Frederic Torres
En ningún sitio está escrito que las secuelas de los films originales deban decrecer en interés conforme se van sucediendo una a otras, aunque la tozuda realidad se empeñe en demostrar que así haya sucedido en la mayor parte de aquellos proyectos que han ido conformándose en forma de trilogías o sagas. Sería precisamente el caso de la original “El Planeta de los Simios”, el impactante film de Franklin J. Schaffner, al que ninguna de sus cuatro secuelas pudo siquiera hacer un pequeño atisbo de sombra. Pero también hay excepciones, como la de “El Padrino”, que contó con un gran nivel general (incluso la segunda parte es superior a la primera para una mayoría de la crítica especializada), o la más reciente “El Señor de los Anillos”, cuya conclusión, “El Retorno del Rey”, obtuvo un notable éxito tanto artístico (con la consecución de números Oscars), como popular. Con la tercera parte del reboot sobre los simios, dirigida como la anterior por Matt Reeves, se cierra esta trilogía de un modo que también se podría calificar de impactante, pero no en el sentido en que las imágenes noqueaban a los protagonistas, el astronauta Taylor (Charlton Heston) y Nova (Linda Harrison) en la famosa escena final del film de Schaffner. Tras las dos primeras partes ya estrenadas, de la actual poco más podía esperar el espectador más allá del desenlace bélico que el propio título de la película prometía. Nada más lejos de la realidad, porque lo que se ofrece es un film oscuro que se sumerge en las profundidades del alma de su protagonista, César, en la exorcizante búsqueda de los demonios internos con los que este debe lidiar tras los trágicos sucesos que afectan al campamento simio en el prólogo del film, y de un modo específico a su misma familia.
La secuencia en cuestión, que también abre el disco, “Ape´s Past Is Prologue”, es todo un reto (y está adjudicada a su hijo Griffith, que ya se maneja en estas lides), pues alcanza los diez minutos de duración y en ella se exhibe un dominio narrativo que corre parejo a la milimétrica asignación orquestal, cuyo recorrido va del exotismo (la coda final del bloque, con una especie de campanas que suenan como un duelo) a la inquietud (los primeros minutos del asedio humano al campamento simio), pasando por el lirismo (la cuerda que introduce el tema de César tras la tragedia desencadenada), empleando tanto el coro (cuyo tramo central se viste de características atonales, antes de afrontar el poderoso tema central), como elementos percusivos de todo tipo (el redoble de timbales combinado con los chelos). Y es que el film alcanza antes su máxima plenitud en los vericuetos de la tensión emocional que en la pura acción (la cual, no obstante, no deja de estar presente), manejando de paso referencias cinéfilas tan conocidas e importantes como “Apocalypse Now”, “Espartaco”, “La Gran Evasión”, “La Lista de Schindler” o “Los Díez Mandamientos” (entre otras más) con una soltura que roza el asombro, pues a pesar de lo evidente del marco referencial citado, el director consigue que la historia se deslice a través de unas imágenes en perpetuo cambio paisajístico, arropadas por un milimétrico guión que combina sabiamente los momentos de gran lirismo con otros más humorísticos (como en la secuencia del encuentro con el llamado “Simio Malo”, en la que es casi palpable el espíritu del Ford de “Dos Cabalgan Juntos”, por ejemplo), en un balance cuyo resultado no puede dejar de conmover hasta el punto de impactar en el espectador gracias a la exaltación de unos valores basados en la solidaridad, el sacrificio personal y el sentido común. Toda una heroicidad para los tiempos que corren.
En este sentido, trabajar con la partitura de un film tan pleno como el presente no ha debido ser tarea fácil para su artífice, el omnipresente Michael Giacchino, que ha estrenado simultáneamente esta “Guerra”, con otro taquillazo veraniego, cual es “Spider-man: Homecoming”, el nuevo reboot de la Marvel (el tercero en 15 años) sobre su personaje más emblemático. Y es que el compositor está viviendo probablemente su mejor etapa profesional, sin demérito de lo que el futuro pueda deparar, pues es más que evidente que su progresión tanto artística como popular ha alcanzado un nivel rayano en el asombro, hasta el punto de oscurecer prácticamente a todo el resto de compañeros de profesión, de los que tal vez solo Thomas Newman le ha seguido un tanto el ritmo, tras ocuparse de un par de Bonds y de algún film de ciencia-ficción como “Passengers”. Y es que Giacchino está llamado a ser el nuevo referente (como lo fueron Williams y Goldsmith) de toda una nueva generación. La casi media docena de proyectos que le quedan por estrenar no deja lugar a dudas: está imparable. Y el mejor ejemplo de todo ello es el score que cierra esta trilogía simiesca. Un trabajo pletórico que dispone de todo un abanico temático y, cabe insistir, de una magnífica orquestación que logra extraer el máximo colorido orquestal de unos fragmentos debidamente austeros cuando corresponde (en este sentido, cabe remarcar la presencia del percusionista Emil Richards, presente en la grabación de la partitura original de Goldsmith), pero que al mismo tiempo está provista de innumerables detalles que remiten al primigenio Goldsmith (con las consabidas resonancias onomatopéyicas simiescas, escuchadas, por ejemplo, en “Don´t Luca Now”) como a las connotaciones selvática que el compositor ya utilizó en su magna “Perdidos”, la serie que le dio a conocer en todo el mundo, presentes en el extenso prólogo citado, así como en la conclusión del mismo, “Assault of the Earth”, como también, por ejemplo, durante la segunda parte de “Apes Together Strong”, con unos violentos scherzos de los chelos y los sostenidos agudos de las cuerdas, que, no obstante, también participa de esos ecos musicales simiescos, labor a la que no han sido ajenas las expertas manos de Tim Simonec y Marshall Bowen al frente de la “Hollywood Studio Symphony”.
Así las cosas, Giacchino ofrece un auténtico recital de forma y contenido y exhibe un dominio total de los recursos cinematográficos en plena comunión con Reeves, por lo que su fruto es no solo una de sus mejores obras de los últimos años, que ya es decir, sino con toda seguridad, una de las mejores partituras de la temporada, gracias a la variedad de registros que la música y el film asumen. Al poderoso tema central recuperado del anterior film, “El Amanecer del Planeta de los Simios”, Giacchino adiciona tres temas principales, el primero de los cuales está dedicado a César (o mejor dicho, a su estado de ánimo tras los sucesos desarrollados en el prólogo, y que se puede escuchar al inicio de “Exodus Wounds”, uno de los más emblemáticos fragmentos del film y del disco); a Nova, la niña humana que el grupo protagonista se encuentran por el camino y cuya presencia demuestra que la convivencia entre especies sería posible (escuchada también al inicio de “The Posse Polonaise”); y una marcha dedicada al éxodo de los simios en busca de su propio Paraíso (que se expone en la segunda parte de la citada “Exodus Wounds”, así como también en la citada “The Posse Polonaise”, y en formas scherzantes en “The Bad Ape Bagatelle”, antes de alcanzar un potente crescendo). Todos estos temas alcanzan su cima en determinadas secuencias, como el de César en “More Red tan Alive”, y el de Nova en “Don´t Luca Now” (provisto de un gran lirismo al iniciarse con el piano, y proseguir con el tema del “éxodo”, con la peculiaridad de ser las notas graves del piano las que sustituyen a los coros), pero también en “Apes Together Strong”, en el que Reeves brinda a Giacchino la oportunidad de ser el protagonista (lo hará en diversas ocasiones) al asumir la música el mando absoluto de una secuencia en la que es la encargada de establecer el mudo diálogo entre César y la niña Nova, generando un dramatismo mayor que cualquier frase procedente del guión, por muy bien trabajado que lo esté (como es el caso). El tema del éxodo se va escuchando continuamente a lo largo del film, según los avatares de los simios se van sucediendo, para lo que Giacchino articula una simbiosis entre la orquesta y el coro (masculino), a medio camino de los modos morriconianos y los generados por Howard Shore para sus dos trilogías sobre la Tierra Media.
Además, el compositor aún llega a tiempo de atender a los desarrollos incidentales de secuencias tan opuestas como la de la recurrente pesadilla de César (“Koba Dependent”) en la que se le aparece el simio indicado en el título al que tuvo que enfrentarse en la anterior “Amanecer”, que transmite la desolación de César al constatar que pueda estar tomando su mismo camino al haber traicionado el máximo código de su especie, a saber, aquel que reza que los “simios no matan simios”. En el sentido totalmente opuesto se encuentra el tono más burlesco de “Planet of the Escapes” (el compositor sigue bromeando con sus homenajes, como también revela en el título del fragmento “The Ecstasy of the Bold”, donde Morricone está presente más allá de la nomenclatura elegida), en el que el plan de evasión del llamado “Simio Malo” va tomando forma, trasladando la idea de una especie de “música en miniatura” (con unos platillos que van marcando el trepidante ritmo, seguidos por la cuerda, y la intervención solista del oboe) para una operación de rescate gigantesca, desde una óptica semejante en que la abordara el gran Elmer Bernstein para determinadas secuencias de su clásica “La Gran Evasión”. Lástima que el fragmento no rebase los dos minutos de duración, una escasa exposición que contrasta con el mayor desarrollo que obtiene en el film, que cuanto menos, llega a triplicarlo (a pesar de escucharse también en el disco en un formato más tensional también en el tramo central “Apes Together Strong”). La tensión sube enteros con la calculada modulación que Giacchino introduce en el minimalista crescendo (redobles de timbal, xilófonos, scherzo de cuerda) de “A Tide in the Affair of Apes”, antes que el lirismo de corte más alentador aparezca en su recta final, así como en la del film, con fragmentos como “Migration” y “Paradise Found”, un colofón teñido de futura esperanza fruto del trabajado esfuerzo de la especie capaz de sobrevivir al más feroz y voraz de todos los especímenes que han poblado este planeta: el hombre.
Los “End Credits” recopilan los temas principales en la consabida suite final, propiciando la necesaria reflexión para el espectador paciente que sea capaz de aguardar en la butaca hasta la conclusión de los mismos, algo que no acaba de imponerse entre los habituales de las salas cinematográficas, por mucho que la Marvel haya ido empleando la pedagógica metodología de intercalar secuencias entre esos créditos, obligando a prestar atención incluso al final de los mismos. Una especie de canción “sorpresa” se puede escuchar en el remate del disco, como coda y homenaje a la figura de César, una vez que el audiófilo puede entender engañosamente que la pista ya ha terminado, dado que hay un espacio silencioso que media entre el mutismo orquestal y los coros. Es el final de una obra espléndida, que destaca en campos tan diversos como la fotografía, o la increíble interpretación de Andy Serkis. De visión y audición obligatorias, “La Guerra del Planeta de los Simios” revela que Michael Giacchino no es solo un nombre que destaca generacionalmente, sino que es un compositor en plena ebullición creativa que, sin duda, va a dejar una huella muy profunda en la historia de la música de cine. Habrá quien lo dude, pero qué sería de esta vida sin las legítimas discrepancias de los más díscolos, aún a pesar de enfrentar evidencias como la presente. Giacchino cumple ahora los cincuenta años, por lo que la buena música de cine tiene todavía muchos años por delante. Tantos como los que prosiga con su trayectoria profesional. Solo resta disfrutarlos.
15-agosto-2017
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