Miguel Ángel Ordóñez
Basada en la novela “See No Evil” del ex agente de la CIA Robert Baer, el ganador del Oscar al mejor guión por “Traffic”, Stephen Gaghan, se pone tras la cámara para rodar una cinta de alto voltaje político y que sin duda levantará ampollas en los sectores mas conservadores de Estados Unidos. “Syriana” narra de manera vertiginosa, como plato de difícil digestión, un auténtico galimatías donde las piezas a modo de rompecabezas (como ya hiciese en el filme de Soderbergh citado) se exponen en montajes paralelos, con un lenguaje visual semi-documentalista y constantes saltos en el tiempo. El filme gira alrededor de la figura de la corrupción a gran escala, los intereses petroleros de Estados Unidos en Oriente Medio, las operaciones encubiertas de la CIA, los tejemanejes de las propias compañías del Petróleo que alientan con sus despidos masivos el caldo de cultivo de actuación del propio terrorismo islámico, de cuyos trabajadores se alimentan las “madrassas” (campos de entrenamiento), aprovechándose de un discurso que devuelve la dignidad a un trabajador despreciado por los poderosos. En conjunto, una obra que dará que hablar y que se une a “The Constant Gardener” como apuesta veraz por un cine de cariz político que se asienta en los cimientos del docudrama.
Para su máxima estrella, George Clooney (interpreta al propio Robert Baer), el año ha resultado redondo pues, a los previsibles premios que cosechará en los diferentes certámenes cinematográficos que desde diciembre desfilarán para gozo del mitómano, hay que unir su ensalzada dirección por parte de la crítica para “Good Night, Good Luck”, su particular visión sobre el comportamiento de la prensa durante la “caza de brujas” de los 50. Un accidente durante el rodaje de esta “Syriana” puede acabar por dar al lastre con un año que se presenta inolvidable para el actor, puesto que su operación de espalda le ha dejado secuelas evidentes difíciles de disimular.
En un breve espacio de tiempo, la carrera de Alexander Desplat en Estados Unidos ha crecido a pasos agigantados gracias a una persistente habilidad en asociar su estilo, de calidad indiscutible, a filmes que buscan alejarse de los circuitos comerciales de rigor, dentro de una industria que con cuentagotas da salida a este tipo de productos. La partitura para este “Syriana” se encuentra muy unida en concepción a sus anteriores trabajos en América: “Birth” y “Hostage”. Músicas de recovecos, nada transparentes, creando universos cerrados de cierto aire malsano, tan asfixiantes como elegantes. Trabajos sinfónicos de doble lectura, inteligentes y sobrios.
Desplat crea un paisaje árido que descansa en una instrumentación simple y sugerente: violines, piano, flauta arábiga, percusiones y un ligero toque de aparato electrónico. Sobre ella levanta un tema central de dos notas que se muestra sumamente triste acompañado de elegía de cuerdas en “Syriana”, melodía que sostiene básicamente el piano y que prefigura la tragedia, la visión desesperanzada del compositor (“Syriana (piano solo)”, “Falcons”, “Fathers and Sons”). Momentos íntimos sobre los que Desplat se mueve con astucia acudiendo a pasajes de tono minimalista donde el contrapunto emerge con aires de improvisación: el piano sobre el magnífico scherzo de “Driving in Geneva”, la cuerda sobre las maderas en “Something Really Cool”.
En una partitura donde la figura del ostinato recrea universos obsesivos y ambientes de cálida pesadilla, Desplat se muestra brutal en su acercamiento a la violencia. Descargas fugaces, limpias, con un uso amenazante de los timbales (“I´ll Walk Around”, “Truce”) o en el empleo de una atractiva percusión arábiga que Desplat introduce sobre el tema de dos notas al sintetizador, potenciando así los ambientes claustrofóbicos en “The Commute”, o que enfrenta a la cuerda durante “Beirut Taxi”. Dos temas que se unen y separan en el espléndido “The Abduction”, clausurados por un caos orquestal intenso y desenfrenado.
“Syriana” es una partitura densa, sinuosa e insinuante. Tensa, desabrida, distante, enérgica, efectiva, localista, intelectualizada. Busca recrear un universo corrupto con un estilo que salta del uso minimalista de instrumentos al empleo de figuras obsesivas. Como el filme, su valor radica en prefigurar un oscuro mundo cerrado en el que no es fácil encontrar antídoto, tan cerrado en su desesperanza como abierto en su opulenta ambigüedad.
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