Miguel Ángel Ordóñez
Los inicios en la carrera cinematográfica de Gabriel Yared se encuentran muy ligados a su Líbano natal. Entre 1980 y 1983, la influencia de la música árabe en sus acercamientos fílmicos sienta las bases de una clara preocupación por redescubrir el folklore de su país natal. Curioso en un compositor con declarada admiración por la música clásica y la exploración electrónica. Lo cierto es que tras descubrir la profunda complejidad de la música oriental y su sólida formulación teórica, sintió la necesidad de explorar un campo por el que no había demostrado especial interés durante su etapa de estudios musicales.
El loable interés que ha puesto Cinéfonia en recuperar la filmografía inicial de Yared, nos permite poder disfrutar de tres de sus incipientes trabajos editados por primera vez en formato CD.
Siguiendo un orden cronológico, “Les petites guerres” es el primero de ellos. Producción del año 1981, dirigida por el libanés Maroun Baghdadi, se centra en la difícil vida de los jóvenes libaneses durante la guerra que ha mantenido el país dividido por muchos años. En ella se observa un compositor no familiarizado con el lenguaje cinematográfico, hasta el punto de excluir el subrayado musical de todas aquellas escenas donde predomina el diálogo. Dominado por el empleo del sintetizador y la introducción de instrumentos arábigos como la kamanja (violín), oud (especie de laud) y näi (flauta), Yared demuestra preocupación por ejercitar una cierta tensión dramática como demuestra el corte “Generique”, junto a un grado de experimentación que incluye el empleo de voces a cargo del propio compositor (“Dans les rues de Beyrouth”, “Bouts de souffle”). En general se trata de un flojo trabajo más cercano al ejercicio de estilo donde intenta encontrar un camino adecuado para reflejar un Líbano moderno, representado por los jóvenes frente a las rancias tradiciones del pasado, aunando electrónica y folklore sin excesiva emoción, desde perspectivas teóricas.
Dirigida un año mas tarde por el adocenado Peter del Monte (me viene a la mente su espantosa “Julia y Julia”), “Invitation au voyage” no vislumbra un progreso en las formulaciones teóricas de Yared. Su música se limita a ilustrar, de manera tosca, el viaje a través de largas e interminables carreteras de un grupo de rock, conscientes de que su desenfrenada vida, repleta de kilómetros, les conducirá a la muerte. Sin embargo, Yared demuestra un cierto interés por el concepto de leitmotiv en un score dominado por el empleo de electrónica y trompeta. Es en las intervenciones de este instrumento (interpretado por Massim Malouf) donde se muestra una cierta calidez asociada a un motivo trágico que emerge en el corte “Apres la mort”. El empleo de voces como instrumento percusivo en “Sur la route” inclina de nuevo la balanza hacia el interés por la experimentación en detrimento de un mayor desarrollo de motivos.
Por último, con “Hanna K”, el director Costantin Costa-Gavras realiza un acercamiento al conflicto israelí-palestino como excusa para presentar los propios conflictos personales de la azarosa vida de su protagonista, dividida entre tres hombres. Film político sobre el que Yared realiza un acertado trabajo apoyado en la orquesta y en el oud y el kanoun (cítara árabe). La partitura bascula entre el dramatismo de su tema central (“Generique debut”), que evoluciona hacia posiciones trágicas en “Les camps de la mort-Fugue” y la delicadeza y fragilidad de melodías de regusto árabe (“Decouverte de Kfar Romaneh”) donde el kanoun aporta sensibilidad y ternura. Las referencias al mundo hebreo se circunscriben al corte “La circoncision”, en una partitura que toma partido por el lado palestino. El magnífico tema final, “Hanna K” experimenta con una extraña combinación de 13/8 dotando al corte de un gran sentido rítmico, una muestra más del estudio que sobre la música oriental acomete Yared. “Hanna K” es una buena partitura donde por fin el compositor encuentra el término medio entre el análisis y la pasión.
|