Frederic Torres
Para la última entrega protagonizada por el más carismático de los X-Men (cinematográficamente hablando, claro), se ha vuelto a recurrir al concurso de Marco Beltrami, quien ya había colaborado con el director, James Mangold, en la anterior entrega del mutante de las garras de adamantio, “Lobezno Inmortal”, que adaptaba la novela gráfica “Honor”. La base del presente film también se encuentra en otro conocido cómic, “El Viejo Logan”, concebido por Mark Millar, aunque la inspiración sea parcial pues el guión ha sido reescrito por el propio Mangold. La película viene a suponer la despedida definitiva no solo del personaje protagonizado por Hugh Jackman, quien lo ha estado encarnando desde su debut en la emblemática “X-Men”, de Bryan Singer, realizada a principios del siglo/milenio y que supuso el punto de partida de la actual eclosión del Universo Marvel, sino también el del no menos carismático Profesor Xavier, interpretado también desde un principio por Patrick Stewart. Y aunque con la Marvel nunca se puede asegurar que se ha llegado al fin (entre otras cosas porque esto es una producción de la Fox, que es la compañía que tiene los derechos en sus manos de la franquicia), la expectación levantada ha sido máxima. Al igual que la consiguiente decepción. Y es que la idea de mostrar a los dos mutantes (al que cabe añadir a Caliban, el “morlock” que interpreta Stephen Merchant), en un futuro cercano (la acción se ubica en el año 2029), en el crepúsculo de sus vidas y convertidos en supervivientes del exterminio perpetrado con el resto de “hermanos genéticos” por la empresa Transgen, no deja de ser atractiva y con un punto de voluntaria distinción respecto del grueso de films de superhéroes actuales, pero se queda en eso, en unos simples apuntes que sirven de excusa para unas localizaciones “apañadas” (apenas unos cuantos escenarios exteriores ubicados en un par de secarrales y un bosque), en los que dar rienda suelta a la extrema violencia de la que hace gala la película.
Así las cosas, Beltrami, que si ha destacado en algo es por ser un buen “generador de atmósferas” (algo que ya demostró con las exóticas “sonoridades” japonesas escuchadas en la entrega anterior), dota a la historia fílmica con aquello que mejor sabe hacer, una “ambientación sonora” acorde con el tono crepuscular y fronterizo adoptado por Mangold (quien, cabe indicarlo, estuvo manejando muy seriamente la posibilidad de incorporar al score una serie de fragmentos de la partitura de Arnau Bataller para “Vulcania”, propósito que acabó por desechar), a la que añade unos cuantos motivos (llamarlos temas, como el mismo compositor hace en el tracklist, puede resultar una auténtica exageración), a fin de combinarlos con diferentes bases percusivas a la hora de acompañar el desarrollo de las cuantiosas y cruentas escenas de acción (“X-24”, dedicada al mortífero doble de Lobezno y cortada por el mismo patrón que el “Soldado de Invierno” de Henry Jackman; “The Limo-Nator”, que participa de unas vibrantes disonancias al piano; “Feral Tween”, con el inicial motivo atmosférico asociado a Laura que se reconvierte de forma paulatina en una auténtica pesadilla; “Forest Fight”, en el que las disonancias del piano vuelven a aparecer combinadas con un insólito solo de batería; “Logan vs X-24”, con violentos y secos scherzos de la cuerda potenciados por los crescendos sintetizados y los graves notas del piano). Y eso es cuanto se puede encontrar en el registro discográfico desde los “Main Titles” protagonizados por el teclado, a los que acompaña una pequeña base rítmica (en crescendo), que ya muestran los decadentes senderos por los que que va a transcurrir el film. El así titulado tema dedicado a “Laura”, no pasa de ser un recurrente motivo interpretado al sintetizador que va superponiendo capas sonoras a fin de dotar al personaje interpretado por la niña Dafne Kinney, la salvaje “X-23”, de un aire inquietante (y con motivos, dada su “natural” estado sicótico). Algo similar acontece con “Old Man Logan”, en donde Beltrami vuelve a echar mano de la electrónica para generar malestar y desasosiego, a la que añade el chelo y el piano (en unas notas ralentizadas que recuerdan el estilo de Giacchino, que ya va generando escuela), consiguiendo dotar a la historia de esas formas grisáceas y terrosas que esta especie de western encubierto despliega a lo largo y ancho de su metraje.
Y es que lo que Mangold sí ha conseguido es transformar la propuesta original de Millar en un proyecto de ínfulas autorales. El director del remake de “El Tren de las 3:10” (que le valió nada menos que una nominación de la Academia a Beltrami) y de la biografía de Johnny Cash, “Walk on the Line”, parece ser que lo único que tenía en mente era trasladar el agonizante fin de los mutantes a un escenario familiar, a su propio universo personal que no es otro que el propio del western fronterizo, tomando para ello como referente el clásico “Raíces Profundas”, explícitamente citado a lo largo del film y que encandila a Xavier y a Laura (que lo visionan “casualmente” en un motel de mala muerte por televisión). Laura tarda en reaccionar en su relación con Logan, pero cuando lo hace se mira en Brandon, el pequeño protagonista del mítico film, al tomar como referencia paterna al individualista Shane/Logan. El director, además, emplea en el tráiler del film la canción “Hurt” (compuesta por Trent Reznor para el grupo Nine Inch Nails), en la versión de Cash, así como también finaliza el relato con la significativa “The Man Comes Around”, del mismo cantautor sureño (ambas ausentes del disco compacto). Y esa confluencia de ideas es lo único que parece tener en cuenta Mangold a la hora de convocar ambos referentes como punto de inflexión de un film antitético con casi todo lo visto procedente de las páginas de la Marvel, incluyendo esa extrema (y gratuita) violencia ya citada. Antes, el director se detiene en describir los vaivenes de Logan en su limusina (pues así se gana la vida el otrora superhéroe) a través de la frontera mexicana describiendo casi de un modo minimalista sus chanzas como conductor de alquiler. Curiosamente, esos escenas iniciales del film están ubicadas al final del disco (“Logan´s Limo”, “Loco Logan”, “Logan Drives”), y se caracterizan por cierta rocosidad eléctrica, a la que probablemente no sean ajenos Marcus Trumpp y Brandon Roberts, los dos compositores adicionales del film.
Por lo demás, capítulo aparte merece el tema del ensañamiento con que tanto Logan y Laura (X-23) se emplean durante todo el desarrollo de la historia, lindante con el gore. En un film que pretende marcar ciertas distancias (en continente y en contenido) con entregas anteriores, la elevación de la virulencia con que se emplean uno y otro no deja de ser llamativa. El reguero de víctimas que dejan atrás es muy significativo, aparte eufemísticos daños colaterales como Gabriela, la enfermera que custodiaba a Laura, y la familia Pierce, cuyos tres miembros, incluyendo el inocente adolescente hijo del matrimonio, mueren de un modo espantoso a manos del salvaje X-24, por el simple hecho de haber acogido a los huidos mutantes. Este encarnizamiento, que en la práctica va a ser asimilado por un público adolescente (cuando no incluso infantil, si atendemos a la atrayente “garra” que posee Lobezno desde su aparición en los cómics), principales sustentadores del cine palomitero (al que se quiera o no, pertenece “Logan”), puede hacer pasar por “normal” unos excesos tan fatuos como excesivos que no aportan otra cosa a la “historia” más que una explosión de histeria asesina en la que la sangre y las mutilaciones campan a sus anchas sin apenas margen para las esclerotizadas relaciones emocionales, manifestadas en el ansia de libertad de los nuevos mutantes infantiles del tramo final del film, que Beltrami retrata de un modo tan etéreo como volátil (“Up to Eden”, “Beyond the Hills”). En una sociedad tan hipócrita como la actual, este tipo de formas tan explícitas pueden suponer la mejor manera de retroalimentar el sistema a la hora de hacer más soportables y llevaderas nuevas leyes de seguridad ciudadana que mantengan con la disciplina “necesaria” las faltas, por ejemplo, de cualquier voz discrepante sobre dictadores en las redes sociales mientras apenas se tolera secuencia alguna de cierto voltaje sexual. ¿Con qué banda sonora se narrará ese más que probable futuro, cuyo presente apunta maneras? La respuesta está en el viento, que cantaba el poeta.
10-abril-2017
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