Ignacio Garrido
Resulta curioso comprobar cómo algunas de las colaboraciones entre directores y músicos hollywoodenses más afamadas, con mayores éxitos comerciales y de mejores críticas suelen acabar rompiéndose o sencillamente dejándose de lado, por unos u otros avatares de las personalidades de sus protagonistas o de sus apretadas agendas, en las películas llamadas a levantar siempre expectativas en sus apartados musicales, ya sea por la comercialidad de los films o por la relevancia de los nombres de sus participantes.
En el caso de Ron Howard y James Horner, su relación sumaba hasta el momento el nada desdeñable número de seis películas de colaboraciones, algunas de las cuales se saldaron con algunas de las más populares partituras del compositor norteamericano como “Cocoon”, “Willow” o “Apolo 13”. Habiendo recibido incluso una injusta nominación por su ultimo film conjunto (“Una mente maravillosa”), resultaba lógico aventurar que la siguiente película de Howard contaría con música de Horner fuese cual fuera ésta. Sin embargo, con bastante anticipación al proyecto se confirmó la presencia de Thomas Newman en su apartado musical, convirtiéndose así éste en uno de esos nombre del panorama musical cinematográfico capaces de desbancar a músicos de confianza de directores tan importantes como Ron Howard dentro de un mundillo tan peculiar como este (recordemos Harry Gregson Williams con Ridley Scott recientemente en “El reino de los cielos” o la impensable disolución temporal de Williams con Spielberg para el film que éste prepara sobre los atentados en los juegos olímpicos de Munich, pese a que pueda llegar a darse según corren los rumores y con precisamente Zimmer a cargo de la sustitución musical). No sólo no están claros los motivos de cómo Newman ha acabado componiendo “Cinderella man” (se apuntaban problemas de agenda de Horner, pero no hay nada realmente claro al respecto), sino que además se ha confirmado que el próximo film de Howard “El código Da Vinci” tampoco contará con Horner sino que será (¡otra vez!) Hans Zimmer el encargado de musicar este a buen blockbuster seguro del año que viene, y que probablemente auparía al compositor alemán al trono del éxito de la música de cine actual si es que no lo está ya.
Pero dejando sustituciones y eventos colaborativos aparte, merece la pena destacar los detalles más significativos del trabajo de Thomas Newman en esta, su última partitura cinematográfica editada impecablemente por Decca, una las grandes mayors de las discográficas metidas en el cine que ha encontrado un buen filón en las bandas sonoras y en el renombre de compositores de éxito seguro (lo cual se traduce lógicamente en ventas que es lo que a la postre interesa) como Zimmer, Elfman, Shore, Horner, Williams o el propio Thomas Newman (recordemos su magistral “Road to Perdition”), prácticamente los compositores que más ventas de discos de bandas sonoras tienen aseguradas.
“Cinderella Man” se encauza en su línea melódica e intimista más reconocible y personal. Con el trabajo habitual en la orquestación del colaborador estrella de Newman en estas lides, el malabarista de los sonidos etéreos Thomas Pasatieri, que de nuevo hace gala de esa sonoridad colorista y luminosa que tanto nos fascina a los seguidores del compositor y que tanto detestan sus detractores, acusándole de autoplagio o repetición (o lo que es lo mismo, esa habitual frase que resuena una y otra vez en boca de todo aficionado que se precie de criticar a algún compositor con estilo personal bien definido: “es lo de siempre”) pese a que dicho sonido pueda encontrar una voz propia y una justificación de dicha orquestación en el film concreto en el que se ubica. Algo que aquí ocurre solo a medias.
El tema central “The Inside Out” resulta delicado y emotivo, pero deja entrever cierta sensación de servir tanto para un roto como para un descosido. Como si lo hubiera compuesto con el piloto automático puesto. Un tema bonito, elegante y funcional, pero que no alcanza la belleza e intensidad de melodías como las de “Angels in America” o “Road to Perdition”. Aún así, sería injusto negar su funcionalidad en la partitura, siendo su audición sigue siendo una delicia en comparación con las cosas que perpetran otros compositores en la actualidad.
El grueso del score viene determinado pues por ese ambiente difuso y apacible de toda banda sonora de Thomas Newman que se precie. Pianos sosegantes, cuerdas envolventes y en este caso, apuntes étnicos puntuales debidos al factor irlandés del film (el personaje interpretado por Russell Crowe sin ir más lejos), con la consabida sonoridad colorista que siempre otorgan a cualquier banda sonora en la que se incluyan elementos de este tipo. No obstante el compositor logra sacar partido a este tipo de ambientación en cortes realmente destacables como “Corn Griffin” y otros basados ya en su propio estilo, tan potentes como “Weehawken Ferry”.
No faltan los temas habituales de Newman con guitarras, como ocurre en “The Hope of the Irish”, o los pizzicatos de “Pugilism” como base rítmica de pasajes con fuerza y contundencia. Aún así, no dejan de ser apuntes ya oídos con anterioridad en la obra del compositor.
La brevedad de muchos de los cortes del score, que por cierto sólo suma 37:31 de la duración total del CD, no consiguen aportar la unidad que necesita para acabar de arrancar definitivamente. Son mayoría los cortes que no pasan del minuto, algo que acaba siendo deficiente en la apreciación de un trabajo que justo despega cuando parece que está a punto de terminar.
Sólo en los últimos cortes, Newman para redimirse, levantando toda la banda sonora. Será aquí cuando nos regale el mejor tema de toda la partitura, el majestuoso e imponente “Big Right”, un tema épico, esperanzador y triunfal para viento y cuerda con apuntes de intensas percusiones.
Una pieza, que por meritos propios, se convierte en uno de los mejores temas del compositor de los últimos años.
La versión plenamente desarrollada del tema principal llega en “Cinderella Man”, bellísima variación que exprime todas las posibilidades que su lirismo es capaz de crear durante casi cinco minutos del mejor Thomas Newman. Cerrando el score con el tema de fuentes irlandesas más inspirado en “Turtle”, dinámico y festivo.
Sin llegar a ser una obra redonda, la consabida aunque eficiente sonoridad étnica y el hipercodificado estilo del autor, colaboran a elevar Cinderella Man por encima de la media. El talento melódico de este compositor, sigue emocionándonos desde la sencillez (sus melodías son un ejemplo de maravillosa economía lírica). Pero Newman tampoco ha perdido la capacidad de sorprendernos, como lo demuestran pasajes de fuerza tan arrolladora como el del citado “Big Right”. Aportando algo, aunque sea mínimo en cada nuevo trabajo que reinventa y exprime las posibilidades de una personalidad musical tan fascinante, compleja y sencilla al mismo tiempo que sigue siendo única en el panorama musical cinematográfico.
El score se acompaña de algunas canciones de la época, y como es costumbre en el compositor en el inicio de algunos cortes se pueden escuchar sonidos ambientales o introductorios como susurros, campanas de ring o griterio del público de los combates (no olvidemos que el film versa sobre un boxeador irlandés en la época de la gran depresión americana tema, que por otro lado habría venido de perlas a Horner para revisitar otros trabajos en los que bien se podría haber basado dada su experiencia en este campo, recordemos “La sombra del diablo” o incluso “Titanic”), que no dejan de ser otro elemento curioso y rasgo identificativo de este enorme compositor.
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