Frederic Torres
Antes de desembarcar en fechas próximas en la Marvel con su esperado “Doctor Extraño”, Michael Giacchino se ha hecho cargo de esta tercera entrega de la saga trekkie, nuevamente producida por J.J. Abrams, pero dirigida en esta ocasión por el “Fast & Furious” Justin Lin, a quien no se le ha dado mal el pilotaje de esta secuela a pesar de las mareantes y videocliperas secuencias de las luchas cuerpo a cuerpo en las que apenas puede discernir el ojo humano lo que ocurre antes sus pupilas dado el frenético montaje y el seguimiento con cámaras al hombro de los distintos combates. Este es uno de los debes del film, junto a cierta saturación visual en los efectos especiales (en la línea de lo perpetrado por George Lucas en su segunda trilogía galáctica), peligro evidente cuando el enemigo a batir es un “enjambre” de naves comandado por el villano Krall (interpretado por un irreconocible Idris Elba, debajo de toneladas de maquillaje). A pesar de ello, Abrams y Lin han sabido combinar con acierto tanto los guiños a los fieles seguidores de la franquicia (mostrando elegantemente, por ejemplo, la orientación homosexual de un Sulu convertido en joven padre de familia, en homenaje a la verdadera condición de George Takei, el actor que lo encarnara en el programa original y que en la década de los sesenta no lo pudo revelar públicamente), como las novedosas contribuciones que un film de ciencia-ficción debe aportar como novedad absoluta en su condición de blockbuster del verano. Así, las reflexiones del joven Spock sobre la trayectoria del ya desaparecido “embajador Spock” (que encarnara Leonard Nimoy desde la serie sesentera original), diversas secuencias que remiten a situaciones de films anteriores (el “aterrizaje” forzoso de la “Enteprise”, el descubrimiento del paradero de la tripulación perdida de la nave estelar “USS Franklin”, que remiten a la serie televisiva “Star Trek: Enterprise”), o la misma trama argumental del film, la mayor parte de la cual se desarrolla en un planeta desconocido donde los protagonistas deben ingeniárselas para sobrevivir por separado (profundizando en las relaciones entre ellos, como el caso del Dr. McCoy y Spock, o el de Scotty y la joven alinígena Jaylah), conviven con la presentación de ese espectacular “enjambre” citado, al que Kirk y cía. lograrán hacer frente con energía y tesón, y sobre todo, ingenio, al más puro estilo trek.
Para ellos, Giacchino y su equipo (la batuta de Tim Simonec, las orquestaciones de Chris Tilton, la asistencia de Andrea Datzman), la entrega es absoluta y tras dos magníficas partituras anteriores, el resultado de esta tercera sorprende de nuevo por su solidez y frescura. El compositor disfruta con cada nueva entrega de la serie cinematográfica y eso es algo que el espectador llega a apreciar. El arranque del film (de lo mejor de todo el metraje), con la descripción por parte de Kirk de la rutinaria vida cotidiana a bordo de una nave estelar que surca el espacio profundo, es acompañado por Giacchino con un sentido de la narración ejemplar en el fragmento titulado (con el mismo chispeante homenaje de siempre) “Thank You Lucky Star Date”, en el que se escucha el tema central desde una perspectiva melancólica, primero con las trompas y después al piano, tras la introducción efectuada (con el mismo humor en su título) en “Logo and Prosper”. Instrumento solista al que el compositor adiciona la cuerda y las trompas para una evocación del día a día que resulta tremendamente coherente con la larga misión de exploración encomendada a la tripulación de la “Enterprise” y alejada de los imperiosos clichés y heroicidades del arranque de este tipo de films. La trama aboca a la presentación del nuevo tema central dedicado la gigantesca base espacial “Yorktown”, que es presentada en toda su grandeza, pero también en su cotidianeidad, en “Night on the Yorktown”, donde el solo de trompeta y los pizzicatos de la cuerda introducen el tema principal en todo su esplendor orquestal y coral para acompañar la descripción de esta megalópolis del espacio, donde no parece reinar la ley de la gravedad (que retrotrae parcialmente al mundo de “Tomorrowland”). El fragmento finaliza de un modo más relajado a la hora del anochecer, en el que el arpa cobra protagonismo al incorporar el compositor el tema de la “Enterprise” sobre las reflexiones de Kirk acerca de abandonar el mando de la nave estelar, hastiado de la solitaria navegación, y solicitar el puesto de vicealmirante en la citada estación espacial.
Toda esta situación de calma es interrumpida cuando hace acto de aparición la llamada de socorro de una nave alienígena que ha quedado atrapada en una cercana nebulosa. Kirk no duda en llevar a cabo la misión de rescate poniendo de relieve sus contradicciones internas en el fragmento titulado “The Dance of Nebula”, en el que se suceden el tema central de la saga (de naturaleza dramática, dado que recuerda a Kirk el fallecimiento de su padre en el prólogo del primer film), con una evocación conseguida con las trompas sobre un fondo scherzante de las cuerdas y los timbales (contrapunto inquietante ante la nueva amenaza), un esbozo (de textura “barryniana”, arraigada en el compositor) del tema de Krall (que todavía no ha hecho su irrupción en el film), y tras una ayuda en solitario del clarinete, el tema de “Yorktown” en las trompas y la trompeta solista. A partir de aquí, la atmósfera se vuelve “holstiana” mediante la celesta a medida que la “Enteprise” se adentra en la nebulosa, hasta que se descubre que se ha caído en una trampa (el crescendo final del fragmento es inequívoco). Es el punto de partida para el fenomenal despliegue sinfónico del compositor que abre “A Swarm Reception”, con una esforzada y epatante percusión que describe del modo más efectivo y plausible el desafío que supone el “enjambre” al que se enfrentan, prólogo de la presentación del propio tema que caracteriza a Krall y su danzante tema asociado. La secuencia prosigue con “Hitting the Saucer a Little Hard”, en la que la nave de la Federación es atacada de un modo inmisericordemente destructor, para lo que Giacchino recupera el estupendo prólogo de su tema principal reinventándolo en diversos ritmos y formas, algo sobre lo que incidirá con gran acierto en el inicio de “Franklin, My Dear”, y con gran inventiva en la coda de “A Lesson in Vulcan Mineralogy” y en la trepidante “Motorcycles of Relief”, una vibrante secuencia de acción (musical y fílmica), en la que Kirk, tal cual hiciera el personaje que interpretaba Steve McQueen en la clásica “La Gran Evasión”, se hace con una motocicleta para perpetrar un inesperado ataque con el que rescatar a la valerosa Jaylah.
No obstante, la épica sigue presente, pero con la misma y coherente perspectiva con que Giacchino la ha presentado a lo largo de esta trilogía, a saber, provista de un exacerbado dramatismo del que es testigo el final del fragmento anterior, “Hitting the Saucer a Little Hard”, en el que el tema principal es interpretado por un tutti orquestal y coral con el que se acompaña el derribo de la nave insignia de la Flota, concluida con la estela de un solo de trompa capaz de helar el corazón de todos los tripulantes supervivientes (y del espectador, en una emotiva fusión del punto de vista fílmico). El solo de chelo dedicado a los prisioneros de Krall, comandados por Uhura y Sulu, mientras Spock discurre como localizarlos para su posterior rescate en “A Lesson of Vulcan Mineralogy”, refuerza el entramado dramático, mientras que la aparición de Jaylah, el nuevo personaje invitado aliado de la tripulación, la salda el compositor a partir del empleo de una percusión de ribetes “exóticos”, también presentes en “Mocking Jaylah” (con el refuerzo de un bajo eléctrico), secuencia en la que la alienígena hace frente valerosamente al lugarteniente de Krall, acompañada también de la formación coral a fin de otorgarle un carácter casi legendario a su propia lucha personal. El tema de Krall acopia todo su protagonismo al enfrentarse a la ingeniosa tripulación de la defenestrada “Entreprise”, ahora a bordo de la resucitada “Franklin”, en un fragmento que no ofrece tregua y que culmina, en “Crash Decisions”, con la interpretación del tema central en un nuevo tutti orquestal y coral.
No es el final, el solo de trompeta, entre la marcialidad y la tragedia que definen a Krall, abre y cierra un frenético enfrentamiento final cara a cara entre el villano y Kirk, reflejado en “Cater-Krall in Zero G”, resuelto con demasiada brevedad en una situación de salvamento de última hora un tanto rocambolesca en la que el compositor resulta perjudicado, ya que discográficamente el disco no acaba de cuajar un final a la altura de las circunstancias máxime si se tiene en cuenta el modo mediante el que se logra acabar con el destructor “enjambre” de Krall, echando mano de una ingeniosa solución musical de manos del grupo “Beastie Boys” y su canción Sabotage(canción que brilla por su ausencia en la grabación comercializada, así como Fight the Power, del grupo "Public Enemy", con la que los personajes ya habían bromeado en el refugio de Jaylah), y teniendo en cuenta que los créditos finales se abren nuevamente con el canónico tema de Alexander Courage (ausente asimismo del disco), al que sigue la canción “Sledgehammer” de Rihanna (que tampoco está presente), solucionándose el cierre de la partitura con una sugestiva interpretación al piano del tema dedicado a “Yorktown” acompañada de una cuerda que aboca al sosiego tras la catástrofe vislumbrada por el ataque de Krall, finalizando con un solo de clarinete antes de presentar en un crescendo (escalado gracias a la trompeta) el conocido tema central de la saga. El mismo que se presenta como conclusión de un disco que a estas alturas es imposible discernir si Varèse comercializará en un expandido doble dentro de unos cuantos meses en aras a hacer justicia a una partitura como mínimo tan inspirada como las dos anteriores, pero también en nombre del abuso comercial. Algo poco disculpable en tiempos de crisis.
27-agosto-2016
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