Jorge L. Viera
Cuenta la leyenda que "Villa Diodati" fue una de las propiedades de Lord Byron junto al lago Leman en Ginebra. Nos encontramos en junio de 1816 y allí tendrá lugar el encuentro del propio Byron con Claire Clermont, su amante, el poeta Percy Shelley y su pareja Mary Godwin -hermanastra de Claire- y su secretario y a la vez médico personal John William Polidori. ¿El motivo? Vacacionar recopilando historias alemanas de fantasmas (cada uno es libre de utilizar su tiempo como le de la gana), lo que devino en una competencia (ya histórica) entre anfitrión e invitados sobre quien era capaz de escribir - durante ésa noche - la historia más terrorífica.
El resultado es popularmente conocido. Byron y Shelley abandonaron el intento, Polidori escribiría una inquietante historia titulada "El vampiro" y Mary Godwin crearía para la posteridad su novela "Frankenstein o el Moderno Prometeo", publicada finalmente con el nombre de Mary Shelley, luego de su casamiento con el citado poeta.
En ella, la autora uniría el mito de Prometeo - quien robó el fuego de los dioses para dárselo a los hombres y fue castigado por ello - con la leyenda hebrea de El Golem - un muñeco de barro animado mediante fórmulas cabalísticas - todo ello narrado a través de la historia de Víctor Frankenstein, quien desafía los límites de la ciencia al crear vida.
El éxito de la novela motivó ese mismo año (1823) una adaptación teatral y en 1910 (a sólo quince años de la creación del cinematógrafo) el corto “Frankenstein”, producido por la compañía Edison y dirigido por J. Searle Dawley. A partir de allí la vigencia de la historia es indiscutible y las versiones cinematográficas diversas.
Vamos a detenemos necesariamente en la que James Whale dirigiese para la Universal en 1931, la cual instauró una imagen definitiva para el monstruo en el imaginario popular, así como otros elementos; la parafernalia electrónica, el ayudante jorobado de Víctor (llamado Igor), los aldeanos persiguiendo al monstruo con antorchas y - fundamentalmente - que éste tuviese el cerebro deforme de un criminal - hechos todos que no pertenecían al imaginario particular de Mary Shelley en su novela.
También debemos consignar que este film, cómo el "Drácula" de Tod Browning del mismo año carecen de una partitura original que las complemente.
Pero, a no desesperar, la justicia llega tarde, pero finalmente llega. Las cosas cambiarían al filmarse la secuela que también dirigió Whale, uno de los mejores filmes de terror de la historia del cine y que además tiene una extraordinaria partitura cinematográfica, nos referimos obviamente a "La Novia de Frankenstein" de 1935.
Sin dudas fue la partitura de "Lilom" (Fritz Lang, 1934) el trampolín que precipitó el encuentro entre estos dos creadores, el compositor para aquel film, el impar Franz Waxman ("Objective Burma!", "Demetrius and the Gladiators", "Rear Window", "Taras Bulba", "Prince Valiant") y el director Whale. Este hecho permitió que Waxman llevara a cabo una de sus mejores creaciones y que ése trabajo enalteciera aún más la película hasta convertirla, como decíamos más arriba en uno de los pilares de la fantasía y el terror moderno.
Hablar de Franz Waxman implica referirse a un compositor con una clara formación clásica que revisó a su manera el sinfonismo y post-romanticismo alemán y también desarrolló -como hicieran otros profesionales de la música del cine- las ideas de Richard Strauss, sin olvidar a otros importantes maestros como Prokofiev y Shostakovitch, éste último su dilecto amigo personal.
Continuando con la edición discográfica, no podemos sino ponderar la versión de esta banda sonora que puede conseguirse por el sello Silva Screen Records interpretado por The Westminster Philharmonic Orchestra que, conducida por Kenneth Alwyn, respeta (excepto en un tema) la orquestación de Clifford Vaughan para la música del film y viene acompañada de un completísimo booklet, conteniendo además una interesante suite de su música para "The Invisible Ray", película también protagonizada por Boris Karloff en la década del treinta.
Volviendo a "The Bride Of Frankenstein", ya en el "Main Title" encontramos (como era costumbre en la época) la génesis de lo que vendrá, se exponen allí tres temas que irán apareciendo alternativamente en el desarrollo de la trama. A saber: el tema de la Criatura, el de la Novia en cuestión y, finalmente, el del Dr. Pretorius (quien induce al Dr. Frankenstein para que continúe con sus experimentos). El primero amenazante, el segundo suave y fantasmagórico y el tercero decididamente maquiavélico, pero los tres muy fáciles de retener e incorporar para el escucha habitual de scores.
El “Prologue” contiene dos segmentos bien diferenciados, primero el suave minueto (que corresponde a la escena en la cual Mary Shelley comienza la narración que continúa su novela ante un interesado Lord Byron) y el fragmento denominado “Storm” que no es sino un recuento músico-visual del primer film donde los motivos se entremezclan elegantemente.
Le sigue “Monster Entrance” donde la presencia de las cuerdas indica la resurrección de la Criatura (que de paso asesina a un pobre aldeano ) y la “Processional March”, tan solemne como potente y propia del estilo de este gran compositor.
En “Pretorius´ Entrance” y “You Will Need a Coat” regresa nuevamente al tema de Pretorius; para luego permitirse un momento de comedia describiendo las pequeñas creaciones de éste en el tema "Bottle Sequence". Por su parte, “Female Monster Music” desarrolla como era previsible el Tema de la Novia, pero esta vez para convencer – junto con Pretorius – al Dr. Frankenstein para que cree vida nuevamente.
No obstante estas minuciosas descripciones, hay dos temas que fueron, son y serán los más reconocidos de esta banda sonora: "Dance Macabre", una reelaboración de los temas de Pretorius y la Novia, y "The Creation", poema sinfónico que reúne estos dos temas con el de la Criatura, entrelazándolos inteligentemente hasta finalizar parodiando a la conocida "Marcha Nupcial" de Félix Mendelshon.
"The Tower Explodes and Finale" es obviamente el tema que acompaña a la destrucción del laboratorio y a aquel obligado final feliz que la película debió tener para "complacer al público" (o más bien a los productores).
Disfruten también la excelente suite de "The Invisible Ray" que Waxman compusiese en 1935 para aquél film de protagonizado por Boris Karloff y Bela Lugosi, convirtiéndose en un excelente bonus track.
En suma, una creación inolvidable tanto musical como visualmente hablando que siempre valdrá la pena recordar.
|