Antonio Pardo Larrosa
”¿Qué es el arte?”, le pregunto el acólito a su maestro… Esta pregunta por sencilla que parezca ha vertido durante siglos numerosas definiciones que de una u otra forma han intentado dar respuesta a tan prolija pregunta. Tomando como punto de partida la etimología del propio concepto -del latín ars, artis, y este del griego τέχνη, téchnē-, la definición se presta a profundas disputas, dado que su naturaleza está abierta a múltiples interpretaciones que varían según la cultura, la época, el movimiento o la sociedad para la cual el término tiene un determinado sentido. De ahí que la definición más académica del término, aquella que lo presenta como ”la actividad en la que el hombre recrea, con una finalidad estética, un aspecto de la realidad o un sentimiento en formas bellas valiéndose de la materia, la imagen o el sonido”, quede por omisión –fría y mecánica- descartada de esta pequeña disertación que trata, en última instancia, de definir la música de ”In the Heart of the Sea”, la última partitura de Roque Baños. Buscando esa compleja explicación que dé sentido a lo expuesto por el músico murciano, debemos descartar aquellas definiciones que juegan con la razón, como la de Tomás de Aquino; o con aspectos de la sociología, como la de John Ruskin; o por qué no, con la propia filosofía, como la de Marcel Duchamp, definiciones que nada aportan a la dimensión artística de la obra. Quizás sea la interpretación poética del término, esa que lo define como “el encantamiento para consuelo de desencantados”,la que describe con autenticidad la realidad última del arte.Pues bien, de esta lírica definición se infiere que el elemento que la sustenta y la define es la emoción, ese sentimiento intenso de alegría o tristeza producido por un hecho, una idea, un recuerdo, o como en este caso, una melodía (“The White Whale Chant”), onírica y mágica a partes iguales,que traspasa el umbral de la razón para adentrarse, con encantamiento o sin él, ¡qué más da!, en el interior de nuestra impresionable realidad. Por tanto, y a modo de resumen, se puede decir que el arte, en su dimensión musical, es sinónimo de emoción, un sentimiento que Baños sabe esculpir sobre las imágenes que dan sentido a tan mágico encantamiento.
Durante años el director Ron Howard se ha rodeado de los mejores músicos para contar sus historias; John Williams (“Far and away”), James Horner (“Willow”) o Hans Zimmer (“Backdraft”) han sido los garantes de una forma de hacer y producir cine que ha seducido al espectador durante décadas. Ahora, y gracias a ”In the Heart of the Sea”, le toca el turno a nuestro Roque Baños, el músico más versátil, prolífico, y por qué no decirlo, más interesante (que no se me enfaden los seguidores de Alberto Iglesias) de cuantos ha parido nuestra madre patria. Descubrir a estas alturas del negocio la obra del Baños me parece una estupidez, de ahí que me limitea apuntar solo dos o tres claves que han hecho del Jumillano el mejor embajador de la musica patria. Como he mencionado con anterioridad, es la versatilidad, primero, y la regularidad, después (condición sine qua non para prolongarse en el tiempo) las dos características que definen la personalidad de un músico extraordinario que ha cruzado el océano, como el capitán Ahab en busca de Moby Dick, para encontrar el lugar que se merece. Ahora bien, más allá de la versatilidad o la regularidad, sí hay algo que define la música de Baños es la enorme capacidad que tiene para emocionar a todo aquel que se acerca a ella sin prejuicios, pues son muchos los que le achacan una evidente falta de originalidad que redunda, a su vez, en una manifiesta falta de estilo, afirmación que carece de todo fundamento si se echa un simplevistazoa su extensa obra. Trabajos tan destacados como ”El Séptimo Día”, “Segunda piel” o “El Maquinista”, por citar solo tres, dan buena cuenta de ello. Como se suele decir en la lengua vernácula, Roque, tú eres “genio y figura”.
A grosso modo, y con la intención de no desviar demasiado la atención, ”In the Heart of the Sea” narra los terribles sucesos que acontecieronen el crudo invierno de 1820 cuando el ballenero de Nueva Inglaterra Essex fue golpeado por algo a lo que nadie podía dar crédito, una ballena–cachalote-de tamaño y voluntad descomunal con un sentido de la venganza casi humano. “En el corazón del Mar” revela las horribles consecuencias de este encuentro que llevó a la tripulación hasta el límite, viéndose obligados a hacer lo impensable para sobrevivir. Enfrentados a terribles tormentas, el hambre, el pánico y la desesperación los marinos llegaron a dudar hasta de sus creencias más profundas, desde el valor de sus vidas a la moralidad de su oficio, mientras el capitán intenta orientar el navío a mar abierto y su primer oficial sigue empeñado en conquistar a la gran ballena blanca. Esa lucha de egos conduce al desastre a una tripulación que queda a merced de Moby Dick.
Puede que la frase inicial del narrador, “Llamadme Ismael”, sea uno de los inicios más conocidos de toda la literatura universal. De esta original forma inicia su aventura Moby Dic, la obra del escritor Herman Melville que tiene al capitán Ahab y a la ballena blanca como principales protagonistas. Inspirada en la historia real en la que se basó Melville para escribir el famoso relato “Moby Dick”, la cinta ha reunido en esta ocasión, como ya he mencionado con anterioridad, a Ron Howard y a Roque Baños, dos maestros de la emoción que unen esfuerzos para llevar a buen puerto esta costumbrista radiografía de las artes marinas del siglo XIX.Con una puesta en escena con cierto sabor a viejo, la película recupera la esencia de las grandes producciones marinas que antaño inundaban las carteleras de los cines de medio mundo. ”In the Heart Of the Sea” no es más que una cuidada producción –vestuario, sonido, guión, música, etc.-que tiene como gran maestro de ceremonias al compositor español más internacional del momento.
Como no podía ser de otra forma la partitura de Baños se adapta a las exigencias de Howard que, de un modo deliberado, ha buscado en el músico murciano aquello que Zimmer le ofrecía tiempo atrás. Una vez más, y no será la última, estamos ante esa figura conformista –director/productor- que no deja nada al azar atando todos los cabos de la producción. Esta es una práctica que no solo afecta a Baños, sino que también ha asperjado a músicos tan originales como Thomas Newman, que en la última producción deSpielberg, ”Bridge of Spies”, ha seguido la senda marcada por el director y productor norteamericano. Ahora bien, aunque esto es más que evidente huelga decir que la identidad del músico queda patente en su leitmotiv principal , “Arriving Nickerson´s Lair”, una tonada donde la melodía, apoyada en la cuerda, describe la realidad de los protagonistas. Entre sonidos de cetáceos y arpegios del violín de marcada impronta colonial (“Chase Walking Nantucket”), la música desemboca en la melodía que describe la inocencia del joven marinero (“Young Nickerson”), idea que utiliza la delicada voz de Lotti Rhodes para presentar al grumete Thomas Nickerson. Además, es muy interesante el segundo leitmotiv de la obra (“Farewell”), una lírica melodía henchida de nostalgia que juega con las miradas que preceden a la partida del protagonista. Quizás sea en los bloques destinados a enfatizar la acción donde encontramos las similitudes reseñadas con anterioridad y que tienen a la música Zimmer como principal estandarte. Pero más allá de parecidos razonables, que los hay (“Essex Leaving harbor/The Knockdown”), donde la intensidad y la fuerzason la tónica dominante, la partitura trabaja con oficio sobre clichés que proporcionan a la historia lo que necesita.
Ahora bien, sí hay una característica que define la obra, esa es la emoción, sentimiento que en las hábiles manos de Roque acaba seduciendo al espectador a través de un suave y onírico canto, “The White Whale Chant”, que define con precisión ese concepto de arte que he expresado con anterioridad.Si la emoción es sinónimo de arte (encantamiento para consuelo de desencantados), se puede colegir sin equívocos que este hermoso canto de sirenas -¡oda al rey Ulises!-, que cierra la obra es, a su vez, sinónimo de belleza. Una vez más es la frágil voz de Lotti Rhodes la que inunda la pantalla de un sentimiento de esperanza que acompaña a los protagonistas durante la parte final de la historia.
No soy quien para juzgar las decisiones que otros toman por cuenta propia, aunque estas incidan directamente sobre el trabajo de otros, pero si estoy legitimado para reconocer cuando una determinada obra de arte, sea cual fuere, toma como punto de partida para desarrollarse ese sentimiento al que llamamos emoción. La extensa obra de Roque Baños, por mor de la versatilidad o de la regularidad, contiene suficientes elementos discriminatorios destinados a la emoción que la hace ser original.Por tanto, y a tenor de lo expuesto, ”In the Heart of the Sea”, sin ser una obra demasiado original, si contiene ese elemento excluyente que le otorga la singularidad.
4-enero-2016
|