Frederic Torres
Hace ahora unos seis años se estrenaba “El Pefecto Desconocido”, un film protagonizado por Colm Meaney y dirigido por el mallorquín Toni Bestard, quien en la carátula del compacto editado loaba la trayectoria del compositor de la partitura, el madrileño Alejandro Román, con quien había colaborado ya en media docena de veces anteriores (en respectivos cortometrajes). Este interesante disco tuvo una coda final con la edición de “La Perfecta Desconocida”, que es otro compacto provisto de los demos y temas descartados del film de Bestard, que Román confiesa casi preferir a los resultados obtenidos con la edición oficial de su trabajo, y que ahora se puede, al igual que la música del documental “Spirit of Nature”, adquirir bajo demanda en la web “Mousiké-ediciones” (https://alejandroroman.bandcamp.com/). De aquella época es también la composición de este trabajo del fotógrafo Ángel Araujo, quien en 2012 rodó una serie de documentales para el “Centro de Visitantes del Parque Nacional de Cabañeros”, en los Montes de Toledo. Según Román, pedagogo, musicólogo, compositor y escritor (autor, por ejemplo, del imprescindible “El Lenguaje Musivisual”, editado por Visión Libro, en mayo de 2011), se trataba de una serie sobre la fauna y la flora del lugar para ser proyectada a los visitantes del parque, y para él suponía toda una novedad afrontar un proyecto de estas características. Todo esto lo cuenta el compositor en la carpetilla del CD-R que ahora se edita (localizable en la web citada), tras las revisiones adicionales realizadas en 2014 y 2016, así como la consiguiente masterización de la grabación. Allí cuenta también que abordó el proyecto con ilusión dada la vinculación con los estudios universitarios dedicados a las ciencias biológicas de su juventud, y que contó, además, con los sonidos de la naturaleza grabados por Carlos de Hita con el propósito último de realizar una versión para el disco de aquella partitura “que pueda disfrutarse más allá de su contacto con las imágenes”.
Así, pues, el resultado es esta grabación provista de trece pistas que mayormente exhiben un generoso desarrollo, a excepción del “Intro” y la “Coda”, que se configuran en efectivos títulos de créditos iniciales y finales de la serie y cuya duración apenas roza el medio minuto. Sin embargo, el resto de los fragmentos necesita de ese desarrollo para adentrar al audiófilo en el mundo musical que propone Román a partir de una sucesión de secuencias específicas y seleccionadas. De este modo, destaca en principio una especie de suite titulada “Four Seasons”, en la que el primer movimiento (“Spring Explodes”) perfila la dinámica del trabajo, caracterizado por el absoluto dominio de los sintetizadores y las programaciones, en la que se pasa del lirismo del teclado inicial, provisto de una atmósfera etérea, a una rítmica minimalista caracterizada por unas sonoridades exóticas que remiten al mundo de la naturaleza (la percusión), con la inestimable ayuda de la simulación de algunos instrumentos de viento como las flautas. El siguiente movimiento de estas “Cuatro Estaciones” (“The Sun of Summer”), resulta tan hipnótico como cegador el sol que lo protagoniza. El juego de percusiones se incrementa y, por ende, el dinamismo. En este fragmento podemos escuchar algunas de las grabaciones proporcionadas por de Hita, que Román integra de un modo absolutamente mesurado, proporcionando un juego de sonoridades contrapuestas entre los tonos graves y los más volátiles. Con el siguiente fragmento de esta suite (“Fallen in Autumn”), prosiguen las percusiones (en este caso semejan campanas) y se puede seguir escuchando el sonido emitido por algunas aves, fusionado de nuevo con el entorno musical proporcionado por el compositor. Se trata de pistas que superan en todos los casos los cuatro minutos de duración, cuyo colofón (“Wood & Wintering”), que sigue contando con la percusión de carácter étnico, resulta más dramático.
Sin embargo, con “The Call of the Deer”, se produce un ligero cambio de tono, con un tipo de rítmica más cercana a modelos pop y un uso de los sintetizadores acordes a modos y formas más ligeros, siempre partiendo de unos presupuestos completamente descriptivos, como es lógico en un proyecto de estas características. Estas maneras prosiguen en el bloque más extenso del disco (“Human Natural History”), en el que se incorporan simulaciones de flautas y guitarras, y en el que la atmosfera se vuelve, por momentos, más trascendente, aunque siempre basculando entre ambos conceptos, produciéndose una extensa asociación entre una programación percusiva y el teclado. No es el caso de “The Offering of Earth”, en la que la base rítmica y las supuestas guitarras abandonan el aspecto étnico para erigirse en protagonistas (bajo eléctrico incluido) de un tema de características rock, en el que la simulación de una batería otorga el carácter especial a un bloque musical diferente. Con “Painting Nature”, los teclados se erigen en protagonistas a través de una melodía obsesiva y frágil que se repite durante sus tres minutos de duración, y en las que los elementos percusivos están completamente ausentes. Se trata de una pieza delicada, acorde con las intenciones de su título. La percusión se vuelve a retomar a través del juego establecido entre diversas rítmicas, siempre suaves, de “Three African Animals”, en el que el ritmo remite al continente señalado en la nomenclatura del tema, que para la ocasión incorpora simulaciones de flautas características. Finalmente, “Dance of Nature” se inicia de manera casi onírica, introduciendo diversas programaciones rítimicas que van generando un clima y una atmósfera hipnótica. Para terminar, Román recupera brevemente el tema del “Intro” para exponerlo como final en “Spirit of Nature II (Coda)”, una especie de referente principal.
Sin embargo, no finaliza aquí el disco, pues el compositor ofrece como “bonus track” un fragmento más, “Final Big-Bang”, en el que juega con las grabaciones de las aves efectuadas por de Hita y las repite insistentemente incorporándolas a la estructura del bloque musical, generando un entorno contextual que se ejecuta “en piano” pues apenas es perceptible a partir de la mitad del mismo, al objeto de ofrecer un estado de sosiego acorde con aquello que los posibles visitantes desean encontrar en su acercamiento al parque, que no puede ser otra cosa que paz y tranquilidad. Un disco, en definitiva, en el que el carácter genérico marca las disposiciones de su creación y en el que Román, no obstante, se muestra en ocasiones sugerente, más allá de las componendas puramente descriptivas del proyecto, aportando una profesionalidad acorde no exenta de ciertas tonalidades y texturas que descubren a un compositor inquieto que ojalá obtenga mayor presencia y relevancia dentro de la industria del cine español, si es que se puede denominar así a tal entelequia. De momento su discografía se ha vuelto mucho más accesible gracias a la web citada, en la que el aficionado se puede acercar a esa media docena de discos que compilan su obra, se trate de documentales, cortometrajes o ficción estandarizada. Seguro que merece la pena visitarla y probar a degustar una parte o el todo de una obra que no ha hecho más que comenzar a andar.
2-agosto-2017
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