Antonio Pardo Larrosa
El Maestro ha muerto… Ahora los rapsodas podrán loar su nombre, ensalzar su obra y cantar al terrible infortunio, dueño y señor de su alma. Requiescat in pace, Maestro. Una forma muy poética de empezar una reseña, sin duda, pero, ¿podría acaso ser de otra manera?, pienso que no, máxime cuando “Southpaw”, su último opus, al menos hasta la fecha, da buena cuenta de ello. Esta es mi pequeña y sentidaoda a la memoria de estepoeta muerto –del griego ποίησις, creación-,músico que hizo de lapolémica un arte y del discurso una religión. Amado y odiado a partes iguales –como los acólitos del Parabara, por poner solo un ejemplo-, hoy más que nunca tenemos la obligación derealizar una sentida arqueología del sentimiento que nos haga “buscar la belleza, la única protesta que merece la pena en este asqueroso mundo” -¡grande Trecet!-, un mantra que el Maestro convirtió con talento y dedicación en dogma de fe, y que me perdonen los padres del concilio, pero “al Cesar lo que es del Cesar y a Dios…”
Breve pero necesaria esta arqueología del sentimiento fondea en las profundidades de su obra mostrando la grandeza de una idea que el Maestro defendió a capa y espada contra todos y contra todo. Una arqueología que pone sobre el tapete la cruda realidad, esa que muestra queya no habrá más cabalgadas a lomos de caballos flameantes (“Ride of the firemares”, Krull (1983)), que a golpe de timbal y toque de trompeta nos hacían participes de tan anacrónica galopada; ni batallas como la de Mutara Nebula (“Battle in the Mutara Nebula”, Star Trek II The Wrath of Khan (1982)), partitura que sirvió para saber que Jerry Goldsmith -con quien dicen que libro una y mil batallas de garrote y tentetieso- tenía un digno sucesor; ni llorar con ese robot positrónico llamado Andrew que ansiaba la mortalidad y que nos hizo descubrir que las tres leyes de la robótica (“The Gift Of Mortality”, Bicenntenial Man (1999)) en verdad se basan en la humanidad de una melodía; o aquella ocasión en la que un viejo desfigurado, tosco y huraño (“Lookout Point”, The Man Without a Face (1993)) nos enseñó que lo feo puede ser bello si se sabe mirar a través de una sentida melodía. Estos son solo algunos ejemplos que muestran que esta arqueología es necesaria para re-descubrir una y otra vez la obra de uno de los poetas más grandes que ha dado la música cinematográfica de las últimas décadas.
¿Dónde estás, Maestro?, ¿a dónde has ido?… Una y otra vez estas palabras martillean mi realidad provocando que mi imaginación te busque allí donde los muertos habitan, en ese romántico lugar dondesegún la mitología las almas de los muertos cruzaban la Estigia hasta el inframundo. En esta laguna –otras fuentes afirman que fue el rio Aqueronte- el barquero, Caronte, cruzaba en su barcaza las almas de los difuntos de un extremo al otro. Este anciano espigado, de pelo y barba canosa, famélicas manos y ojos flameantes desafiaba a los extintos exigiéndoles el óbolo como pago por sus servicios, si el dispendio no satisfacía al anciano este podía decidir sobre la suerte de los difuntos. Puede que tu alma viaje ahora con el barquero al inframundo,o quizás encuentresen la laguna las almas de Goldsmith, Kamen, Barry o Poledouris, genios que partieron antes que tú con el óbolo bajo su lengua –su legado, esa es su moneda-, pero mientras tanto te seguiremos buscando entre las notas que tu genio dejo plasmadas en el papel. ¿Dónde estás, Maestro?, ¿a dónde has ido?…
Y ahora, nos dejas “Southpaw”, tú última obra, una película dirigida por Antoine Fuqua que muestra el dramático viaje que Billy Hope, un boxeador de éxito al que sonríe la vida, emprende hacia las profundidades del Averno -qué curioso, verdad- cuando el asesinato de su mujer convierte su vida en un continuosufrimiento. Con la sempiterna idea de las segundas oportunidades sobrevolando la historia -la más americana de todas-, director y compositor desarrollaron la trama tomando como punto de partida esta idea. Qué ironía, resulta cuanto menos extraño pensar que esa segunda oportunidad que los dioses te negaron arrastrando tu alma de poeta hacia las profundidades del Averno, a través de la laguna Estigia se erige en la idea central de “Southpaw”. Como todo lo que sube, baja, y después tiende de nuevo a subir, así es como Horner narra la historia de Billy Hope (Jake Gyllenhaal), personaje que encarna el ideal del sueño americano, ese que reza aquello de: “Yes We Can”, un sencillo leitmotiv que ha estado presente en algunas de las películas deportivas más interesantes de la industria cinematográfica norteamericana de los últimos años.
A diferencia de lo que pueda pensarse, la música de “Southpaw” no es nada pretenciosa, todo lo contrario, parte de una sencilla premisa que acompaña única y exclusivamente al protagonista dejando sin incidencia alguna al resto de lospersonajes, pero vayamos por partes. Lo que está claro es que el director de “Equalizer”, acostumbrado al sonido de los mediaventures, buscaba una textura similar que no alterara su particular puesta en escena, más cercana al video-clip que a los modelos clásicos del cine más convencional. Ahora bien,lo que marca la diferencia es, sin duda, la música, una minimalista partitura concebida para ahondar en los sentimientos más profundos del protagonista. Con el boxeo como telón de fondo (“The Preparations / A Fatal Tragedy”) la primera parte de la obra se caracteriza por el empleo de sonoridades atonales que los sintetizadores y la percusión exponen para describir la tensión que acompaña a las dramáticas escenas del descenso, llamémoslas así. Sin una melodía definida (“The Funeral”, “Alone…”), el dolor y la tragedia forman parte de esa suigeneris forma de describir los sentimientos que tienen en el piano a su principal aliado. La música deambula entre lo ambiental y lo onírico (“Suicidal Rampage / Empty Showers”), transformado la realidad del protagonista que ahoga su dolor entre silencios y efectos, argumentos narrativos que el sintetizador y el piano producen acentuando la angustia del momento.
Como dije con anterioridad, todo lo que sube, baja, y después tiende de nuevo a subir, idea que centra la música de la segunda parte, llamémosla del ascenso. Si los ambientes opresivos y residuales marcan el desarrollo de la primera parte del score, es en la segunda, más melódica y definida, donde encontramos la primera concesión clara a la melodía (“A long Road Back / House Auction”), muestra evidente de que la realidad del protagonista ha cambiado. Se trata de una delicada melodía que el piano ejecuta tomando como punto de partida los recuerdos que mantienen viva la esperanza del boxeador. Asociada a la imagen de su hija, Horner va tejiendo, como ya hiciera en “The Boy and the Striped Pajamas” o “The Amazing Spider-Man”, sobre el caos y la desesperanza la idea que demuestra que la redención es posible. Para el final (“Hope Vs Escobar”), Horner saca de la chistera la épica, siempre en la misma tonalidad minimalista, para desarrollar una larga suite repleta de sonidos y ritmos sintetizados que convergen en la lucha final,un heroico estallido de emoción que redime al protagonista a través de la música poniendo el broche de oro a una interesante partitura.
“Southpaw”, su último opus, pone el punto y final a una brillante y original carrera –a la altura de la de los más grandes-, que durante décadas ha emocionado a generaciones de aficionados que encontraron y todavía encuentran en su obra ese rasgo diferenciador que discrimina la genialidad de la vulgaridad. Sin ser su obra más original, “Southpaw” es de largo bastante más interesante que toda la mediocridad que Hollywood vomita película tras película, y que muy a nuestro pesar va a seguir siendo la tónica dominante durante los próximos años.
Aún a riesgo de auto plagiarme, cojo prestadas unas cuantas palabras que escribí para honrar la memoria del Maestro y que fueron recogidas en otro foro muy distinto, pero que, por aquella horneriana idea de la asociación de ideas utilizo ahora como epilogo a esta mi última reseña. Va por Vos, Maestro:
”Más allá del tiempo… Esta podría ser la definición que más se ajusta a la realidad que define la música de Horner, una obra de arte atemporal que se reescribe una y otra vez, nota a nota, verso a verso, mostrando que hay bastante más que buenas intenciones tras los desconsolados trazos de su prodigioso genio. Nunca pensé que un ser humano pudiera superar la belleza que hay implícita en obras como la Pietà de Miguel Ángel Buonarotti, maestro de maestros, o La última cena del divino Da Vinci, o el Werther de mi amado Goethe, pero tras escuchar las conmovedoras voces de su original y cromática escritura solo me resta decir que James Horner tiene la voz más cálida que he conocido, una voz que ya no es de este mundo…”
19-octubre-2015
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