Frederic Torres
Procedente del campo de la comedia, en el que andaba tan aplicado (su apreciada partitura para el film de dibujos, “Bee Movie”) como un tanto perdido (“Hazme Reír”, “Sígueme el Rollo”, o “Juntos y Revueltos”), el hermano del más conocido Harry Gregson-Williams ha despegado durante el último curso ampliando su radio de acción a proyectos con objetivos bastante distintos y de mucho mayor calado entre la audiencia tales como la serie “The Crown” y films de la altura de “La Leyenda de Tarzán”, “Hasta el Último Hombre” y ahora, “Wonder Woman”. Surgido, al igual que Harry, de la “factoría Zimmer”, de la que sigue siendo uno de los integrantes y en cuyos estudios Remote Control ha sido mezclada la música del disco para la grabación de la partitura, Rupert Gregson-Williams ofrece ni más ni menos que lo que se espera de un trabajo de estas dimensiones, a saber, el tono épico propicio (“Amazons of Themyscira”, “We Are to Blame”, “Lightning Strikes”), el contrapunto lírico adecuado (“Pain, Loss & Love”, “Trafalgar Celebration”), y por supuesto, arropamiento dinámico para esas escenas de acción plagadas de multimillonarios efectos especiales que el género superheroico demanda (“Wonder Woman´s Wrath”). Pero ni más, ni menos. A pesar de tocar todos los palos y de lo apabullante del aparato orquestal empleado, reforzado como no podía ser de otro modo por los sintetizadores, el trabajo de Gregson-Williams cumple, pero no ofrece apenas ningún atisbo de originalidad, concentrándose antes que nada en el músculo, como viene siendo habitual desde que Zimmer, el mentor de toda esta “parroquia de fieles”, se empleara con semejantes maneras en “Gladiator” y, sobre todo, en la saga de “Piratas del Caribe” (con la participación de Klaus Badelt –otro que tal canta y baila- en la primera de la archiconocida franquicia).
A pesar de que la música funciona en su interrelación fílmica, acaba por producirse cierta saturación al no trabajarse adecuadamente los silencios (rara es la escena fílmica –no ya secuencia- que no cuente con acompañamiento musical), resultando en ocasiones demasiado enfática (“Fausta”, “The God of War”), y generando una dependencia continua de los crescendos, incontables a lo largo de los generosos bloques musicales seleccionados, cuya duración media ronda los seis minutos (por lo general, pues sí hay fragmentos que no llegan a esa extensión), como si de un Horner redivivo se tratara (y al que tal vez haya estado tratando de emular como efecto colateral de su participación en “Hasta el Último Hombre”, el estimable film de Mel Gibson, quien trabajó en varias ocasiones con aquel y que parece ser exigió a Gregson-Williams seguir semejantes pautas determinadas). Pero nada más lejos de la realidad. A pesar de los tuttis orquestales de pistas como “Hell Hath No Fury”, de construcción dramática grandilocuente, que podrían hacer pensar a más de uno en aquellos extensos desarrollos que practicaba el malogrado compositor angelino, Gregson-Williams solo cumple las expectativas y se muestra incapaz de ir más allá del matiz o del destello de originalidad. Pero incluso esto resulta fácil si uno se rodea de un equipo en el que participan solistas de la talla de Caroline Dale y su chelo, así como también de Peter Gregson (para el mismo instrumento), por no mencionar a la indispensable Tina Guo en el chelo eléctrico. Eso, por lo que se refiere a la cuerda, pues la partitura cuenta también con la participación de las “London Voices”, habituales de las grabaciones de música de cine actuales (cuya colaboración más apreciable –sobre todo la sección masculina- se produce en “The God of War”), así como del especialista en instrumentos de viento de cualquier tipo y condición que es Charles Adelpha (quien emplea entre otros, el duduk, de origen oriental), para otorgar ese toque de distinción y exotismo que el film requiere, dado el origen “olímpico” de las amazonas protagonistas (con Gal Gadot, la protagonista, a la cabeza).
En definitiva, se trata de un score hijo de su tiempo (y los que corren no son precisamente los mejores), profesional y de impecable acabado, sí, pero en el que los mayores atrevimientos musicales derivan de la insistencia en esos elementos solistas de la cuerda a fin de propiciar una tonalidad grave y un punto melancólica a la acción de un film que tiene su mayor desarrollo durante la Primera Guerra Mundial (un gran acierto), a pesar de contar con las réplicas empáticas de Chris Pine (partenaire masculino de la función), en el que la inclusión de algunos más de talante inesperado como las guitarras eléctricas de determinados pasajes (por ejemplo, “No Man´s Land”, “Wonder Woman´s Wrath”), que ya identificaron al personaje en su breve aparición en “Batman vs Superman” (debida a Zimmer y Junkie XL, pero cuyo tema específico dedicado a la fémina diosa algunas voces autorizadas atribuyen a la misma Tina Guo) durante las breves pero significativas escenas en que allí apareció la heroína, y cuyo máximo reflejo es precisamente “Action Reaction” (los primeros créditos finales), un extenso bloque (le faltan cinco segundos para llegar a los seis citados establecidos de media) imbuido de ese énfasis dinámico marca de la casa en el que la enloquecida percusión sintetizada acaba por epatar al más resistente de los puristas espectadores y audiófilos, pretendiendo sorprender (al contrapunto) a esos amantes de mayores y genuinos propósitos musicales de los films de aventuras/ciencia-ficción canonizados por John Williams, a los que sin duda cabe adscribir el presente. Algo, hasta ahora, que muy pocos compositores han conseguido en el género, más allá del veterano Alan Silvestri (en “Los Vengadores” y el “Capitán América”), o Michael Giacchino, el mejor sinfonista de la actualidad en Hollywood, le pese a quien le pese (en “Doctor Strange” y “Spider-man: Homecoming”), si se deja aparte ciertos interesantes trabajos de Brian Tyler (“Iron Man 3”), Christophe Beck (“Ant-Man”) y John Ottman (quien cuenta con destacadas intervenciones en la franquicia mutante, como la estupenda “X-Men 2” y la reciente “X-Men: Apocalipsis”). En este contexto, la canción final, “To Be Human”, de la vocalista Sia y Labrinth, insertada en los créditos finales, no es más que una mera operación cosmética que funciona como reclamo para determinado público (el mismo que ya la escuchó en “Los Juegos del Hambre: En Llamas”), que poco o nada aporta al conjunto del trabajo realizado por Gregson-Williams.
Como se puede observar, en la relación anterior se apuntan films vinculados de un modo más o menos directo a la Marvel (cabe recordar que hasta ahora, por cuestiones de derechos comerciales, no puede producir de su propia mano a los hombres y mujeres X), y ello es porque, sin menospreciar las aportaciones del mismo Zimmer (junto a James Newton Howard) a la trilogía del “Caballero Oscuro”, que ultimara el trascendente Christopher Nolan, a la que dotaron de originalidad y cierta innovación sin renunciar a la épica, la actual (productora) DC no ha querido aceptar riesgo alguno más allá del justo y necesario. Ya fue el caso de “Green Lantern”, con un apático James Newton Howard, como también de las partituras de los dos films con Superman de protagonista, “Man of Steel” y “Batman vs Superman”, debidas al propio Zimmer, quien agotado después de estas experiencias (y algunas más, como “The Amazing Spider-man 2”, “The Lone Ranger”, y “Megamind”, entre otras) anunció su retirada del género justificándose en las tremendas dificultades que este entraña. No le falta razón y habrá que establecer un seguimiento de la evolución musical en los próximos (y numerosos) proyectos que se avecinan. Pero si Zimmer ha tirado la toalla, Gregson-Williams tan solo consigue solvencia industrial, por lo que cabrá armarse de paciencia y esperar que haya una tercera alternativa. Y que, además, sea positiva ¿Será mucho pedir?
17-julio-2017
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