Miguel Ángel Ordóñez
Hasta catorce versiones han visto la luz para la gran pantalla o en forma de adaptación televisiva de la famosa novela de Mark Twain, “The Prince and the Pauper”. El mitómano recordará con especial interés la entretenida versión realizada en 1937 por William Keighley con Erroll Flynn y Claude Rains como estrellas principales. Al aficionado a la música de cine le vendrá la mente el magnífico score realizado por Erich Wolfgang Korngold para aquella adaptación. Sin embargo pocos habrán reparado o recordarán vagamente este proyecto encargado por los hermanos Salkind (Alexander e Ilya) al director Richard Fleischer.
Tras el éxito de público con las revisitaciones del universo de los mosqueteros (con “Los 3 mosqueteros” y “Los 4 mosqueteros”) realizadas por Richard Lester en los 70, los Salkind buscaron repetir fórmula con las desventuras de un príncipe adolescente que cambia su rol con un humilde aldeano de idéntico aspecto en la Inglaterra del siglo XVI. Su casting incluía a viejas glorias en el ocaso de sus carreras como Charlton Heston y Oliver Reed. El rodaje, no exento de problemas, se inició en 1976 pero no fue hasta dos años mas tarde cuando la producción contó con el visto bueno de la Universal que puso como condición previa el cambio en su título original, al no confiar en el nombre de Twain como reclamo para el público (de hecho en la versión americana se omite toda referencia al material escrito de partida). Paradojas del destino, “Crossed Swords” no recaudó ni lo invertido en ella. La clave no estaba en los posibles giros lingüísticos del título, sino en el éxito de otro tipo de aventuras que causaban furor por entonces: las galácticas.
Maurice Jarre, el compositor cinematográfico por excelencia de la época tras sus éxitos junto a David Lean, nunca había compuesto para la aventura de capa y espada por lo que no dudó en aceptar el encargo. Su trabajo puede calificarse de muy acertado: un cóctel resultado de agitar de manera mágica, aventura, romance y música del período histórico por el que transita la historia. Para ello, Jarre compone cuatro temas centrales sobre los que gira la práctica totalidad del trabajo. Silbado, el tema de Tom Canty inicia la edición en el “Main Title”, haciendo referencia a sus orígenes humildes. La orquesta lo recoge creando una pieza juguetona, optimista y frenética, un sorprendente y vivaz desarrollo que muestra las dotes de Jarre en las orquestaciones. Alcanzado el primer minuto del corte emerge la melodía asociada al príncipe Edward, también optimista al conectarse a su adolescencia, pero con una deliciosa sofisticación y refinamiento símbolo de su alta alcurnia. El tema real, asociado a la corte inglesa, cierra los títulos de crédito iniciales con su carácter regio y gentil liderado por el oboe y la flauta. Uno de los mejores cortes en la carrera del compositor francés.
El tratamiento que Jarre proporciona a los temas de Tom y Edward es siempre solapado. Ambos se alternan mostrando el equívoco de sus roles (“Crossed Swords”). Pero a medida que avanza el metraje dos mundos opuestos tienden a unirse: mientras Tom se adapta a su nueva posición, Edward es consciente de la distancia que separa la realeza del pueblo, una de las claves de Twain en esta crítica social sobre la monarquía. Por lo tanto, Jarre acaba fusionando ambas ideas musicales ya que al final del filme la línea que separa el pensamiento de ambos es mas débil (“Tom or Edward”). Uno de los más interesantes hallazgos de la partitura.
El tema asociado a la realeza obtiene su rendición ceremoniosa con empleo coral durante el corte “Coronation”, pero es en “Ruffler´s men” donde el compositor va a sorprendernos con su empleo asociado al jefe de la banda de rufianes que persigue a Edward. Aquí el tema adquiere un tono bufo, distorsionado entre efectos y disonancias, un guiño socarrón que conecta al mismo nivel a ambas jerarquías: la del Gobierno del país y el liderazgo de los bajos fondos. Otro ejemplo mas de la crítica social de Twain asumida por Jarre.
El cuarto tema central, el de Miles Hendon (Oliver Reed), la gran ayuda y soporte del príncipe para desenmarañar el equívoco, es una prodigiosa melodía que destaca por su nobleza y por su tratamiento romántico. Presentado al inicio del corte “My King” es durante “The Prince and the Pauper” (verdadero “End Title” del filme) cuando obtiene una rendición completa con tratamiento regio al metal. En el resto de la edición, este tema y el de Edward conviven como muestra de sus aventuras conjuntas, a veces con empleo de ritmos sincopados ejerciendo de contrapunto (“Here Comes the King”), en otras convertidas en vivaces piezas de acción (“Fight on the Steps”).
Un par de danzas asociadas al divertimento real son interpretadas por instrumentos del período (sackbut, el sacabuche español, único instrumento de metal, parecido a un trombón, a disposición de los compositores del Renacimiento, dulcimer, variación del salterio y crumhorn, similar a la gaita) aunando aire festivo y noble (“Royal Divertissement”, “Gaillard”). Asimismo Jarre acude a cierta experimentación en su salvaje “Canty´s fight” donde la violencia expuesta por las trompetas (con sordina) y por la percusión se entrelaza con una exposición del tema de Canty con disonancias avant-gardé.
Uno de los mejores trabajos de Jarre que por fin recupera FSM en formato CD. Un score destacable en su carrera por la vivacidad y melancolía que el francés imprime a sus notas, por su meditada construcción y por su ejemplar interpretación. Músicos entre los que cabe recordar, como anécdota, se encuentra el hoy gran compositor George Fenton.
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