Frederic Torres
La Edad de Oro de la música de cine de Hollywood tuvo a uno de sus adalides en Miklós Rózsa, que fue (y sigue siendo) uno de los grandes nombres de la especialidad. Primero a través del cine negro y sus aledaños (“Perdición”, “Forajidos”, “El Extraño Amor de Martha Ivers”, “La Jungla de Asfalto”, así como las oscarizadas “Recuerda” y “Doble Vida”), y con posterioridad, ya en la década de los cincuenta, en el cine épico y de aventuras (“Quo Vadis?”, “Ivanhoe”, “Los Caballeros del Rey Arturo”, “Los Contrabandistas de Moonfleet”, su laureada “Ben-Hur” y las postreras “El Cid” y “Sodoma y Gomorra”), el compositor de origen húngaro fue una auténtica referencia en cualquiera de los géneros que abordó (aunque dadas las peculiaridades de su estilo, más proclive a la tensión dramática y al lirismo que proporcionaba su personal manejo de la cuerda, se mantuviera un tanto alejado de alguno de ellos como fue el caso del western), más allá de las limitaciones de su fundamentada y particular idiosincrasia estética aplicada inicialmente en un género y trasladada sin apenas variación a cualquier otro sin mediar entre ellos relación alguna. No obstante, ya antes de asentar su peculiar y reconocible voz (sustentada sobre todo en las cuerdas y los metales), Rózsa presentó sus credenciales en “El Ladrón de Bagdad”, el film que le llevó a Hollywood y en el que a pesar de tomar como inspiración la “Scherezade” de Rismky-Korsákov, ya se encontraban en lo sustancial todas las características de su futura personalidad. Ahora, con la grabación completa de la partitura bajo los auspicios de ese furibundo enamorado de la música de cine que es James Fitzpatrick, con la cada vez más solvente “The City of Prague Philharmonic Orchestra & Chorus”, y bajo la experimentada batuta de Nic Raine, a la que se han adicionado las jóvenes voces del “Mid Hertfordshire Touth Choir”, para aquella partes que lo requerían, así como la mezzo-soprano checa Edita Adlerova (quien con su acento da el toque exótico requerido), el aficionado puede acceder por primera vez a esta vistosa y cromática partitura que a la postre significaría la irrupción de Rózsa en la industria hollywoodiense (hasta entonces, su experiencia en el medio había transcurrido en Inglaterra), valiéndole la primera de sus múltiples nominaciones al Oscar (en total, quince, más tres premios de la Academia).
Tal como se relata en la carpetilla del disco, en este caso editado por el sello belga Prometheus, pero provisto de las mismas características del resto de los cuidados proyectos que Fitzpatrick ha realizado para el suyo, Tadlow Music (reconstrucción minuciosa de la partitura en un completísimo disco doble, y máximo respeto y fidelidad al original con una calidad de sonido de primer orden), el rodaje del film estaba ya prácticamente finalizado cuando Alexander Korda, el productor, se vio obligado a terminar de rodar los exteriores en Hollywood debido a los hechos bélicos derivados de la conflagración que azotaba a Inglaterra durante los primeros compases de la Segunda Guerra Mundial. Allí se trasladó prácticamente toda la producción para acabar de rodar los exteriores de esta novedosa versión en color de la fantasía oriental que con tanto éxito había llevado a la pantalla Raoul Walsh, con Douglas Fairbanks como protagonista, durante la época del cine silente. Y allá que fue Rózsa, quien al día siguiente de su 33er. cumpleaños, embarcó rumbo a los Estados Unidos para instalarse en el inmueble que Korda alquiló para la ocasión. El compositor húngaro se había hecho con las riendas del megalómano proyecto (que contó con un lujoso diseño de producción y unos efectos especiales que causaron sensación en su momento) tras haberse descartado la opción de Oscar Straus, el compositor de operetas vienés contratado originalmente con el beneplácito del director principal, Ludwig Berger (el film también contó con las aportaciones acreditadas de Tim Whelan y, sobre todo, Michael Powell) y del que Rózsa simplemente era uno más de sus asistentes. Con el apoyo del joven director de orquesta, Muir Mathieson, que aconsejó a Korda traspasar las riendas de la partitura a Rózsa tras observar lo afectado del trabajo de Straus, este elaboró una partitura a la altura de la magnificencia visual del film, con una composición de características exóticas plena de arabescos y canciones (media docena, de las que al final solo sobrevivieron tres en la película), en la que sin renunciar a su propia e incipiente pero bien definida expresión musical, logró encandilar a las audiencias e incluso a los músicos con quienes trabajó en Hollywood, que al finalizar la grabación parece ser le inquirieron acerca de sus nuevos proyectos y la posibilidad de poder colaborar en ellos.
De hecho, el conocido tema de Abu (interpretado por el joven y exótico Sabu, que unos años después repetiría con Korda y Rózsa en “El Libro de la Selva”, un proyecto de muy similares características), se concreta en la canción “I Want to Be a Sailor”, muy alejada del estilo que con posterioridad daría fama y prestigio al compositor pero que posee un encanto retentivo que la hizo particularmente popular dentro del repertorio del compositor. La obra es hija de su tiempo y por lo tanto muy descriptiva (era la época de la “música ininterrumpida de fondo”), y la preciosista orquestación de Rózsa se puede apreciar en toda su majestuosidad en la grabación (en los coloridos pasajes dedicados al puerto de Bagdad –“Bagdad Harbour”- y al mercado de Basora,- “The Market of Basra”-, pero también en los que tienen lugar en el palacio del sultán –Miles Malleson, asimismo adaptador del guión-, padre de la princesa –June Duprez, que sustituyó a Vivien Leigh, la futura esposa de Korda, debido al rodaje de “Lo que el Viento se Llevó”-, cuando este enseña a Jaffar –Conrad Veidt- su magnífica colección de juguetes, a la que incorpora el regalo del caballo volador mecánico que el maléfico visir le regala antes de manifestarle las pretensiones por su hija -“The Sultan´s Toys/Miniature Acrobats/Introduction of the Flying Horse/The Sultan´s Toys (second part)”, “The Flying Horse”, “The Sultan´s Toys (continued)/The Curse”-), que no solo es la versión más completa e íntegra de cuantas había registradas hasta la actualidad (la realizada por el propio compositor con la “Nürnberger Symphoniker”, editada por Colosseum en 1983, y la fantástica versión que Elmer Bernstein realizara para su “Film Music Collection”, en 1977 con la Royal Philharmonic Orchestra), sino que además incorpora fragmentos (“The Market”, que incluye narración y coros, constituyéndose, según manifiesta el productor del disco en el cuadernillo, en una especie de mini-ópera para niños) y canciones (“The Thief´s Song”, “Ballad” y “The Djinn´s Song”) desechadas del montaje original, pero que han sido rescatadas de los archivos de la “Syracuse University”, donde habían sido depositados los manuscritos originales.
Para ello, Fitzpatrick ha confiado a Rebecca Devereux y al experto en la reconstrucción de scores, Leigh Phillips, así como al investigador Richar Bush, la escritura de las letras de las canciones incompletas o que no contaban con ningún tipo de texto, solo con las indicaciones del propio Rózsa, completando de esta manera la labor del “Muy Honorable” (ostentador de los títulos de “Lord” y “Barón”) Robert Vansittart, diplomático, novelista y poeta, que fue el letrista de las que aparecen en el film. Además, como bonus, Fitzpatrick propone una batería de temas descartados y alternativos, así como también versiones orquestales de algunas de las canciones y fragmentos que contaban en su origen con participación de la voz humana (estuvieran presentes o no en el montaje final). Es el caso de todas las ausentes (las citadas “The Market”, “Ballad”, “The Djinn´s Song”, y “The Thief´s Song”) pero también de las que están (como “Seaman´s Song”, “Love Song”, “Waltz Song”), en las que se opta no por incorporar simple y llanamente la parte pregrabada antes de incluir a los solistas y los coros, sino por sustituir a estos por instrumentos (predominantemente de viento-madera).También se incluyen versiones alternativas de determinados fragmentos (“Ahmad and Abu Imprisoned (alternative versión)/The Princess Escapes”, “The Flying Horse” –hasta en dos versiones distintas-, “The Temple/Ruby Montage -part 2-”), que aportan una visión absoluta sobre el esmerado trabajo con que Rózsa se aplicó a su composición, por lo que el registro alcanza unos niveles de exigencia máxima hasta para los más puristas.
La partitura, además de la gran riqueza descriptiva citada, contiene cuatro leiv-motivs principales dedicados a los personajes correspondientes, Ahmad (interpretado por el desconocido John Justin, que semeja un borrador del futuro Peter O´Toole), Abu, la princesa y el malvado visir Jaffar (que cuenta con una gran presencia de Veidt), tomando protagonismo según resuelva la secuencia uno u otro personaje, y un par más secundarios, pero de no menor importancia, como los del sultán, padre de la princesa, de características bufas (el personaje siempre está relacionado con su obsesión por la colección de extravagantes juguetes de la que es poseedor), y el del genio (interpretado por Rex Ingram). La fanfarria inicial que abre los “Main Titles” (toda una carta de presentación para quien con posterioridad sería considerado como el rey de la especialidad y de la que el fragmento, “Horsemen´s Fanfare”, en el que la guardia personal de la princesa despeja a la fuerza las calles de Basora para que nadie pueda contemplar su belleza, es otro magnífico ejemplo), da paso a los coros, a los que sucede la “Seaman´s Song”, canción que en la que toma cuerpo el tema de Ahmad ofreciendo un soberbio bloque descriptivo pleno de figuras arabescas, como si de una danza se tratara, en el que la cuerda cobra protagonismo antes de la aparición del tema de Jaffar. Es un pasaje inicial en el que también se preludia el tema de la princesa y en el que el compositor hace gala de un dominio narrativo tan potente como las imágenes a las que sirve. Ello no es óbice para que Rózsa caiga en determinados momentos en la tentación de emplear ciertos elementos onomatopéyicos, aquello que se conoce como técnica del “mickeymousing”, como cuando las trompetas con sordina parecen emitir un sonido entre risible y sardónico que especifica al espectador los ruidos de estómago que el hambre provoca en Abu, momento incluido en el relato que cuenta Ahmad en el harén de Jaffar (“Ahmad Telling his Story/Thief Sequence”), o durante la espectacular secuencia del rapto de la princesa y la persecución del bajel de Jaffar por parte de Ahmad y Abu en una pequeña barquichuela, que acaba en naufragio tras la invocación del maléfico visir de un poderoso viento tormentoso, en el que los trémolos de la cuerda, con sus vertiginosos ascensos y descensos, simulan las turbulentas inclemencias meteorológicas (“The Curse Is Lifted/The Storm and Aftermath”).
Son pequeñas concesiones introducidas en un entramado narrativo provisto de grandes espacios para la intervención protagónica del score, algo que en el cine de hoy en día suele echarse de menos. Algunos de carácter ensoñador, como cuando Ahmad despierta a la princesa de su encantamiento (“Awakening”), otros de neta raíz dramática, como el rapto de la princesa, engañada por Jaffar (“The Princess Abducted”), o el fallido intento de rescate (ilustrado en el bloque conformado por la citada “The Curse Is Lifted/The Storm and Aftrmath” y “The Princess Asks to Return/The Deserted Garden”), así como la original secuencia del asesinato del sultán mediante el abrazo mortal de uno de los juguetes mecánicos preparado por Jaffar (“The Silvermaid´s Dance”), cuando no puramente descriptivos, como lo es toda la secuencia del robo de la mágica gema roja por parte de Abu, momento en el que ha de enfrentarse a su horrible guardiana, una temible araña gigante (en “The Skeleton Romm/The Spider”), así como su contrapunto (“The Golden Tent”), cuando la solitaria cadena montañosa en la que ha sido abandonado por el genio se convierte en una suerte de paraíso en el que Abu, además de ser rescatado, roba (según afirma, por última vez) la alfombra voladora con la que retornará a Bagdad y acabará con Jaffar (en la secuencia final, “The Flying Carpet/Ahmad to Be Beheaded/Arrow of Justice/Riot and the End of Jaffar”). Es la conclusión de un film/partitura convertidos en una inmortal fantasía que ha pervivido en el imaginario popular y que abrió de par en par las puertas de Hollywood al compositor, quien desarrollaría a lo largo de cinco décadas una carrera verdaderamente legendaria. Alentados del máximo respeto, Fitzpatrick y Raine tratan con la mayor consideración la partitura acercándola al actual aficionado a partir de una interpretación tan fiel como atenta, proveyéndola de unas condiciones de sonido inmejorables y aportando su propio toque personal, como el detalle que supone la pista final del segundo disco, que han bautizado como “The Love of the Princess for Violin and Orchestra”, contando con la complicidad y saber hacer de la solista Lucie Svehlova. En los tiempos que corren, la apuesta por la música de cine tiene nombres y apellidos. Y eso, además de agradecer, es toda una garantía.
13-febrero-2017>
|