Dion Baillargeon
Uno de los comentarios favoritos de Jerry Goldsmith sobre el director Franklin J. Schaffner era que todas y cada una de las siete películas que hicieron juntos le hicieron crecer como artista. En esta primera colaboración, aunque se prodiga en el inquieto estilo jazzistico que tan buenos resultados le había dado unos años antes en la apasionante “Studs Lonigan”, el compositor desarrolla una empatía con los personajes desconocida en él hasta entoces. Esto dota a la banda sonora de una fuerte intensidad emocional, a la postre no menos calante que el turbador y cerebral análisis psicológico practicado en “Freud”. Aunque Goldsmith no adoptara de nuevo el mismo estilo musical de ”The Stripper” en ninguna de las otras partituras escritas para Schaffner (de hecho son radicalmente distintas entre sí), el interés por el contenido humano de la historia fue una constante en todas ellas.
Para Schaffner, ”The Stripper” representó el tardío abordaje del medio cinematográfico después de una larga carrera en el teatro y la televisión, donde había empezado a trabajar durante el transcurso de la segunda guerra mundial. Con el intimidante precedente de la obra de teatro original de William Inge, era difícil que la visión de Schaffner convenciera a la crítica. Sobre todo después de la intervención del fundador de la Fox Darryl Zanuck, que (con la atención realmente absorta en la paquidérmica “Cleopatra”) alteró sustancialmente el montaje original de la película.
La versión definitiva resta peso y dramatismo a Joane Woodward (Lila Green), hasta el extremo que Zanuck llegó a eliminar un intento de suicidio de su personaje. Al parecer suya es también la ridícula combinación de planos del breve strip act (en la que Woodward canta “Something´s Gotta Live”, de Johnny Mercer), que fue falsa y exageradamente publicitado como escena estelar de la película en su momento. Esto es lo que le ha valido a la película el divertido calificativo de semiexplotation (es posible que buena parte del público se sintiera estafado en su momento). Una serie de decisiones poco afortunadas a la vista de que sólo la sobresaliente actuación de Woodward y (por supuesto) la música de Goldsmith salvaron el conjunto de la película de la quema. Es un tanto frustante el hecho de que se malograra en parte la adaptación cinematográfica de una historia que no estaba carente de ingredientes como la pulsión sexual o el personaje protagonista en conflicto con un mundo hostil, que luego interesarían y serían manejados con absoluta maestría por Schaffner. Goldsmith era un joven compositor treintañero que ya había llamado la atención del público con John Huston en “Freud” (recomendado por Alex North), recibiendo una nominación al oscar por ella. Cuando escribió la banda sonora de ”The Stripper” ya había desarrollado en buena medida las características de su estilo inconfundible (podemos apreciarlo en el imponente tema de amor de “The Spiral Road” o los trepidantes pasajes de acción de “The Prize”, algunos de cuyos cortes fueron ese mismo año la primera música de Goldsmith editada en LP), conjugado con evidentes influencias de la reciente “To Kill a Mockinbird”. El ocasional empleo de una ocarina desafinada es una llamativa aportación a su personalidad sonora que cuajará en el futuro con más evidencia en la música de “Ace Eli and Rodger of the Skies” y, sobre todo, en la televisiva “Room 222”.
Esta es posiblemente la colaboración Goldsmith-Schaffner menos conocida y valorada. No obstante, la partitura del maestro Jerrald es de un calado dramático y envergadura musical que ni de lejos pueden considerarse como menores o despreciables. Ni siquiera por la gran cantidad de canciones independientes del score, muchas de ellas empleadas de forma diegética, que no influyen en absoluto en la sólida arquitectura de la banda sonora. La (como siempre) fantástica edición de FSM es de una ayuda inapreciable a la hora de subrayar este excelente trabajo del compositor.
Los dos arrebatadores temas principales están dedicados ambos al personaje protagonista, Lila Green. El primero de ellos lo escuchamos a cargo de los violines en el explosivo “Main Title”, sobre una vehemente base rítmica de batería, saxo, trompa y bajo. A la vez melancólica y sensual, la melodía es estilísticamente deudora del Alex North de “A Streetcar Named Desire” y está dotada de un marcado poder de anticipación. De hecho, es el lírico segundo tema principal el que conduce preferentemente el hilo de la historia (la Lila inocente y su relación con Kenny), mientras que en el tema de jazz subyace siempre como una premisa amenazante.
Si bien es cierto que esta amenaza musical estalla ya en “The New Job” (un pasaje donde asoma la escritura más moderna del Goldsmith de acción) a propósito del violento encuentro de Lila con su antiguo novio, al final es en el formidable “A Change of Heart” donde el tema completa su ciclo con una sangrante y desesperada recapitulación interrumpida con emoción por el tema de la inocencia. Este segundo tema principal es expuesto gentilmente por los oboes en “Sunday Dinner”, desarrollándose luego como una caleidoscópica pieza danzable al ritmo del paso de Lila. La versión más expresiva, y posiblemente la de belleza más cautivadora, es la del corte “The Empty Room”; una ocarina acompañada sólo por un vibráfono y un arpa ilustra la soledad de una habitación de hotel con lucidez casi dolorosa. No obstante he de confesar una cierta debilidad personal por la a ratos más convencional “The Classroom”, donde Goldsmith transporta a la protagonista hasta el paraíso perdido de la infancia.
El de Helen es el único tema secundario de la banda sonora. De carácter en principio más reflexivo, es el elemento musical que ilustra la conflictiva relación con su hijo Kenny. Esconde bajo su aparente quietud una insospechada expresividad que aflora en la tensa página de “The Birthday Present”.
Tengo la absoluta certeza de que a muchos les parecerá exagerado el calificativo de obra maestra aplicado a esta banda sonora, pero es posible que esta sea otra constante de las colaboraciones de Jerry Goldsmith con Franklin J. Schaffner: a su manera, todas lo son.
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