los tripulantes en el barco, todo ello sin olvidar la nostalgia de las cuerdas y la siempre presente amenaza de “lo desconocido”.
Con "Last Blank Space on the Map" se rompen las hostilidades en cuanto a música de acción se refiere. El Venture llega a la Isla Calavera entre una inmensa niebla… y con el riesgo de chocar contra los “esqueléticos” acantilados que flanquean la entrada. Metales, coros y violentas percusiones describen las maniobras a la desesperada del Venture por no encallar. De fondo, podemos escuchar la mano de Mel Wesson y sus efectos de sonido imitando el grito amenazante de King Kong.
“It´s Deserted” es uno de las mejores pasajes musicales del film. Comienza con el tema de Isla Calavera (contrapunteado por el tema de King Kong), que será arropado por un pasaje épico y grandilocuente, con sobresaliente crescendo para orquesta y coros mientras se nos muestra de forma panorámica la isla, para posteriormente introducirnos en una dinámica de disonancias y tensión, asociada al poblado “abandonado” que se encuentran los protagonistas. Abandonado hasta que la salvaje tribu caníbal que vive allí, sale de su escondite. Una aparición fantasmagórica, seguida de una violenta y cruenta lucha.
"Something Monstrous... Neither Beast Nor Man"… es King Kong, y asociado a él un amenazante y rudo motivo de cinco notas, presentadas por medio de metales en tonos graves. Ann Darrow es ofrecida en sacrificio por los nativos al monstruo. El tema no podría haber definido mejor, no sólo ya esta aparición, sino la propia “personalidad” del animal. La pieza se completa, con un intenso tema de acción, aderezado con apuntes del tema de Isla Calavera, que ayudan y mucho a dar dinamismo a la música.
De King Kong, pasamos a la antológica secuencia de la estampida de los brontosaurios ("Head Towards the Animals"), perseguidos por velocirraptors, quienes también se fijarán en los indefensos humanos que tratan de no ser aplastados en primera instancia, y al tiempo devorados por tan sanguinarias criaturas. De nuevo metales y percusiones, son la pieza clave de este poderoso corte de acción..
Flauta y piano para presentar la melodía, que refleja la primera conexión afectiva entre la bella y la bestia. King Kong y Ann ("Beautiful"). Un tema precioso, en la línea de los mejores temas de amor compuestos por Howard. A destacar la presencia contenida y casi en un segundo plano de las cuerdas, que se limitan a arropar, y metaforicamente a indicar el nacimiento de la relación entre los dos protagonistas.
Esta secuencia no hay que contarla, hay que verla y vivirla tal y como nos la presenta Peter Jackson. King Kong luchando a vida o muerte contra tres colosales Tiranosuarios Rex. Una batalla épica por el reinado de Isla Calavera… y por la vida de Ann Darrow. La violencia de la lucha, insoportable por momentos en las partes en las que King Kong es mordido con fiereza por los T-Rex, es un reflejo del amor irracional del monstruo por la mujer. Capaz de arriesgar su vida por salvarla. Musicalmente “Tooth and Claw” es una pieza deslumbrante, con un James Newton Howard en estado de gracia. Junto a la música descriptiva del enfrentamiento en sentido estricto, con grandes crescendos orquestales, intensas percusiones y los habituales recursos para este tipo de secuencias del californiano, nos encontramos dos nuevos leit motivs asociados a King Kong. El primero, un motivo de siete notas ascendentes para metales, al que recurre en tres ocasiones, está vinculado a la fuerza del animal. No sólo a la que desprende, sino también a la que quiere mostrar a los T-Rex (gritos y golpes de pecho incluido). La pelea de hecho arranca con este motivo. Sin embargo, el estrellato se lo lleva el tema del triunfo. Un impresionante motivo de seis notas, para metales, presentado con toda la fuerza y emoción de la orquesta y arropado en ocasiones por el coro, para describir las victorias parciales de King Kong. El corte finaliza con una ominosa pieza para cuerdas, y un apunte “apagado” del tema del triunfo.
Con "That´s All There Is" se rompe un poco la dinámica angustiosa y trepidante en la que estaba inmersa la partitura. Y aunque cronológicamente, esta secuencia en la que Ann trata de ganar la confianza de King Kong, haciendo imitaciones y juegos malabares, para ganarse la confianza del animal, es previa al enfrentamiento con los T-Rex, no viene mal el interludio con referencias al tema de vodevil, ya escuchado en “Defeat is Always Momentary”, con el que se evoca a los tiempos de actriz de la protagonista. Eso sí, ese apunte musical aparecerá sólo a partir de la mitad del corte, previa música amenazante con crescendos de metales describiendo la brutalidad de King Kong.
“Captured” arranca con poderosos metales, seguidos del tema de la fuerza, que se eleva sobre el resto de la música, al igual que King Kong sobre los que quieren capturarlo. Estamos sin duda ante otra apreciable pieza de acción, en la que no faltarán las referencias al tema del triunfo y al de Isla Calavera. Agridulce es la versión para orquesta y coros del tema del triunfo, con tempo ajustado a la emoción de las imágenes a cámara en lenta en la que por fin consiguen atrapar al animal. Irónico que este tema, utilizado como reflejo de la victoria de King Kong, se use ahora para presentar su derrota… pero es un contraste inteligente y muy efectivo con las imágenes. En especial, porque Howard consigue dotarlo de la intención buscada.
"Central Park" nos recupera el tema de amor. Estamos en una tierna y lacrimógena secuencia de reencuentro entre King Kong y Ann. Ambos van a pasear por un Central Park nevado, llegando incluso "a jugar" deslizándose por el lago helado. La versión del tema, con mayor énfasis en las notas altas del piano, y un desarrollo completo del mismo por medio de cuerdas, nos indica que la relación ha alcanzado su clímax… porque son felices.
Sólo Ann sabe que King Kong no es una amenaza. Sin embargo, Nueva York sólo piensa en acabar con él (como estuvo apunto de hacerlo en el pasado con Ann). En “The Empire State Building” nos encontramos una melancólica versión del tema del triunfo de King Kong, mientras le vemos escalar hasta la cima del mítico edificio neoyorquino, con gran crescendo al llegar a la misma. Allí suena la misma pieza de cuerdas escuchada al final de “Tooth and Claw”. Absolutamente sobrecogedora.
Los últimos cinco cortes del disco corresponden a toda la secuencia final en el rascacielos, y aparecen numerados tomando como referente el revelador nombre: "Beauty Killed The Beast". La primera parte, comienza con una triste elegía para cuerdas, pronto sustituida por la intensidad de la gran orquesta describiendo la aparición de los aviones que pretenden acabar con King Kong. La segunda parte, la tomará el relevo en cuanto a la música de acción pura y dura (atención al curioso apunte del tema de Isla Calavera). La tercera parte, sigue la misma tónica: predominio de metales, crescendos orquestales, percusiones apabullantes, y apunte del tema de la fuerza de King Kong, seguido de otro ya menos curiosa y algo más injustificable inserción del tema de Isla Calavera. La batalla ha terminado, los cientos de balas que han impactado en el animal parecen comenzar a surtir efecto. La vida de King Kong se escapa. Estamos en la cuarta parte de “Beauty Killed the Beast”. La muerte de King Kong no podría haber tenido ni mejor compositor, ni mejor música. Una dramática y triste elegía para orquesta y coros, que nos retrotrae a tiempos de “Línea Mortal”, acompaña la despedida entre Ann y el animal antes de comenzar la caída al vacío de su cuerpo inerte, con la voz solista del niño Ben Inman describiendo tan trágico momento, y enlazando con la quinta y última parte del score y del film, donde la elegía termina de desarrollarse por completo a modo de tributo, alcanzado momentos de gran belleza e intensidad.
Con independencia de premios, reconocimientos de crítica y público, y éxito de ventas de discos, seguro que James Newton Howard jamás olvidará este trabajo. El más difícil de toda su carrera, el que menos tiempo ha tenido para componer, pero sin lugar a dudas el que mejor ha demostrado su talento innato para la música de cine, y su enorme e incorruptible profesionalidad.
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