Frederic Torres
Finalista de los premios Gaudí a la mejor partitura, este nuevo trabajo del cada vez más asentado en la especialidad Arnau Bataller, llega al aficionado gracias a la edición del sello Saimel, que sigue apostando por los compositores locales demostrando que el riesgo y el negocio son partes intrínsecas ligadas a lo artístico, siempre que se tenga el apoyo suficiente del audiófilo. Tras lanzar la reciente “Vulcania” (que se une a unas cuantos trabajos anteriores como “Héroes” y “La Herencia Valdemar”), el sello valenciano apuesta nuevamente por Bataller con esta interesante obra escrita por el compositor (también valenciano y afincado en Barcelona), con la que sustenta las imágenes del film de Antonio Chavarrías, en su narración de la trama que llevó a Ramón Mercader a asesinar al disidente Trotsky en su exilio mexicano. La película, de vocación internacional, rodada en inglés (parte del reparto es internacional: los ingleses Henry Goodman y Hannah Murray, además del más conocido y veterano Julian Sands), sigue la enigmática figura del asesino, Mercader (interpretado por el mexicano Alfonso Herrera), que tras combatir en la Guerra Civil en el bando republicano es reclutado por los servicios secretos soviéticos y entrenado para adoptar una nueva personalidad, la del cultivado belga Jacques Mornard, a fin de conseguir acceder al entorno del dirigente comunista (seduciendo a su secretaria, Sylvia, interpretada por Murray), caído en desgracia después de la muerte de Lenin y tras disputar a Stalin el liderazgo de la entonces pujante Unión Soviética. La nueva personalidad de Mornard es la que Bataller toma como referente para su composición, empleando para ello unas formas clásicas y elegantes sustentadas a su vez en ciertos ecos operísticos, de ahí la intervención de la soprano Susanna Mendoza, que complementa de forma coherente el nuevo rol adoptado por Mercader.
El compositor crea un tema melódico provisto de un sutil refinamiento sustentado en el piano (en manos de Toni Saigi) y el clarinete que se va desdibujando conforme la trama va adentrándose en los verdaderos propósitos de la misión encomendada a Mercader, tornándose más oscura y densa, tal como el propio Bataller explica en el cuadernillo que acompaña al compacto. El tema en cuestión aparece en la segunda pista, titulada “Training” (el tracklist está completamente en inglés, en consonancia con la vocación internacional que lo alienta), en la que se expone su desarrollo, soprano solista incluida. Sin embargo, la pista que abre el compacto, “The Chosen”, es una pieza decantada hacia los aspectos tensionales de la trama, en la que el tema de Mornard no se expone con claridad. Siguiendo ese patrón de suspense, “Under my Orders” consigue fusionar ambas tendencias al aplicar la citada línea tensional con el tema dedicado a la nueva personalidad del militante Mercader. Esa lucha entre ambas directrices caracterizará toda la partitura superponiendo finalmente la línea más densa e incidental a la melódica, fruto de las oscuras intenciones que alientan a Mornard-Mercader. De resultas, todos los fragmentos se verán afectados por esa dicotomía, incluidos aquellos que exponen el desarrollo melódico de una forma en principio más diáfana, como “Jaques Mornard”, que concluye de un modo casi tenebroso. “Spying” y “Waiting” siguen esos mismos pasos al partir de la exposición del tema al piano del protagonista, que se va transformando a medida que avanza adicionándole la inclusión de una guitarra, lo que lo dota de cierta espesura dramática.
El tema de “Sylvia” devuelve al piano y al viento (la flauta) la iniciativa, retornando a las líneas melódicas con un nuevo tema (de mucha menor entidad que el de Mercader-Mornard), cediéndolo en un momento determinado al solo de chelo que ya había hecho su aparición en “Brooklyn”. A partir de aquí, del fragmento “Arresting Communists”, la progresión de la partitura se va escorando hacia la citada línea tensional, basculando entre el dramatismo y el suspense, caso de “Attacking the House”, que al igual que el corte anterior se sustenta en la percusión (timbales en el primer caso, y la caja en el segundo, de la mano de Dani Bonin)), y en los scherzos de la cuerda, en connivencia con calculados crescendos del metal. Aunque no desaparezcan del todo las líneas melódicas como demuestra “I´m Proud of You”, una versión reflexiva y ralentizada del tema principal, la cual no obstante vuelve a finalizar con los mismos aires de suspense que los bloques anteriores. El piano se torna grave y en consecuencia las sonoridades espesas, generando comezón e inquietud, tal como se aprecia en “They Come from Spain”. El chelo y la cuerda abren “Nobody Knows You”, puntuados por algún pizzicato y por el citado crescendo de los metales (sugiriendo ecos atonales), como dramático preludio de “The Klling”, título que explicita la acción a la que acompaña, cuyo comedimiento acentúa la tragedia al exponer superpuesto el tema central en pequeñas dosis de solitarias y separadas intervenciones del piano. La cuerda acompaña el dramatismo de las imágenes también de un modo apagado, casi imperceptible, subrayando en contrapunto los aspectos sórdidos de la misión cumplida, como ocurre en “Reactions”, cuyas notas pianísticas en registro agudo vienen acompañadas de trémolos de la cuerda para provocar la crispante reacción consecuente, en la que se consigue generar un agudo desasosiego que se torna introspectivo con los timbales y el sostenido grave de los arcos.
El bloque final, con “He Did it” y “The End”, proporciona, en cambio, unas perspectivas más amplias de la paleta orquestal a pesar que la gravedad sea a estas alturas la pertinaz protagonista del conjunto que de este modo revela, con el tema de Mornard expuesto desde su ángulo más oscuro, primero en la cuerda y después, nuevamente, con el solo de piano, el verdadero rostro de Mercader y sus propósitos. Es un final teñido de emotividad no exenta de un marcado carácter reflexivo. Una vez más, la voz Susanna Mendoza en “The End”, acentúa si cabe la expresividad dramática de los sucesos que se acaban de contemplar antes de finalizar el disco con “The Chosen Suite”, de un modo ya más ortodoxo, más concluyente, en el que el tema de Mornard es expuesto por el teclado con afirmación y propiedad. Es una pequeña suite de más de seis minutos de duración en la que el clarinete vuelve a aparecer formando un dueto perfecto con el piano antes de la entrada de la cuerda y la aparición de la voz de Mendoza. Un magnífico trabajo de Bataller que lo sitúa en la órbita de los mejores compositores nacionales, como así lo demuestra el hecho de que varios fragmentos suyos de la citada partitura de “Vulcania” han formado parte del score temporal (y casi definitivo) de la nueva superproducción heroica de la franquicia mutante, “Logan”. La “Bratislava Symphony Orchestra”, bajo la experta batuta de David Hernando, redondea un trabajo de una notable complejidad en el que el saber hacer es la principal sustancia del maridaje entre música e imágenes. Y se nota tanto en la textura como en el sabor. Buen provecho.
17-marzo-2017
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