Miguel Ángel Ordóñez
Un año mas tarde del éxito cosechado por George Pal con “The Time Machine”, afronta un proyecto que en lugar de reflejar un mundo futurista como en aquel, hecha la vista siglos atrás a un mundo pasado, a la leyenda de la civilización perdida de la Atlántida con toques fantásticos representados por la presencia de un submarino que recuerda el Nautilus de “20.000 leguas de viaje submarino”. En realidad, mantiene la esencia de su mundo de fantasía, presente a lo largo de su filmografía, a la par que busca una aproximación a la aventura mitológica de gran éxito por entonces en Italia bajo el nombre genérico de “peplum”.
Los buenos resultados cosechados por Russell Garcia en “The Time Machine” le convertían en la elección mas lógica para “Atlantis: The lost continent”. Como en aquella, Garcia resuelve el fondo sonoro del film acudiendo a un híbrido de propuestas modernistas y el convencionalismo implícito en la aventura histórica. Lamentablemente el compositor quedó muy defraudado del montaje final realizado por Pal, ya que aplicó temas a escenas para las que no fueron concebidas y cortó gran parte del material presentado por Garcia. La fructífera relación llegaba a su fin.
Sin embargo, presentado al completo por FSM, el score tiene una entidad final asombrosa y una unidad temática con respecto a “The Time Machine”, que nos permite en su conjunto identificar una autoría creativa propia, un universo común al estilo musical de Garcia. Estructurado en tres grandes bloques, el compositor nos presenta en “Main Title/Credits” la marcha asociada a la civilización de Atlantis, que acaba por identificarse con el ánimo revolucionario de sus habitantes oprimidos. Se trata de una melodía noble, regia en su lustroso empleo de ritmos sincopados que se muestra majestuosa durante “Atlantis” y muy dramática en su versión para cuerda en el corte “Work Montage”. Con tratamiento convencional, el tema de amor asociado a la Princesa Antillia se presenta de manera misteriosa, introspectiva en “Mermaid”, dulce en el empleo del clarinete con el corte “Antillia”, melancólico para arpa en “Harps” y en versión extendida durante “Love Scene”, una deliciosa melodía que remite a la música de los maestros italianos mas emparentados con la aventura mitológica: De Masi y Lavagnino.
De nuevo, Garcia aporta saludables contrastes modernistas en el tratamiento de la acción, acudiendo a la figura del ostinato, esta vez al metal (recordemos que en “The Time Machine” esta figura se asociaba a la cuerda) para aportar a los cortes un obsesivo y frenético ritmo (“Submarine Scene”) o para dotarlos de un tratamiento trágico (“Rejected”). Donde mas presente encontramos las referencias a su trabajo anterior es en buen puñado de cortes de acción que nos remiten al leitmotiv empleado para los Morlocks. Un salvaje empleo del metal, cuerdas que ascienden y descienden creando vertiginosas figuras, la irrupción de descarnados ritmos sincopados se nos presentan en el tramo final de la grabación (“Fight with Giant”, “Rebelion and Murder”, “Madness”, “Justice”), símbolo de las luchas del pueblo por librarse de la opresión.
Acompañando este interesantísimo trabajo, la inclusión de “The Power”, otro filme producido por Pal, se antoja intrascendente, no por los valores artísticos de este grandísimo trabajo, sino por aportarnos la misma edición realizada años atrás por el sello belga Prometheus. Sea como fuere, se trata de una propicia oportunidad para reivindicar la indudable calidad de una de las partituras mas despreciadas, de manera injustificable, del gran compositor húngaro Miklos Rozsa.
“The Power” es el filme mas adulto producido por George Pal. Antecedente claro de películas como “La furia” de De Palma y “Scanners” de Cronenberg, aborda la temática de las sociedades ocultas que practican la telekinesia como arma de componentes mortíferos. Para la dirección del filme, Pal acudió a Byron Haskin, artífice del gran éxito de “La guerra de los mundos” al que exhortó para convertir a la sexualidad como el elemento central del relato.
Húngaro como él, Miklos Rozsa había abandonado el cine en 1963 tras el fracaso de la almibarada “The V.I.P.s”, donde el maestro realizaba uno de sus menos interesantes trabajos. Durante los cuatro años en que se mantuvo alejado del cine, Rozsa terminó su aclamado Concierto para piano, encontrándose inmerso en la creación de su Concierto para cello, cuando Pal logró convencerle para la vuelta a un medio donde la música había evolucionado hacia posiciones demasiado frívolas para el gusto clásico del compositor, realizando como única indicación la inclusión del cimbalom asociado al personaje central, un gitano. A pesar del escaso interés de Rozsa por este instrumento, aceptó por considerarlo apropiado para ese perverso rol.
Alejado de las texturas románticas tan definitorias del compositor, el trabajo de Rozsa para “The Power” es una poderosa conjunción de hipnóticos ritmos y salvajes crescendos orquestales desconocidos en su carrera (solo ciertos pasajes agresivos de esa maravilla inédita que es “The Red House” me vienen a la mente). Con tan solo dos motivos principales, una fanfarria al metal y el omnipresente tema central interpretado por el cimbalom, el score adquiere una dimensión tan neurótica y enfermiza que basta su audición aislada para sumergirnos en la pesadilla que acompaña a estos ladrones de mentes. “Prelude” nos presenta el gypsy theme como motivo hipnótico, emergiendo de manera diegética en la propia escena del filme. Adquiere carácter obsesivo con un empleo muy dinámico de la orquesta en “First Manifestation/Hallison Dies”, tonos patológicos en el acelerado y poderoso “Pursuit”, mientras un corte no incluido en la película, “Gypsy Eyes”, se convierte en un arreglo para concierto de la pieza donde el violín obtiene notas de un macabro romanticismo. Una única melodía de claro sabor español apela a momentos de cierta sensibilidad con empleo de de la guitarra (el insulso “Viva L’amour”).
Sin duda los momentos mas asombrosos de la partitura y por ende los mejores son aquellos donde Rozsa aplica toda la inventiva para obtener notas imposibles de su orquesta. La frenética “Death in the Centrifuge” con sus figuras de ocho tonos, la violenta “Attack” con sus salvajes contrapuntos de trompeta y xilófono, y la demencial “The Merry-Go-Round” donde Rozsa construye un vals disonante junto a elementos de vodevil cercanos a Kurt Weill, constituyen piezas maestras del género, regalos de un compositor en plena madurez creativa.
Sin duda, “The Power” es uno de los mas revolucionarios e incomprendidos trabajos del maestro. Nunca se había mostrado tan trepidante y directo. La escasa variedad temática del score no puede restar fuerza a su intrincado laberinto de orquestaciones exuberantes, de tonos inusuales y de vanguardistas scherzos. Aunque la inclusión de esta obra obedezca a dudosas razones de autorización oficial de la edición (la de Prometheus no lo era), se trata de un momento ideal para que no solo los admiradores del compositor húngaro, sino los aficionados a la música de cine en general que la desconozcan, descubran una de las joyas ocultas en su filmografía.
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