Miguel Ángel Ordóñez
El director jamaicano Stephen Hopkins es el responsable de esta cinta que no tuvo estreno cinematográfico en España. Según algunos cronistas pasa por ser su mejor trabajo, lo que tampoco es decir mucho dentro de una filmografía adscrita al cine comercial sin pretensiones con alguna que otra película dirigida con atinado talento al margen de esos circuitos (recordar la reciente “The Life and Death of Peter Sellers). La historia gira alrededor de cuatro amigos que camino de una velada de boxeo deciden tomar un atajo que les conduce a un barrio marginal donde presenciarán un brutal asesinato. Como es normal en estos casos, el asesino no quiere testigos e inicia una feroz persecución sobre los jóvenes en un territorio donde se ven incapaces de pedir ayuda. Emilio Estevez, Cuba Gooding Jr. y Stephen Dorff, los protagonistas.
En la primera parte de su filmografía, Hopkins acudió al talento emergente del compositor Alan Silvestri, con el que trabajó en tres filmes: “Predator II”, “Blown Away” y la película que nos atañe. Intercalada entre ambas, “Judgement night” se convierte, por méritos propios, en el peor trabajo en conjunto de esta breve relación. Sin ser una obra muy estimable, “Predator II” aportaba al estupendo precedente una batería de percusiones étnicas que acababan dotando de un ritmo tenso y dinámico a la acción. La adrenalina se apoderaba mas ostensiblemente del cuerpo sonoro de “Blown Away”, una entretenida e interesante partitura que carece aún de edición discográfica oficial. “Judgement Night”, por su parte, se convierte en un híbrido de sonoridades atonales entregadas a la cuerda, buscando intensificar la pesadilla de los protagonistas y una conjunción de percusiones, muy en la línea de “Predator II” que Silvestri pretende asociar a la deshumanizada jungla de asfalto que acaba por convertirse en el mcguffin de la historia, el silencioso testigo en la desesperada huida que inician los personajes.
El problema radica en la ausencia total de un tema principal que ayude al oyente a centrar la historia. Algo raro en Silvestri. La realidad es que los productores decidieron eliminar dicho tema en beneficio de un comercial hip-hop que arranca con los títulos iniciales. La edición de Intrada, presenta el mismo en versión para sintetizadores entre los bonus track del disco, pero lo cierto es que esta melodía, influenciada por el “Dies-Irae”, es monótona y funcional.
Así las cosas, un motivo trágico de cuatro notas se adueña de la práctica totalidad de los cortes, enfrentado de manera sutil y disfrazada a pasajes atonales tensos y expectantes. Lamentablemente los mismos no progresan sino que provocan cierta rutina siempre superada por breves pero intensos interludios de acción entregados a la percusión. Este motivo trágico emerge brevemente en el corte que inicia la edición, “Freeway Confrontation”, que contiene otro recurrente motivo, una passacaglia asociada a los momentos más tensos del filme y que concluye con una vaga exposición del tema principal rechazado. En esta línea el corte mas largo de la edición, “Ladder Crossing” expone estas ideas de manera mas desarrollada.
Sin embargo, la verdadera falta de motivos definidores de personajes, de líneas melódicas atrayentes, sumergen la escucha en un poco atractivo desfile de temas unívocos, interesantes si se analizan en conjunto con el filme puesto que son deudores de una situación de pesadilla que se intensifica musicalmente, pero excesivamente descriptivos y con escaso calado dramático. Con eso, los momentos de acción, deudores de la personalidad del autor en este género, constituyen un oasis de sujeción donde Silvestri nos redime de tanto ambiente de pesadilla neutra. Los mejores cortes de la edición, “Execution” y “Final Flight”, este último con una estremecedora disonancia en los metales, son vivaces ejemplos de que tanta pesadilla tiene un auténtico motor, una cara, un despiadado asesino. Una edición limitada de limitado interés.
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