Ignacio Garrido
El rescate que la Film Score Monthly está haciendo de la obra de John Barry hasta la fecha no deja de ser un poco anecdótico, no tanto por tratarse de obras de peso e importancia dentro de la carrera del compositor, sino porque el aficionado ya contaba con dichos trabajos en formato CD de una u otra forma (excepto con “Monte Walsh”). El caso de “King Kong” es quizás el más interesante para comentar y criticar, a la por otro lado excelente compañía de Lukas Kendall, ya que no solo existía un cd en circulación con la edición original del LP de la casa Reprise, sino que dicho CD (de la casa discográfica Mask) contiene exactamente la misma música que esta edición “más oficial”. Tanto es así que incluso los efectos de sonido y gruñidos del mono gigante que aparecían tanto en el LP original como en su edición no reconocida de Mask, los encontramos aquí en una discutible inclusión comercial de todo lo disponible.
Este aspecto me lleva a referirme a otro elemento destacable de dichas ediciones de la FSM, como es la imposibilidad de editar más música respecto a la ya disponible con anterioridad, por causa de los derechos de autor y demás cláusulas intrínsecas a cada banda sonora. Al parecer el asunto de los derechos y la posibilidad de editar las partituras completas o con más música se encuentra atada a tantas diatribas, que el explicarlas y entenderlas se puede convertir en un ejercicio innecesario (royalties, derechos de los músicos, canon para la productora, etc...), pudiendo ser mucho más sencillo no volver a sacar a la venta un CD ya editado, y de fácil acceso para el aficionado. Pero claro, la “oficialidad” de ciertos productos parece ser un elemento sacrosanto a valorar hoy día con la piratería, los derechos de autor, la propiedad intelectual y demás temas delicados que surgen a colación del tema “King Kong”.
En cualquier caso, y para centrarnos un poco más en esta partitura del gran John Barry, lo primero que honestamente hay que decir sobre la misma es que no se trata de uno de sus grandes trabajos ni mucho menos y desde luego este no es un disco imprescindible en ninguna colección excepto, claro esta, en la de los completistas del autor.
Una banda sonora elegante, variada, entretenida, muy característica de la época (1976), con los inevitables elementos poperos que eso conlleva, reducidos aquí a su mínima expresión por fortuna para todos, en el corte “King Kong Hits The Big Apple”, pero no especialmente inspirada ni en su tema central “The Opening”, misterioso, de sello inconfundible, pero demasiado funcional y poco llamativo pese a un maravilloso órgano que le confiere un carácter único, ni al desarrollo de la música de acción, algo plana y por momentos insípida en su tramo final, si tomamos como referencia las posibilidades de la historia (que no del film, absolutamente lamentable). No obstante Barry es Barry y con ello tenemos una garantía de calidad en ciertos aspectos como son, el de un tema de amor romántico y envolvente, que aquí tendrá su primera aparición en el corte “Maybe My Luck Has Changed”. Un tema que destila el saber hacer y talento del compositor en uno de sus indudables punto fuertes. También encontramos un bellísimo pasaje que nos preludia claramente su obra maestra “Memorias de África” en el fantástico corte “Arrival on the Island”, seguido de uno de los temas más originales y sorprendentes del score por su orquestación y ritmo trepidante como es “Sacrifice / Hail to the Kong”, de más de siete minutos de duración, con percusiones tribales, coros rituales cantando a Kong y acompañamiento de una inconfundible sección de viento. Estos tres temas y el posterior desarrollo de alguno de los mismos como el de amor en el original corte “Arthusa”, con el efecto de reverberación del piano o en “How About Buying Me a Drink?” con una delicada variación para saxo, así como algunos buenos momentos de suspense que equilibran otros momentos más "sosos" y de menor interés como “Blackout in New York” o “Climb to Skull Island” algo repetitivos y carentes de toda la fuerza que deberían poseer.
Con todo se trata de una banda sonora destacable, pero no imprescindible y desde luego su edición, pese a lo profuso y siempre excelente de la presentación y notas explicativas por parte de la FSM, se encuentra en el límite de lo interesante dados sus precedentes editados y la prácticamente nula aportación tanto a la banda sonora (al no poder eliminar los efectos sonoros ni editar más música aun contando con los medios para ambas cosas, debido al mencionado asunto de los derechos de edición) como a la carrera de Barry (al existir ya un CD de la misma) quedando todavía trabajos tan memorables del autor por ver la luz como “La calle del adiós” o “El abismo negro” que merecían una edición discográfica oficial mucho antes que repetir la de otros trabajos quizás más míticos, pero a la postre más insustanciales (a día de hoy, la partitura de Barry no resiste comparación ni con el clásico “King Kong” de Max Steiner, ni mucho menos, con el score de John Scott para la aberrante “King Kong Lives”).
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